Que No Muera La Esperanza

La esperanza luche acorralada, sitiada y en proceso de aniquilamiento total. Es una especie en peligro de extinción.

El asunto es que no podemos perderla. Aunque no haya motivos aparentes para que siga viva. Porque simplemente es lo último que debe perderse, y porque después de ella solo puede sobrevenir la muerte. Entonces, porque no somos suicidas no debemos perder la esperanza.

Contrario a lo que puede ser la percepción generalizada, los argumentos para no perder las esperanzas, para no amilanarnos, para no dejarnos derrotar y caer en la pasividad y permisividad total, son los mismos hechos que nos llenan de desazón y algunos ramalazos de luz que anuncian un nuevo amanecer.

Por ejemplo, en contra del guerrerismo fascista de los gobernantes de Israel, debe haber un pueblo Judío, o al menos una parte importante de él, deseoso de vivir en paz, de que le respeten un territorio y de respetar el derecho de los palestinos a vivir en territorio propio y en paz. Incluso de ensayar caminos impensables de convivencia. A pesar de la cúpula gobernante de Israel, que no quiere la paz, que la boicotea, incluso cuando los líderes palestinos manifestaron su acuerdo para que se mantuviera el estado judío.

La crisis mundial, con la que tanto se nos asusta y con la que amenazan la esperanza, puede ser la oportunidad de producir los cambios en un sistema mundial que se ha revelado insostenible, incapaz de reducir la pobreza y que amenaza la existencia misma del planeta. Entonces, la crisis misma puede ser fuente de esperanza.

En lo local, nos abaten tantas situaciones que parecería que aquí sí que no hay lugar para abrigar entusiasmos. Pero quizás sea lo contrario.

Por ejemplo, el profundo deterioro de los poderes públicos, la desfachatez de las autoridades, la corrupción y la impunidad que tanta desazón nos causan, pueden ayudar a la descalificación definitiva de los partidos políticos y líderes que sostienen este régimen de cosas, y para la revalorización de nuevos liderazgos, de nuevas opciones que indudablemente existen en la sociedad.

El insulto que representan los indultos privilegiados e irritantes que ha promulgado el Presidente de la República, y que se suman a otras inconductas, echan por el suelo cualquier reducto de confianza que este político joven y preparado haya podido despertar, y poco a poco contribuyen al deterioro de su imagen y liderazgo, abriendo la posibilidad de nuevos liderazgos más auténticos.

Tiene que surtir su efecto tanta práctica cuestionable. La degeneración a que ha llevado a su propio partido otrora abanderado de la una prédica ética y ahora sumiso a una gestión signada por escándalos de corrupción, por impunidades y compra de adherencias.

La sociedad irá despertando de su encanto a medida que siga descubriendo su verdadera naturaleza. Su falsa modernidad que no ha pasado de viejas prácticas clientelistas. Su reafirmación en las posiciones más conservadoras. Su alianza y maridaje con los herederos del trujillismo y del balaguerismo. Su desdén frente a los sectores populares. Su inclinación a repartir a manos llenas a tránsfugas y oportunistas, los recursos que le niega tozudamente a los sectores sociales organizados que reclaman obras, servicios y mejores condiciones de trabajo y de vida.

Lejos de desilusionarnos, nos invita a renovar bríos las acciones de una suprema corte que pierde cada día más su autoridad, con su reputación relajada con el manejo poco serio del caso Sun Land, deuda externa inconstitucional para la reelección que todos tendremos que pagar. Con jueces que protegen parientes sorprendidos en situaciones ilegales y cargados de muchas otras sospechas y que se quedan en su poltrona impasibles, a sabiendas de que su honorabilidad está rodando por los pisos.

Nos llama a sacudirnos los escándalos de la Cámara de Cuentas, de la pasada y de la actual.

Es razón para levantarnos cada funcionario corrupto, cada tránsfuga de ayer y funcionario de hoy que reparte los dineros del estado como si fuera un premio de lotería que se sacó con el puesto, o como si fuera la caja de una bodega de su propiedad.
De las otras fuerzas políticas predominantes, que han dirigido el estado, les descarta las prácticas asumidas en el poder. Una está en desbandada, con una parte entregada al oficialismo y la otra buscando la forma de insertarse. La otra no supera la dispersión interna que originaron las propias zancadillas intestinas, sin liderazgos creíbles, alejada del poder sus miembros se mueven a conveniencia coqueteando con el poder.

En cambio, se siente un sacudimiento de la sociedad, de las verdaderas fuerzas vivas de la nación. Múltiples esfuerzos unitarios se encaminan para recomponer las fuerzas progresistas. Cada vez más personas que habían permanecido en las gradas dan un paso al frente y se comprometen. La juventud aparece creativa e innovadora, se abraza a los árboles para evitar la deforestación, grita dando un paso adelante “tamos jartos”, y se expresa de múltiples y crecientes formas.

A lo interno del partido oficial y de los dos principales de la oposición se levantan voces cuestionando el derrotero de los mismos, clamando por la ética.

Nunca es tan oscuro como cuando va amanecer.

La descomposición total es la antesala de la renovación.