Microplástico es la palabra del año 2018 para la Fundéu. Su excesiva presencia en la naturaleza y en productos de consumo humano, incluido el agua que bebemos, ha hecho que el término sea cada vez más usado cuando se habla de problemas medioambientales y sanitarios.
La palabra, aunque no está registrada en el diccionario de la RAE, aparece en más de 2.000 artículos de EL PAÍS. Desde Verne preguntamos a Juan A. Conesa, docente e investigador del departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Alicante sobre los objetos de consumo cotidiano en los que aparecen microplásticos.
«La pregunta que deberíamos hacernos es en qué producto cotidiano no aparecen», responde Conesa, que ha investigado la presencia de este material en la sal de mesa. «También aparecen en la leche, los refrescos, la cerveza, el agua embotellada, el agua del grifo y el aceite de girasol», destaca por teléfono.
Microplásticos son «los pequeños fragmentos de plástico menores de cinco milímetros que o bien se fabricaron ya con ese tamaño para ser empleados en productos de limpieza e higiene, o bien se han fragmentado de un plástico mayor (bolsas de la compra, envases de todo tipo…) durante su proceso de descomposición», define Fundéu.
«No se han tomado muestras de toda la sal o el agua que se consume en España, pero lo que es cierto es que en todas las muestras que se han tomado han aparecido microplásticos. En ellas nos hemos dado cuenta de lo fácil que es que un envase de plástico contamine un alimento», explica Conesa.
Los distintos estudios que han analizado los microplásticos, que ya han llegado al intestino humano, estiman que un adulto medio puede ingerir entre 2.000 y 11.000 microplásticos al año. Los plásticos que aparecen más a menudo en este tipo de estudios son el propileno, básico en los envases de leches y zumos, y el PET, del que están hechas la mayoría de las botellas de plástico.
«Todavía estamos estudiando si es peligroso para el ser humano, aunque hay que tener en cuenta que el microplástico no es peligroso en sí mismo, porque el cuerpo humano se encarga de expulsarlo de forma natural. El problema son los contaminantes que arrastra en su superficie, que posiblemente se quedará en distintos tejidos», apunta el investigador.
La definición que ofrece Fundéu considera microplásticos a los fragmentos «menores a 5 milímetros». El investigador de la Universidad de Alicante matiza que los microplásticos que ha encontrado en las muestras que ha analizado tienen un tamaño muy inferior a esos cinco milímetros: entre cinco y 200 micras (una micra equivale a la milésima parte de un milímetro).
Fundéu, que colabora con la Real Academia Española (RAE) para promover un buen uso del español en los medios de comunicación, escoge desde 2013 las palabras en español del año. «La selección se hace entre los términos que han estado presentes en mayor o menor medida en la actualidad informativa y tienen cierto interés desde el punto de vista lingüístico», explica la fundación en su web.
«Los medios de comunicación suelen relacionar el problema del plástico con el de la contaminación del mar, un término que no es del todo preciso. La contaminación se produce en tierra y luego llega al mar. El problema es el mal trato que damos a nuestros residuos, que hace que se trasladen a otros ambientes», comenta el investigador.