Por: Simón Guerrero
SANTO DOMINGO. David Wingate fue la primera persona a quien oí hablar (y hacer) sobre restauración ambiental o ecológica, cuando nos platicó sobre sus trabajos de restauración en la isla Nonsuch, Bermuda, en una noche memorable a principios de los 80. En los artículos en que narré esa historia, dejé claro cómo las ideas y ejecutorias de David cambiaron por completo mi visión de la conservación de la naturaleza.
Diez años más tarde, asistí en Puerto Rico a una reunión sobre programas de restauración organizada por el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos. Este programa apoya a los terratenientes que muestren interés por restaurar o mejorar la calidad de los hábitats en sus fincas, convirtiéndolos en guardianes de la conservación de la biodiversidad en sus cotos privados.
Durante las últimas dos décadas he recomendado, por diferentes vías, que el paradigma de la «reforestación» sea sustituido por (o por lo menos complementado con) el modelo de la restauración ecológica, el cual conduce a resultados más amplios y más beneficiosos para los ecosistemas, ya que nos obliga a tomar en cuenta todos sus componentes.
La restauración permite, además, formular objetivos operacionales más claros que facilitan la posterior evaluación de los proyectos y la integración de las comunidades al manejo y disfrute de las áreas restauradas. Mi última embestida a favor de la restauración tuvo lugar hace unos años, cuando se produjo la reanimación del programa Quisqueya Verde. Escribí varios artículos en los que me atreví a sugerir a sus dirigentes reorientar el programa hacia objetivos más ecosistémicos que la simple reforestación. Me enteré de que copias de esos artículos fueron repartidas en las reuniones del comité central de Quisqueya Verde.
Dudo, sin embargo, que estos antecedentes tuvieran algo que ver con la «recuperación» de dos humedales suburbanos: el Cachón de la Rubia y el Parque de Nigua, iniciada por el Ministro de Ambiente en el 2009. En el 2010 se celebraron dos actividades que aportaron el marco conceptual al hecho consumado: una conferencia en el Parque de las Investigaciones y otra en el Museo de Historia Natural, con la participación en ambas de expertos extranjeros.
Hace algunos años tomé la decisión de no participar en ningún proyecto conservacionista que no me garantice que el ecosistema o la especie que es el objetivo de dicho proyecto se va a enterar de nuestros esfuerzos. Me cansé de proyectos cuyo único resultado tangible es un informe escrito. Por eso apoyo las iniciativas de restauración de humedales que implementa el Ministerio de Ambiente, a pesar de sus imperfecciones.
La bidiversidad que depende de esos ecosistemas y las comunidades aledañas, no sólo perciben los cambios sino que ahora pueden disfrutarlos de manera sostenible.
Via: Diario Libre