A principios de 2013, un equipo de tres investigadores de la Universidad ISA fue encargado de realizar un estudio solicitado a esa institución por el Consejo para el Desarrollo del Centro Histórico de Santiago. Según el Consejo, se necesitaba “adecuar el Parque Duarte a las necesidades y demandas ciudadanas” y para ello hacía falta determinar “cuál parte de la flora del Parque Duarte tiene que ser removida o replantada”.
En la introducción del informe presentado por ISA al Consejo, en marzo de 2013, los investigadores declaran que su tarea se circunscribió a hacer un “estado fitosanitario de la vegetación del Parque”, algo así como un inventario razonado de la condición física de los árboles viejos y maduros que especialmente fueron identificados para ofrecer recomendaciones de acción de acuerdo a cada caso. No obstante, los autores de ese trabajo advierten que, para mejor uso de sus resultados, este informe se debe integrar a un plan que es necesario realizar sobre el “futuro diseño y desarrollo del Parque”.
Esa sana advertencia de los investigadores pretendía establecer el verdadero alcance del inventario fitosanitario y de las recomendaciones que se desprenden del mismo para evitar que el estudio presentado se fuera a confundir con un plan. No obstante, cuando se hace un análisis del informe (cuya exposición apenas llega a seis páginas de las cuales tres contienen gráficos), se puede comprobar que este tiene otras limitaciones que involuntariamente podrían causar confusión y desorientación en los posibles usuarios de sus recomendaciones.
En primer lugar, hay que decir que la redacción del informe no es muy adecuada, observándose la posibilidad de que el mismo haya sido escrito en otra lengua y luego traducido forzosamente a un castellano de espinosa lectura y comprensión. Por otro lado, los tres acápites que posee el estudio (1. Antecedentes; 2. Resumen y recomendaciones; 3. Levantamiento individual) no están presentados en una secuencia lógica lo que causa el uso de términos en un acápite, pero que se vienen a aclarar en otro acápite posterior.
Finalmente, parece que la metodología utilizada para hacer la experticia denota la aplicación de criterios físicos muy categóricos y relacionados fundamentalmente con el potencial de peligro que los árboles latifoliados maduros pudieran tener para los ciudadanos.
Todo lo anterior puede causar tergiversaciones de contenido cuando se toman algunas recomendaciones de manera literal y sin la ayuda de un contexto conceptual explícito. Por ejemplo, la introducción del punto 2, dice: “se recomienda que 30 árboles de un total de 56 sean removidos o reemplazados entre el corto y mediano plazo”. No obstante, al terminar de leer el punto 3 aparece la explicación de que “corto plazo” significa un período de 0-5 años y que “mediano plazo” corresponde a un lapso de 6 a 15 años. Lo mismo ocurre con el concepto “remover/reemplazar”, el cual se menciona frecuentemente y de manera categórica en las recomendaciones que están al inicio del punto 2, pero posteriormente se intenta aclarar sin éxito el significado de dicho concepto.
Otro elemento que puede causar confusiones es el siguiente. Por un lado, el informe considera que los grandes árboles latifoliados del Parque Duarte son aquellos que: (a) conforman la vegetación predominante; (b) ofrecen buena sombra, un microclima especial y bastante filtración de aire; (c) crean el pulmón del Centro Histórico; y (d) son importantes para la formulación de un plan maestro para la recuperación del Parque… No obstante, a seguidas, el informe dice que esos árboles tienen que ser removidos porque ellos no han sido profesionalmente manejados en el pasado y pueden contener un potencial de peligrosidad ya que: (a) son viejos; (b) están en lugares inapropiados; o (c) tienen problemas fitosanitarios irreparables. Dicho esto, el mismo estudio acepta que es lamentable tener que remover esos árboles porque eso conlleva no solo altos costos financieros sino también costos ambientales… y la recuperación de sus efectos positivos solo se restablecerá luego de varias décadas. Es evidente que, en este caso, existe una posible contradicción que imposibilita comprender claramente la forma de realizar las acciones recomendadas.
La confusión creada por estos párrafos pudiera ser aún mayor cuando se intenta utilizar los planos del Parque que contiene el informe, los cuales presentan la ubicación de las especies, su identificación y las recomendaciones de acciones a tomar. Veamos.
El primer plano que está en el Informe (Imagen 3) trae la siguiente leyenda: (a) árboles que hay que remover -en color naranja-; (b) árboles restantes -en color verde-. Esta simbología olvida que el estudio también hizo recomendaciones de tratamiento/saneamiento (con o sin necesidad de remoción o reemplazo) y que las remociones o reemplazos deben de ser especificadas en el plano, ya sean a corto o a mediano plazo. Un plano con solo dos categorías pudiera llevar a los posibles usuarios del mismo a tomar medidas que el mismo informe no está técnicamente indicando ni tampoco promoviendo.
El estudio finaliza con una tabla que ocupa 56 de las 68 páginas del informe. Esa tabla contiene una ficha técnica por cada uno de los 56 árboles que se inspeccionaron. Cuando se contrasta cada árbol señalado en el segundo plano (Imagen 4), con la ficha que le corresponde en la tabla, se pueden comprender mejor las recomendaciones que se hacen para cada árbol. Por ejemplo, en el lado oeste del Parque, frente al edificio del Centro de Recreo y del Viceministerio de Cultura, están ubicados ocho árboles con los números: 40, 41, 42, 46, 47, 48, 52 y 51. Únicamente la ficha 47 dice que hay que remover el árbol de la especie Gravillea Robusta (aunque sin otorgarle plazo ni posibilidad de tratamiento). Los demás árboles tienen su tratamiento indicado o su posibilidad de remoción o reemplazo a corto (1-5 años) o mediano plazo (6-15 años), pero no se infiere la necesidad de su remoción inmediata.
No obstante lo anterior, la fotografía que acompaña este artículo demuestra que, recientemente, los técnicos del Ayuntamiento de Santiago (quizás utilizando únicamente el plano No. 1, sin examinar el plano No. 2 ni las fichas correspondientes), cortaron salvajemente TODOS los árboles de ese lado de la cuadra con excepción de uno.
Si los miembros del Consejo hubiesen utilizado ese estudio para aclararlo y completarlo con un Plan de Manejo y Desarrollo del Parque Duarte, y si los técnicos municipales hubieran utilizado mejor dicho informe o hubiesen buscado una asistencia efectiva para comprenderlo, probablemente no se hubiera llegado a este ecocidio en el corazón del espacio urbano de Santiago cuya mayor responsabilidad final le corresponde a la gestión municipal que aplicó este corte indiscriminado, quizás sin esperar una clara decisión de otras instancias oficiales.
Finalmente, es justo decir que, a pesar de las limitaciones de forma, estilo y ordenamiento de párrafos y acápites, el Informe de ISA contiene un buen levantamiento de informaciones y recomendaciones para cada uno de los grandes árboles del Parque. Además, dice claramente que, como complemento del inventario y estado de condición de los árboles, se necesita hacer un Plan Maestro para todo el Parque Duarte y también se requiere equipar y formar un personal profesional para el manejo de los árboles no solo del Parque sino de toda la ciudad.
Quizás una buena gestión municipal, coordinada con otras instancias públicas y privadas, podría ordenar ahora ese Plan Maestro, y la formación del equipo profesional de manejo de la foresta urbana, para intentar alguna forma de mitigar los daños que se han producido y evitar la continuación precipitada de otros desmanes que también han venido afectando a otros lugares de la ciudad.
Por: Rafael Emilio Yunén
Vía: El Caribe