Aventurarse casi una hora navegando mar adentro hacia el Banco de La Plata tras la posibilidad de avistar el espectáculo marino más importante de la isla, e incluso del Caribe, tiene un poco de terquedad y de intrepidez. Y si sumamos el trayecto en carretera, la aventura se convierte en un ejercicio de paciencia y perseverancia. Si se traslada desde Santiago, sucesivos paisajes agrícolas y marítimos acompañarán el tránsito terrestre durante casi tres horas.
A Dios y a la geopolítica gracias, la ciudad de Santa Bárbara es muy pequeña y en pocos minutos se llega al muelle, ubicado en el puerto de Samaná.
Pagado el impuesto correspondiente de acceso a la zona de parques nacionales en la caseta del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, solo resta embarcarse hacia la verdadera travesía. Las aguas atlánticas sirven de camino al bote Pura Mía, que transporta las excursiones hacia el avistamiento de ballenas jorobadas que dirige Kim Beddall.
Desde su propia compañía, Whales Samaná, Beddall comparte lo aprendido sobre estos gigantes mamíferos en más de 30 años de experiencia. Junto a su equipo de trabajo, la especialista va relatando durante el trayecto los detalles de sus regresos desde el Atlántico Norte a las aguas cálidas y caribeñas que las ven nacer, aparearse y reproducirse.
Luego de tomar algunos pasajeros extra en Cayo Levantado, la excursión prosigue su ruta hacia el área de observación. Luego de 45 minutos de travesía marina y un sol implacable, la desesperanza puede habitarte. Las explicaciones para lograr observar ese momento en que saltan ágilmente, resultan sumamente útiles: un chorro de agua en cualquier punto indica una posible ballena emergiendo de las profundidades, tonos verdes en pleno mar azul identifican las aletas casi en la superficie.
Luego de casi media hora, detenidos en el borde de la bahía, cualquier cosa que veas te conforta, ninguna excursión te garantiza que veas nada. De repente un chorro de agua a las cinco (las direcciones se indica en el sentido de las manecillas del reloj). Más adelante aprecias unos orificios nasales entre doce y dos.
La emoción invade la expedición y, cámara en mano, los turistas se mueven de un lado otro para captar las mejores imágenes según las direcciones que van surgiendo sorpresivamente. Y cuando parece que ya ha sido todo, surge una aleta pectoral, la cola que apenas se insinúa, dos jorobas que indican la presencia de una parejaÖ
Agotadas todas las ovaciones posibles, casi se marca el regreso a tierra. Pero de repente, una ballena muestra algo más de su joroba y salta. Entonces recuerdas que has corrido con mucha suerte, ellas no vienen a montar espectáculo: solo emergen para competir por una hembra o simplemente respirar.
SOBRE LAS BALLENAS JOROBADAS
Se les llama “jorobadas” por la curvatura de su lomo al nadar en la superficie marina. De gran tamaño, miden entre 12 y 15 metros y llegan a pesar 60 toneladas. El patrón de manchas ubicado en su cola es único y permite identificarlas.
Los ejemplares adultos no comen durante su estadía de reproducción: sobreviven de los depósitos de grasa acumulados previamente. El espectáculo que dan sin pretenderlo las ciudadanas dominicanas de gran tamaño convoca a miles de turistas cada temporada.
Las residentes desde enero hasta marzo suelen salir a respirar entre diez de la mañana y dos de la tarde de cada día. A veces, comparten con los navegantes sus piruetas de apareamiento y los primeros aletazos de ballenatos recién nacidos, cuando se reúnen en el Banco de la Plata, ubicación del Santuario de las Ballenas Jorobadas.
IMPRESCINDIBLE
Protección.
Filtro solar y sombrero o gorra, el sol suele ser inclemente. Y no olvides la dramamina para evitar mareos y náuseas. partes. Parada extra. Detente en el regreso en la islita de Cayo Levantado. Las bellísimas playas de este islote bien merecen un chapuzón antes de regresar a la península. Museo de la ballena. Ubicado en las cercanías del malecón, ofrece información sobre las ballenas sin el riesgo de la travesía marítima.