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miércoles , noviembre 13 2024
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Secuelas del humo

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Por: Massiel Mercedes

Los incendios forestales que han ocurrido en diversas zonas han dejado sus secuelas en la salud de los habitantes de las comunidades afectadas.

La exposición de los seres humanos al humo de un incendio de cualquier tipo puede producir daños muy graves, que van desde el padecimiento de problemas de salud hasta la muerte, en el peor de los casos. Así lo explica Claridania Rodríguez, especialista en Medicina del Trabajo y Salud Ambiental de Intec. “El humo puede afectar los ojos, irritar el sistema respiratorio y agravar las afecciones de personas que padecen de enfermedades cardíacas y pulmonares crónicas. Esto se debe a que es uno de los productos más tóxicos que existen, pudiendo desencadenar complicaciones respiratorias y contaminación del medio ambiente”, dice Rodríguez.

La especialista hace la observación a propósito de los incendios forestales que, en las últimas semanas han afectado diferentes lugares del país, los que han dejado como consecuencia no solo deterioros materiales y forestales, si no también, sino  daños a la salud de los moradores de las regiones afectadas.

Ante esta realidad, Rodríguez explica que el humo inhalado a causa de un incendio puede causar en las personas tos persistente, flema, garganta rasposa o irritación de los senos nasales, dificultad para respirar, dolor en el pecho o fatiga, dolores de cabeza, irritación de los ojos, secreción nasal, ronquido, ataque de asma, irritación en los pulmones, pulso cardíaco irregular y ataques cardíacos mortales y no mortales.

Agrega que las personas que padecen una enfermedad cardíaca o pulmonar pueden tener complicaciones, ya que el humo podría empeorar sus síntomas y provocar dolor en el pecho, palpitaciones, dificultad para respirar y fatiga.

La especialista expresa que el humo inhalado también puede empeorar los síntomas de las personas que padecen de afecciones respiratorias preexistentes, como alergias, asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Y señala que estos pueden llegar a experimentar cambios como: dificultad para respirar, tos seca o con flema, molestias en el pecho y sibilancia.

Peligros
La especialista en Medicina Laboral Claridania Rodríguez asegura que la inhalación del humo puede acarrear grandes peligros para la vida de la persona. Por ejemplo, el humo que expiden las chimeneas de las fábricas o los incendios de cualquier otro establecimiento es la causa más común de asfixia, como consecuencia de aquellos componentes tóxicos que dispersa, entre ellos, el monóxido de carbono.

Señala que las partículas que conforman el monóxido de carbono son en su mayoría carcinógenas, es decir, que estar expuesto a este durante un tiempo prolongado puede provocar cáncer, debido a que el humo es una suspensión en el aire de pequeñas partículas sólidas, que resultan de la combustión incompleta de un combustible casi siempre.

Alerta que los niños corren mayor riesgo de salud por exposición al humo, pues sus vías respiratorias aún están en desarrollo, e inhalan más aire por libra de peso corporal que un adulto. Además, tienden a hacer más actividades al aire libre.

Factores de riesgo y vulnerabilidad
Claridania Rodríguez informa que hasta las personas que se encuentran en un estado saludable podrían presentar algunos  síntomas luego de inhalar una alta cantidad de humo.

“Las personas van perdiendo fuerza debido a la sustancia tóxica aspirada, mientras que la hemoglobina se convierte en carboxihemoglobina y como consecuencia puede desencadenar en un edema pulmonar o incluso y, en el peor de los casos, llegar a morir”, explica.

La especialista destaca que los adultos envejecientes tienen mayor posibilidad de verse afectados por el humo, porque es más probable que padezcan de enfermedades cardíacas o pulmonares que los más jóvenes. Los niños también son vulnerables. Según Rodríguez, a las personas que más daño le podría causar una situación de esta índole son:

ï Personas con asma u otra enfermedad respiratoria crónica.

ï Personas con enfermedad cardiovascular.

ï Personas de 65 años de edad o más.

ï Bebés y niños.

ï Mujeres embarazadas.

ï Fumadores, en especial los que han fumado por varios años.