Sentencia oportuna.- Alguien debería preguntarse porqué el presidente Leonel Fernández decidió romper el hermético silencio que mantenía alrededor de la cementera que se pretende instalar en las proximidades de Los Haitises, que como todos saben ha puesto en pie de guerra a los grupos ecologistas y sus socios solidarios, motorizando un movimiento de oposición capitaneado por organizaciones de jóvenes de clase media al que se han sumado la Academia de Ciencias y la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), entre otras instituciones y organizaciones, hasta que la Sala Administrativa y Contenciosa del Distrito Nacional, que preside la magistrada Sarah Henríquez Marín, ordenó la pasada semana detener temporalmente los trabajos.
Y he ahí, precisamente, donde está la clave del sorpresivo destape del mandatario al anunciar que se pidió al organismo medio ambiental de la Organización de las Naciones Unidas analizar la factibilidad de instalar esa cementera donde se pretende, con lo que –dicho sea de paso– le mató el gallo en la funda al secretario de Medio Ambiente, quien debió ser, por razones obvias, el que hiciera tan importante anuncio a la opinión pública. Esa sentencia, como caída del cielo, le ha proporcionado al presidente Fernández la excusa perfecta, el oportuno bajadero que le permitirá quitarse de encima, sin que se resientan los beneficiarios de la controvertida concesión minera, un problema que parecía crecer como una bola de nieve, que ya provocó daños irreparables a la imagen de Jaime David Fernández Mirabal, y que con toda seguridad terminaría convirtiéndose en una mancha negativa para su gobierno.
Siempre ha sido difícil –los políticos lo saben de sobra– quedar bien con Dios y con el Diablo al mismo tiempo, pero el presidente Fernández deberá agradecerle a la valentía y el coraje de la mujer que parió esa sentencia el que hoy pueda disfrutar de ese raro privilegio.
Por: Claudio Acosta
Hoy Digital