El derrame de hidrocarburos que acaba de ocurrir en la Laguna de Bávaro, al borde de uno de los complejos turísticos de Cabeza de Toro, viene a ser la gota de agua que derrama el vaso para reclamar de las autoridades competentes romper con la inercia que hasta ahora las ha caracterizado ante las múltiples agresiones que viene recibiendo esta área protegida y el crimen que representa arruinar impunemente un santuario de la naturaleza tan valioso como éste.
Aquí nadie puede lavarse las manos, pues tan culpables son quienes han acometido estos desmanes, las autoridades que se acaban de marchar y que fueron cómplice de los mismos, como las actuales si se quedan cruzadas de brazos ante esta realidad.
¿Saben por qué?, pues analicemos los valores que están en juego y lo que nos dicen los especialistas de la Comisión Ambiental de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, de lo que hasta ahora ha acontecido entorno a este recinto ecológico. La Laguna de Bávaro es un hermoso ecosistema costero rodeado de manglares y una extensa zona de humedales que se extiende hacia el Oeste y hacia el Sur del cuerpo de agua hasta llegar a un bosque tupido de latifoliadas (árboles de hojas anchas) y palmeras, mientras que al Norte y hacia el Este limita con el Océano Atlántico, el poblado de Cabeza de Toro y su vía de acceso.
Fuera de todas dudas, es uno de los ambientes paradisíacos que más llama a la atención en todo el litoral oriental de República Dominicana, no solamente por la magia y el encanto que encierran sus manglares o la lozanía del inmenso cuerpo de agua que lo conforma, ni siquiera por el horizonte azul matizado de verde suave que se divisa a lo lejos y por encima de las praderas de eneas, juncos y ciperáceas de sus humedales, sino por su cercanía a la costa y las extensas playas que define la frontera entre la tierra y el mar de este rincón de geografía patria.
Atributos ecológicos
Pero como la belleza está íntimamente ligada a la naturaleza, los encantos de la Laguna de Bávaro se cuentan por la infinidad de patos migratorios que durante algunas épocas del año vienen a descanzar, a buscar alimentos y a tomar energía para luego proseguir su ruta hacia donde el destino le señaló desde antes de nacer; en las igualmente transeuntes gaviotas, tijeretas, pelícanos, playeritos, reicongos, yaguacines y decenas de aves acuáticas que allí se juntan con sus homólogas nativas para compartir brevemente un hábitat cuidadosamente diseñado por la Madre Natura para unos de sus hijos más admirados por los seres humanos.
Cualquiera que no entienda que la naturaleza es única paso a paso, que no se copia a si misma, sino que es original en cada una de sus expresiones, podría pensar que iguales ambientes se forman en otros puntos de la geografía nacional. Sin embargo, en los manglares que coronan la cabecera de este impresionante cuerpo de agua, justamente en su punto más próximo al mar, desde tiempos que escapan a los registros científicos, la paloma coronita (Columba leucocephala) estableció uno de sus bancos de postura, es decir, su sitio de reproducción más importante de esta zona del país.
Conviene decirle a los amigos lectores de LISTÍN DIARIO que la paloma coronita es endémica del arco de Las Antillas y que por lo tanto, su casa sobre la Tierra cubre la hilera de espacios insulares que va desde los cayos de la Florida (Estados Unidos) hasta Trinidad y Tobago (frente a las costas venezolanas). Es decir, la vida de esta hermosa ave negra con una coronita blanca que adorna su cabeza, discurre entre las Antillas Mayores y las Antillas Menores, haciéndose residente en las islas más grandes como la nuestra y saltando de mogote en mogote o de costa a costa, en los espacios insulares más pequeños y próximos.
Se desconoce el misterio por el cual han elegido este espacio de la América Insular para vivir por siempre y no otro más espacioso como podría haber sido las tierras continentales.
¿Y por qué aquí se le debe prestar una atención especial? Sencillamente por ser una ave maravillosa, con una distribución muy restringida sobre el planeta y que tiene, precisamente en República Dominicana, sus sitios de reproducción (bancos de postura) más grande de todo su espacio vital.
Por estas razones este punto en particular de la Laguna de Bávaro ha sido bautizado con el nombre de Punta de Los Nidos, un escenario tan singular para la vida que al brindarle albergue a una ave viajera, automáticamente goza de “protección internacional” debido a los acuerdos y convenios que el país ha firmado con la comunidad internacional, muy especialmente através de la Convención sobre Diversidad Biológica, firmado en la Cumbre para la Tierra (Río – 1992) y ratificado por el Congreso Nacional en enero de 1997.
Ciprinodon Higüey
El inventario ecológico de la Laguna de Bávaro requiere una enciclopedia para compendiar los recursos visibles y varios años de investigación de campo por especialistas de diferentes ramas del saber en el campo de las ciencias naturales, sin embargo no es necesario esperar a que sea conocido a fondo el valor científico de este extraordinario ecosistema costero para tener una idea de su importancia y adoptar las medidas precautorias imprescindibles que garanticen su conservación a perpetuidad o por lo menos, hasta que la naturaleza así lo decida.
Un sólo elemento de la naturaleza coloca esta reserva de agua y de vida en el escenario mundial de la conservación, se trata de la presencia de un pecesito que el único punto del planeta donde existe, es precisamente en esta laguna, que ni siquiera en otros ambientes similares del país aparece, ni aún en los cuerpos de agua aledaños.
Nos referimos a la especie Ciprinodon higüey, identificada hace a penas unos años (década de los años 90) y por lo tanto, se trata de una especie nueva para las ciencias que por estar confinada en un ecosistema acuático pequeño, adquiere la categoría de especie amenazada, sin importar cuan grande sea su población (muy exígua por cierto)..
El Ciprinodon comparte su espacio vital con zaramagullones, gallaretas y reicongos entre otras aves inofensivas, pero también con tijeretas y pelícanos que a lo mejor constituyen sus depredadores naturales (su exquisito manjar cotidiano).
De igual manera, este pecesito que privilegia este ecosistema, tiene otra distinguida compañera de hogar, la jicotea o tortuga de agua dulce (Trachemys stegnejerii), que es otro de los reptiles que en un tiempo abundaron en todos los ambientes acuáticos interiores de la República Dominicana, pero que hoy se encuentran sumamente amenazados por las actividades humanas.
Decreto 309-95
Atendiendo a todos estos atributos y valores naturales, el Estado Dominicano comprendió la importancia de que los mismos gozaran de una atención especial y decidió ponerlo bajo la custodia de la Dirección Nacional de Parques mediante el Decreto 309 del 31 de diciembre de 1995, dándole la categoría de “Refugio de Fauna Silvestre” y reservándole una superficie de 15 kilómetros cuadrados que cubren la laguna en sí, la mayor parte de sus humedales y una pequeña porción del bosque costero latifoliado que existe en su porción sur y occidental.
Sin embargo, el creciente e inusitado desarrollo turístico del litoral oriental del país, particularmente el que se viene desarrollando entre Cortecito y Punta Cana y que tiene como punto de mayor empuje en Bávaro y Cabeza de Toro, ha comenzado a ejercer una presión tal sobre esta área protegida que podría llevarla a su desaparición.
Lo más grave de esta situación reside en que las autoridades competentes no han entendido que el turismo que se desarrolla en aquellos ambientes tiene su soporte principal justamente en estos atributos que han sido protegidos legalmente y que una vez arruinados, ya no existirá naturaleza ni turismo.
Un comentario
Pingback: Eleuterio Martínez : Accion Verde - El Portal Ambiental de la Republica Dominicana