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Zorzales criollos en el campus de Unibe

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“Profesor, acabo de ver en Unibe un ave que yo no había visto nunca. Se parece a un ruiseñor, pero es más oscuro y con las patas rojas”.

Era el Arq. Wenceslao Reyes, encargado de Servicios Generales de Unibe quien me daba la buena nueva. Con esa descripción y en medio de la ciudad, no podía ser otro que el Chuachuá (Turdus plumbeus), un ave que nunca había visto en Santo Domingo, salvo en barrios cercanos al Jardín Botánico.

Dos días más tarde lo vi en los alrededores del vivero de Unibe. Lo he visto también en el jardín de un restaurante en Naco.

Como sabía que Hodalis Almonte, la ornitóloga del Museo de Historia Natural, ha hecho conteos de aves en la Plaza de la Cultura y el campus de Unibe queda cerca, supongo que lo habrá visto. Efectivamente, ella lo vio por primera vez en el 2009. O sea, hace ya siete años.

Por eso siempre hay que consultar cuando uno cree haber descubierto algo antes de anunciarlo, pues muchas veces corre el riesgo de redescubrir América o, lo que es peor, descubrirla y no darse cuenta.

Chuachuá es un nombre onomatopéyico, tomado de uno de los sonidos que produce.

Tienen una dieta muy variada: come frutas, semillas, invertebrados y algunos vertebrados pequeños, como los lagartos.

Mi tío Marino Suriñach me contaba que en su Azua natal le llamaban Ruiseñor de España. Es una especie que vive y se reproduce en las islas del Caribe, y se encuentra principalmente en las Antillas Mayores, en Bahamas, en Islas Caiman y en Dominica.

En una época se creyó que cada isla tenía una especie diferente, pero en la actualidad se considera que todas son variantes (subespecies) de Turdus plumbeus. Los adultos miden entre 25 y 28 cm y pesan cerca de 74 gramos.

La parte superior del Chuchuá es gris azulosa, con los extremos de la cola blancos. La garganta es blanca con líneas negras y tiene un anillo rojo alrededor de los ojos.

Las patas son rojas o anaranjadas y el pico rojizo. Con frecuencia mueve la cola arriba y abajo y, como a otros miembros de su familia (Turdidae), le encanta caminar en el suelo.

En esta especie no hay dimorfismo sexual. Es decir, no es posible para los humanos distinguir a simple vista el macho de la hembra. Claro, ellos sí los distinguen. Vive en hábitats boscosos, pero tolera muy bien los ecosistemas degradados, como bosques parcialmente deforestados e incluso en áreas urbanas, como ocurre en la ciudad de San Juan, Puerto Rico, en la que es muy común. Aquí recién empieza a establecerse en ciertos barrios.

Tiene una dieta muy variada: come frutas, semillas, invertebrados y algunos vertebrados pequeños como los lagartos. La época reproductiva varía de una isla a la otra.

En nuestro país, la mayor actividad se observa de abril a junio. Hace un nido abierto con hojas y forrado de hierbas. A veces usa lodo.

Pone de 2 a 4 huevos azul verdoso con manchas marrones. En la excelente foto de Dax Román observamos dos adultos en el nido con 3 polluelos. Esta familia (Turdidae) está mejor representada en las regiones templadas.

El Chuachuá se parece al Robin noreamericano (Turdus migratorius) y es también pariente cercano del Zorzal argentino (Turdus rufiventris), que tiene, por cierto, un canto muy melodioso. Aunque está ampliamente distribuido en Sudamérica, he oído decir a amigos argentinos que el de Buenos Aires canta más lindo. Quizás sea cierto.

Recuerdo que a Gardel lo llamaban “el Zorzal Criollo”. Tal vez los zorzales porteños mejoraron su canto imitando la voz bien modulada y musical del “Morocho del Abasto”.

Por SIMÓN GUERRERO