La palabra “cambio” es la semilla para una mejor cosecha, pero el terreno –conciencia- donde cae es árido y arcilloso por la dureza del corazón en el hombre. Son vanos los esfuerzos de la Madre Naturaleza de enseñar con pedagógicos desastres y catástrofes, que se derivan del poder destructivo de los Elementos, cuando los mismos han sido provocados.
Y para que el hombre entienda, y haga un alto en su alocada carrera de irrespeto y daño a la intimidad del medio ambiente, se insiste de forma y manera recurrente, que éste debe replantearse la necesidad de cambiar o tran
sformar sus hábitos y actitudes para con ella, más allá de intereses económicos y de nación.
El hombre, perturbado por la ignorancia, solo da vigencia a lo que ve en forma tangible, e ignora los mundos interiores y sutiles que se integran a los planos físicos o cristalizados; haciéndose en consecuencia ciego, para no participar con responsabilidad en la fraternal convivencia que debe primar en todo el concierto de vida.
La atmósfera a través de los gases que la conforman tiene la función específica de atrapar los rayos del Sol para adecuar la temperatura y confort del Planeta. Sin embargo, por las equivocaciones en el manejo de los sentimientos la erosionan, de forma tal, que están desvirtuando su esencia, y cambiando su configuración atómica y molecular.
Esto a su vez, va creando un aura astralina, densamente expresada como una capa de asfalto negro, que poco a poco se va convirtiendo en un “egregor planetario” nutriéndose día a día, de los pensamientos y sentimientos negativos que emite sin control ni observación el hombre. Y estos tienen más poder que los gases de dióxido de carbono, sin dejar de mencionar los desechos y basuras que contaminan la atmósfera. De forma precisa, los sentimientos de odio, egoísmo, codicia, ira, violencia y otros, son detonantes más poderosos para la destrucción de nuestro planeta.
Sólo a través de una transformación consciente, auténtica, con voluntad y por la aceptación del conocimiento de las leyes universales que la norman, se podrá detener el cruento resultado con dolor y sufrimiento, que pende como la Espada de Damocles sobre la humanidad.
Pudiendo también, por el esfuerzo y retaliación de sus actos, y la cooperación de mentores o guías espirituales, presentes o en Altas Esferas, se vuelva a la normalidad y equilibrio; y si el tiempo prescrito para ello lo permitiera.
La Ley de karma rige los movimientos de los astros, galaxias, planetas, y si ésta no existiera no podría interpretarse tiempo y espacio.
Por tanto, debemos saber que toda acción tiene su correspondiente reacción, y se ajusta como resultado del libre albedrío otorgado por Dios, para que el hombre se accione con su misma voluntad y autonomía; pero todo tiene una condición autorizada e intrínseca, se recibirá con justeza y sin privilegios lo que por libertad escogió.
“Siembras vientos… recogerás tempestades”.
Por: Lesbia Gómez Suero
Listín Diario