La destrucción de la Cordillera Central continúa a velocidad alucinante.
El afán de lucro no controlado de empresarios, políticos, militares y malandrines revestidos de poder amenaza con dejar al país sin agua disponible para los acueductos, la producción agrícola, la generación de energía y las actividades lúdicas.
Duele que el principal dueño de un negocio que menoscaba las fuentes de agua que alimentan la presa de Monción sea un senador; es más doloroso aún saber que cuenta con el auspicio y la protección de las autoridades cuya obligación es proteger las cuencas y perseguir los delitos ambientales.
En medio de esta situación, la promesa de recuperación económica está fundamentada en la expansión de la megaminería metálica hacia las principales cuencas hidrográficas incluyendo la Loma de Los Siete Picos, donde nacen los ríos Ozama e Isabela; la cuenca alta de los ríos San Juan y del Yaque del Sur, aguas arriba de las presas de Sabaneta y de Sabana Yegua; las nacientes que constituyen luego el río Artibonito y las principales escorrentías de la Región Noroeste, para sólo mencionar algunas de las que se encuentran bajo amenaza inmediata.
La sequía meteorológica no es responsabilidad del Gobierno, pero la sequía hidrológica y la fragilidad ante las oscilaciones climáticas han sido significativamente incrementadas por la irresponsabilidad, la desidia y la corrupción gubernamentales.
El tema del agua carece de importancia para los políticos que pugnan por el poder.
En medio de la ausencia de propuestas, de una campaña embrutecedora, vacía y degradante, la naturaleza dominicana se ha convertido en un botín que está siendo drenado por todas las rendijas posibles: Pico Diego de Ocampo y la Cordillera Septentrional “de cabo a rabo”; Parque Nacional Sierra de Bahoruco, Valle Nuevo por sus cuatro costados; Laguna Cabarete y Goleta y todo el entorno costero al este de Puerto Plata; el Cinturón Verde de Santo Domingo en todos sus rincones y recovecos, las escarpadas montañas convertidas en potreros, aserraderos y alcancías; las aguas nacionales, reducidas, contaminadas y bajo la amenaza de privatización y un infinito etcétera suficiente para despertar la ira y convocar la rebelión social.
Agua, agua, agua.
Hay que rebelarse contra la intrascendencia, el silencio y la complicidad de los políticos en campaña.
La urgencia por el agua no termina ni empieza el 5 de julio.
Ninguno se ha atrevido a hablar del tema porque hay que decidir sobre lo que no está en sus manos ni en su voluntad, enfrentar al poder real al que sirven todos.
La construcción de contrapoder social que defienda la integridad y el carácter patrimonial de nuestros recursos naturales y asuma la tarea de recuperar nuestras cuencas hidrográficas va mucho más allá de este proceso y de sus protagonistas.
La lucha trasciende la coyuntura electoral.
Se trata de agua, se trata de vida.
Autor: Luis Carvajal