Por: Jovanny Kranwinkel
San Francisco de Asís desde 1980 es el Patrono de la Ecología. Fue nombrado por el Beato Juan Pablo II, quien vio en la espiritualidad del santo, un patrón a seguir en esta vital actividad que conserva la creación y por ella cumplimos la responsabilidad de entregar a las nuevas generaciones un mundo mejor que el que encontramos.
Grandiosa y digna de admiración es la creación hecha directamente de la mano de Dios, pero para un cristiano la redención es superior
porque es una condición que a través de Jesucristo nos convierte en nuevas creaturas y nos hace mirar con más agradecimiento todo lo que el Señor ha hecho para nosotros.
El santo de Asís recibió en su redención un inmenso amor por la naturaleza y por lo creado; su respeto a la vida en todas sus manifestaciones superó lo que muchos de nosotros hacemos por ciencia al día de hoy.
Si haber sido creados nos genera agradecimiento, recibir la redención a través de la conversión a Jesucristo, la curación y cambio de vida,
nos hace amar profundamente y al mismo tiempo agradecer a Dios por tan hermosa obra.
En tal sentido, los dominicanos hemos sido doblemente bendecidos a través de una impresionante biodiversidad y abundantes paisajes atractivos.
Como creyentes estamos conminados a vivir la conversión ecológica de San Francisco, que en la cultura actual de consumo y generadora de
desechos, es sumamente necesaria. La globalización debería haber ayudado a que fuera así, pero lamentablemente, los síntomas planetarios que estamos viviendo demuestran lo contrario.
La hermandad con las demás creaturas que nos mostró el Patrón de la Ecología nos llama a que en profunda reflexión nos mantengamos en un
constante accionar tendente a conservar y a mejorar los dones de la creación.
Un cristiano debe ser el primero que, entendiendo esta relación y a través de su propio accionar, colabore con la conservación de un equilibrio ecológico. Ya muchas cosas han sido dichas y sin embargo seguimos sin hacer un cambio profundo en nuestra manera de interactuar con la naturaleza, infringiéndole graves daños día a día.
Si cada dominicano se hace el propósito de realizar al menos algunas acciones sencillas pero significativas, las cosas pudieran ser
diferentes. Arborizar, reciclar, ahorrar agua y controlar el humo de nuestros vehículos, son solo algunas que deberían estar siendo realizadas diariamente por toda la población.
Sin embargo, si no educamos desde la familia para que nuestros hijos vayan siendo protagonistas de una justa relación con la naturaleza, no será posible contar con ellos para un mundo limpio y balanceado.
El Estado como ente regulador y de equilibrio, debe incrementar sus esfuerzos en preparar planes educativos sobre la base de la conservación
de los recursos naturales e incentivar el estudio de ciencias naturales, asegurando los puestos de trabajo para quienes las estudien y que puedan a través de ellas mantener el importante equilibrio natural que recibimos al nacer.
Pero como debemos ser justos y sabiendo que el aprovechamiento de los recursos naturales debería ser en función de todos, ya que somos los
administradores de ellos, San Francisco trabajó importantemente por los que menos tenían y su ejemplo es digno de imitar.
En cualquier acción humana basada en la explotación directa de algún recurso natural, su fin principal debe ser beneficiar a toda la
población como propietaria del recurso, amén de los costos y beneficios de esa extracción.
Mineras, cementeras, granceras, madereras, petroleras, etc, deberían haber pactado contratos en los que el Estado, como responsable de
administrar los recursos del pueblo, pueda a través de estos beneficios mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Hoy es un buen día para asumir retos personales y globales por el Ambiente, escuchando nuestra conciencia ecológica y redimiendo nuestros pecados ecológicos como nos mostró Juan Pablo II.
Lo bueno es sinónimo de Dios, hagamos pues buenas acciones para que la vida en nuestra hermosa casa (el planeta) sea más placentera y así
cumplamos el sagrado deber de mejorar la creación que nos fue encomendada y que tomamos prestada a nuestros hijos. Hay que estar a favor de lo bueno.
(El autor es Secretario Ejecutivo de la Comisión Nacional de Pastoral de Ecología y Medio Ambiente de la Conferencia del Episcopado Dominicano)