P. Profesor, dizque en Haití hay más variedad y cantidad de minerales que aquí, que no es cuestión de huevos, salamis o plásticos, sino de rediseño de la fisonomía y la realidad económica de aquel lado fronterizo ¿qué le parece si realmente se invierte la torta y nosotros nos vemos conminados a seguirle los pasos a los haitianos?
R. Ojalá que los sueños no terminen en pesadilla, allende las fronteras y el tiempo. Es cierto, la minería es una ventana del desarrollo que se abre de par en par en la frontera de la La Hispaniola, justo en medio de la geografía económica de las dos naciones que se disputan sus dominios.
Pero el problema no reside en que se explote o no la variedad de yacimientos minerales que puedan existir a ambos lados del Artibonito, el Masacre o del río Pedernales, sino en “cómo hacerlo” sin que Haití pase a ser más pobre que lo sido hasta ahora, porque la contaminación termine por hacer inservibles las aguas que le llegan desde este lado y nosotros nos formemos el espejismo de que realmente la minería a cielo abierto puede generar más riquezas que pasivos ambientales y decidamos competir, con el firme propósito de ganarle en esta carrera de relevos de la miseria.
La miopía es una enfermedad muy seria y puede conducir al colapso a mayor velocidad, si la sufrimos en la imaginación o en la mente que solo la iluminan las luces fatuas del desarrollo a todo costo y sin miramientos de las consecuencias.
La Hispaniola es tesoro de la biodiversidad planetaria que flota entre el Mar Caribe y el Océano Atlántico, a bordo del trasatlántico de la pobreza que se extiende y se viste con diferentes ropajes entre la proa y la popa de esta nave, que debe conducirnos hacia el porvenir, con menores traumas que los sufridos en la historia reciente.
Con montañas desnudas repletas de cráteres lunares legados por la minería a cielo abierto, sin un árbol relicto en la cima de una colina que al menos nos advierta, de que todavía es posible conjurar al desierto y con aguas de escorrentías súper contaminadas con metales pesados, que deben apagar la sed de dólares y riquezas, pero que lo más seguro es que devenga en una tragedia que arrope la agricultura, la calidad de vida y cierre definitivamente las puertas de la supervivencia.
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