LA PAZ. No hace mucho tiempo, los tiburones ballena (Rhincodon typus) de la costa de Baja California Sur sufrían las malas prácticas de los turistas, situación que cambió radicalmente en los últimos seis años gracias al esfuerzo del Gobierno y de prestadores de servicios locales.
El biólogo marino Nezahualpilli Tovar, quien durante esos años lideró la organización Tiburón Choyero, señaló a Efe que esa unión fue la clave para revertir la situación del escualo y contó cómo se redujo “el 60 % de los tiburones lastimados y golpeados, con múltiples heridas” a tan solo un 20 %.
“Teníamos muchos tiburones lastimados y golpeados por embarcaciones, gente que subía al tiburón a los barcos, que lo toqueteaba, que no respetaba el espacio del animal”, relató el egresado de la Universidad de Baja California Sur (UBCS) y especializado en el manejo de los recursos marinos.
Las malas prácticas a la hora de los avistamientos derivaban en violentos resultados de los cuales el investigador fue testigo, entre ellas “cortadas de 2 o 3 metros de largo, amputaciones de aletas y ojos” y otras crueldades que sufría el animal.
Esto se debía a que las embarcaciones privadas que entraban a realizar el avistamiento “no tenían ni idea de las reglas, las distancias, cómo llegar al tiburón, cómo bajar a la gente”.
“Al no saber todo esto, las reglas no se podían cumplir y los tiburones sufrieron”, apuntó.
Fue entonces cuando comenzaron las acciones de los prestadores de servicios, guías turísticos y distintas organizaciones de la sociedad civil en conjunto con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
“En ese momento, el objetivo era hacer del conocimiento de las embarcaciones particulares las reglas de avistamiento del tiburón y también hacerles saber que necesitaban un permiso de la Dirección General de Vida Silvestre (DGVS) para el avistamiento”, recordó.
No fue fácil ya que durante estos años, según relató Tovar, las organizaciones se encontraron con todo tipo de personas y tuvieron que lidiar incluso con amenazas.
“Había quienes nos insultaban y eran personas influyentes, familiares de autoridades como gobernadores, senadores, diputados; hubo hasta gente que nos quería golpear, gente que nos amenazó con armas” aseguró.
Pero también hubo quienes les agradecieron su labor y reconocieron estar en un error fruto del desconocimiento.
Finalmente, lograron restringir las actividades a los particulares al involucrar a organizaciones de la sociedad civil en acciones de vigilancia a través de un programa llamado “Paralelo 28”.
La labor de los vigilantes consistía en “acercarse a las embarcaciones no autorizadas y comentarles acerca de las reglas”, tales como el cumplimiento de las distancias entre embarcación y tiburón, entre nadador y tiburón, que son “las medidas más importantes para tener a los tiburones sanos”.
También se capacitó a capitanes y guías y se puso un chip satelital a todas las embarcaciones, las cuales ahora pueden ser monitoreadas y regular su actividad ya que de las 83 que tienen permiso, solo pueden entrar 14 al mismo tiempo a realizar los avistamientos.
“Afortunadamente, todas las gestiones que hizo la Semarnat y las asociaciones hicieron que la calidad y la atención que se le da al turista en los paseos con tiburón ballena subieran y lo hicieran a favor de la conservación”, celebró.
Luego del éxito, sitios como la reciente Reserva de Tiburón Ballena del Caribe Mexicano están “exportando” a otros la manera de trabajar que aquí se gestó.
Las heridas en los tiburones no solo disminuyeron, sino que también cambiaron, desapareciendo las amputaciones y las cortadas de gravedad en el pez vivo más grande del planeta, el cual llega a medir 12 metros.
El especialista destacó también la labor de los guías de las embarcaciones para orientar a los turistas y controlar la emoción que estos sienten al ver un animal de semejante envergadura.
El turista debe entender que “vemos con los ojos, no con las manos” y despojarse de “la mala costumbre de agarrar las cosas en un primer impulso”.
“Vamos a hacer apreciación de la naturaleza, no tenemos por qué tocarla y agarrarla”, aseveró.
Y es que la naturaleza preserva su belleza cuando nada la perturba, cuando “permanece inamovible, inédita, sin moverse”.
“En el momento en el que tú la tocas, ya no es inédita, pierde su belleza estética”, concluye.
Zoilo Carrillo
EFE