En el barrio chino de Bangkok, muchos restaurantes ofrecen a los comensales la apreciada sopa de aleta de tiburón sin importar la precaria situación de los escualos en el mar de Tailandia, una importante fuente de ingresos que atrae a submarinistas de todo el mundo.
«Desde hace doce años, el número de tiburones en los arrecifes tailandeses ha disminuido notablemente», afirma Gwyn Mills, fundador del grupo para la defensa de estos animales The Dive Tribes.
Cada año miles de turistas de todo el mundo viajan a Tailandia con el objetivo de sacarse el certificado de buceo en mar abierto, una importante fuente de ingresos para el país asiático.
slas del sur como Koh Tao, Koh Samui o Koh Phangan son el reclamo perfecto para estos aventureros, aunque el número está en claro descenso porque los buzos «buscan estimulantes inmersiones con tiburones» y al no recibir garantías prefieren desplazase a otros países de la zona que sí las ofrecen.
La desaparición de los tiburones de los arrecifes también supone un desequilibrio en el balance natural que puede desembocar en una «catástrofe», aseguran desde la organización.
«Estos animales se alimentan de pequeños peces que, en su mayoría, comen el plancton, productor del 70% del oxígeno mundial. Así han mantenido el equilibrio durante 420 millones de años», explica Mills.
La flota tailandesa tiene un volumen de captura cercano a las 22.000 toneladas de tiburones al año para abastecer a su mercado interno y exportar a China, una cantidad que logrará «extinguir» a estos animales de las costas de Tailandia, según la citada ONG.
A pesar de que la Organización Mundial de la Salud ha avisado sobre el excesivo nivel de mercurio que posee la carne de los tiburones, la sopa de aleta mantiene su puesto privilegiado entre los manjares de la cocina China.
«No conozco a nadie que se haya muerto por comer tiburón», indica Wan, una cocinera de un restaurante ubicado en el barrio de Yawaorat, conocido por ser el ‘Chinatown’ de la metrópoli tailandesa.
Con el crecimiento de la clase media china, lo que antes era un manjar exclusivo para el emperador y las clases más pudientes se ha convertido en un capricho al alcance de millones.
Nula protección sobre los escualos
Sin embargo, rostros famosos como el magnate británico Richard Branson o el exjugador chino de la NBA Yao Ming han iniciado hace unos días una campaña para concienciar a la población sobre los problemas derivados del consumo de la sopa de aleta de tiburón.
«Pocas personas conocen la importancia de los tiburones para mantener el balance ecológico», afirmó Ming durante la presentación de la campaña en Shanghái (China), y destacó la «crueldad» del proceso para arrancar la aleta a estos animales.
El pasado 3 de septiembre, The Dive Tribe organizó la puesta en libertad de 60 tiburones que fueron comprados en varios puertos, tiendas de mascotas y restaurantes de Tailandia para evitar que terminaran en las cazuelas de los restaurantes.
«La idea de la liberación es para llamar la atención de las autoridades públicas sobre el problema del país ante la desaparición de estos animales acuáticos», advierte Mills.
La organización pretende elevar una petición al ministerio de Medio Ambiente en Tailandia acompañada de 5.000 firmas con el objetivo de promover una ley que proteja a los tiburones dentro de las aguas del país.
Más de 104 millones de tiburones son capturados cada año en todo el mundo, de los cuales 78 millones son atrapados sólo por su aleta y devueltos al mar una vez que ésta ha sido cortada, donde mueren desangrados, según datos del grupo pro ambiental WildAid.
Países como Chile, Honduras o Bahamas, algunos estados de Canadá y Estados Unidos y varias islas-estado del pacífico tiene leyes que prohíben la venta, posesión y distribución de los productos derivados del tiburón.
Varias especies de escualos, incluidos el tiburón ballena, el blanco y el martillo, están en peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Vía: Eco-Sitio