Pensaba comenzar el año hablando de algo más agradable, pero la amenaza del decreto 395-19 que declara el año 2017 “Año del Desarrollo Agroforestal”, obliga a retomar una discusión que hemos sostenido durante los últimos veinte años. La palabra “agroforestal” me produce escalofríos. Como dije en un artículo anterior (Prioridad es detener deforestación), en nuestro país se ha creado una gran confusión entre “bosque”, “plantación”, “monte”, “reforestación” y deforestación”. “Agroforestal” es un híbrido bastardo que potencializa la confusión y puede conducir a resultados catastróficos. Lo más peligroso es que el concepto ni se discute, pues los que lo usan creen que hay un acuerdo unánime sobre su significado.
En realidad, nunca se sabe que se hará exáctamente cuando se anuncia un programa de desarrollo agroforestal. La iniciativa en sí misma no es mala y podría ser muy útil. Por ejemplo, si por desarrollo forestal se entiende crear plantaciones de árboles maderables o plantaciones energéticas, en terrenos adecuados y siempre fuera de las áreas protegidas, para producir leña o carbón, sería muy provechoso, pues además de los beneficios económicos que aporta, le quitaría presión a los bosques naturales. De igual forma, las plantaciones de aguacate, cacao y café orgánicos son muy productivas y ecológicamente amigables. Las plantaciones de café orgánico de sombra, por ejemplo, figuran entre los mejores hábitats tanto para las aves nativas como para las migratorias, sólo superados por los bosques primarios. En los ecosistemas continentales de la América tropical, incluso son refugios importantes de mamíferos. Las plantaciones orgánicas mejoran los suelos, reducen la necesidad de eliminar malezas, ayudan a controlar las plagas y producen flores y frutas para las aves y los insectos. La materia orgánica de los árboles de sombra provee una capa protectora que reduce el uso de fertilizantes químicos, controla la erosión y aporta nutrientes para el suelo.
Sin embargo, existe el riesgo de que con la excusa de este decreto que declara el 2017 “Año del Desarrollo Forestal”, se comiencen a manejar las áreas protegidas como si fueran plantaciones y, lo que es peor aún, se creen plantaciones dentro de los parques nacionales, lo que podría amenazar la existencia de los mismos. Medidas tan descabelladas son posibles debido a la gran distorsión que hay entre conceptos claves. Muchos dominicanos creen que un bosque es un conjunto de árboles sembrados “en carrerita”, generalmente con especies maderables exóticas, y la palabra “monte”, que en realidad describe al verdadero bosque natural, la usan despectivamente para referirse a un área llena de malezas que no se ha “limpiado” por falta de recursos, pero que lo más conveniente sería eliminar.
Esta distorsión la fui descubriendo poco a poco. Recuerdo en una ocasión, en un tramo seco del río Nizao (El Nizao fue una vez un río caudaloso) encontré a un lugareño cortando árboles. Cuando le pregunté porqué lo hacía me respondió que él quería reforestar esa área con plátanos. En otra ocasión en que acompañaba a oficiales de las Fuerzas Armadas que implementaban un proyecto de reforestación en la frontera, se me acercó uno de los campesinos y me dijo muy serio que ellos quería reforestar pero que para hacerlo bien necesitaban un tractor. Cuando le pregunté sorprendido para qué necesitaban el tractor, me explicó que con él podían eliminar unos “montes” que les impedían reforestar. Los “montes” en cuestión eran bosques naturales secundarios que no necesitaban ninguna ayuda y que, por supuesto, no había que eliminar. Las distorsiones conducen a tales absurdos deforestar para reforestar.
Como a veces aparecen confundidos en un mismo párrafo términos como plantación de aguacate y protección de cuencas hidrográficas, creo oportuno aclarar que en ocasiones (es el caso de las cuencas hidrográficas) lo más conveniente para la protección de las cuencas es un verdadero bosque, con plantas nativas que interactúen con la fauna autóctona, que es lo único que garantiza la creación de una cobertura boscosa permanente y autosustentable. Una plantación de aguacate, aunque recomendable en otros ambientes, requiere un sin número de manejos (raleos, eliminación de “malezas”, cortes de los frutos) que no permitirían el establecimiento de un verdadero bosque.
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