El retroceso de los glaciares se acelera rápidamente en distintas partes del mundo debido al calentamiento global, lo que supone una grave amenaza de inundaciones y desastres naturales, así como la pérdida de especies y acceso al agua natural.
En una cadena de nevados tropicales, como la Cordillera Blanca de Perú, la disminución ha sido de 22 por ciento entre 1970 y 2003, mientras que en el mar de Amundsen, al oeste de la Antártida, la pérdida anual ha sido de 83.000 millones de toneladas de hielo desde 1992.
Las montañas ocupan el 24 % de la superficie mundial y albergan a 1.200 millones de personas en las comunidades aledañas.
La mitad de la población asentada en las regiones montañosas de los países en desarrollo sufren de hambre crónica y la mayoría viven en extrema pobreza, lo cual agrava la situación social por el deshielo de los glaciares, explicó portavoz del programa “Hombre y Biósfera de la Unesco, María Rosa Cárdenas.
“La montaña es un regulador del clima, es un regulador de las corrientes del viento, de los flujos del agua, y puede brindar una cierta protección contra los riesgos naturales”, explicó Cárdenas.
“La situación en otras partes del mundo es similar a lo que se ve en América Latina, un retroceso glaciar y pérdida de la masa, lo que está conllevando en gran parte a uno de los principales problemas que es la aparición de lagos de origen glaciar”, agregó Cárdenas.
Estos lagos tienen un gran volumen de agua, procedente de un glaciar derretido, pero en un lugar inestable y que, de un momento a otro, se rebalsa y puede generar “daños enormes” en las poblaciones por inundaciones repentinas, anotó la especialista.
Este programa de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura presentó en Lima, durante la Conferencia sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (COP20), una exposición de imágenes de satélite sobre el estado de los glaciares en el mundo como consecuencia del cambio climático.
La exposición “Los impactos del cambio climático en las regiones montañosas del mundo” muestra 23 imágenes de la Agencia japonesa de Exploración Aeroespacial, la Agencia Espacial Europea y el Servicio Geológico de Estados Unidos en paneles instalados en la Municipalidad de Lima.
Cárdenas señaló que sólo en uno de los 23 glaciares analizados para la muestra, ubicado en Noruega, registró un retroceso en la disminución de la masa glaciar.
“Hay glaciares que en 10 años retrocedieron 1 ó 2 kilómetros, pero en otros glaciares podemos ver un retroceso mucho más grande en 50 años”, dijo.
“Es un poco difícil hablar de lo que está pasando a nivel mundial, de cuántos kilómetros están retrocediendo porque ni a nivel mundial ni regional podemos dar un número exacto”, añadió.
En el caso de los glaciares tropicales, la monitorización han registrado retrocesos importantes, como el nevado Quellcaya, en la región peruana de Cuzco, donde su principal lengua glaciar Kori Kari retrocedió 1,2 kilómetros en 1978 y en 2008.
El terreno que rodea a los glaciares suele tener rocas sueltas y esta inestabilidad empeora cuando hay sismos, como en Perú.
Precisamente, en los poblados de la Cordillera Blanca han fallecido al menos 30.000 personas durante 30 catástrofes naturales ocurridas entre 1941 y 2005, de acuerdo a los estudios recogidos por la Unesco.
Por su parte, en una zona de la Antártida, el derretimiento de los glaciares triplicó su ritmo en la última década, según un estudio de la Universidad de California en Irvin y del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la Nasa.
Los glaciares en el mar de Amundsen, al oeste de la Antártida, han perdido 83.000 millones de toneladas anuales desde 1992, y el ritmo de derretimiento subió a 16.300 millones de toneladas anuales desde 2003, indicó la investigación difundida esta semana en Lima.
Parte de las consecuencias de la pérdida de los glaciares es tener que adaptarse a saber con qué cantidad de agua podremos contar para beber o regar los cultivos, así como para generar energía. EFE