El proyecto de lucha contra la deforestación que Brasil ha implementado durante los últimos ocho años puede servir de ejemplo al resto de Latinoamérica en sus políticas ambientales, señaló hoy el experto brasileño Tasso Azevedo.
Azevedo, un ingeniero forestal que fue director del Programa Forestal Nacional de Brasil, narró hoy en Costa Rica, en el marco de la conferencia internacional TEDx, la experiencia exitosa de su país en cuanto a la reducción de la deforestación en la Amazonía y su impacto en la fijación de carbono.
De acuerdo con Azevedo, entre 2004 y 2010, Brasil redujo la deforestación de la selva, producida especialmente por la tala ilegal de árboles de caoba, de 27.000 a 6.400 kilómetros cuadrados.
El secreto del éxito de este programa radicó, según el especialista, en que se atacó el problema desde distintos frentes; por ejemplo, los decomisos de toneladas de madera cortada ilegalmente se hicieron en presencia de la prensa, para evitar actos de corrupción.
«La caoba se convirtió en el símbolo de la deforestación en Brasil. El reto era quebrar el negocio de los que talaban ilegalmente el bosque, así que en vez de enviar muchas veces a la policía esperamos a que hubiera una buena cantidad de madera y fuimos con la prensa», explicó el ingeniero.
«Llegamos a tener 30.000 metros cúbicos de madera, pero en vez de subastarla, como usualmente se hacía, porque los mismos que la cortaban luego la compraban legalmente en la subasta, decidimos donarla a una organización no gubernamental para su exportación, y que las ganancias se destinaran a un fondo especial para el desarrollo de las comunidades afectadas por la deforestación», añadió.
Al mismo tiempo, el Gobierno brasileño inició un monitoreo en tiempo real de las selvas amazónicas, lo que permitió, entre 2005 y 2010, la detención de 700 personas, 200 de ellas funcionarios públicos.
Además, se aumentó en 500.000 kilómetros cuadrados el territorio protegido del país suramericano, y se promovieron acciones para responsabilizar por la deforestación no solo a quienes talaban los árboles, sino a «toda la cadena valor relacionada al negocio», como bancos, comerciantes, transportistas, etc., subrayó Azevedo.
La siguiente preocupación era la cantidad de carbono que no se estaba fijando debido a la corta de bosque: los 27.000 kilómetros cuadrados desforestados en el 2004, representaron un billón de toneladas de carbono que llegaron a la atmósfera, puntualizó el experto.
Brasil decidió entonces lanzar un Fondo de Carbono voluntario, pero con un esquema diferente del que tradicionalmente se ha seguido en el mundo, pues no se trató de una compra de bonos.
«No dimos crédito», es decir, los donantes, como Noruega que se comprometió a aportar un billón de dólares en siete años, no pagaron para compensar una cantidad específica de sus emisiones, sino simplemente por el servicio que a Amazonía le brinda al planeta.
Para Azevedo, el camino emprendido por su país es solo el inicio de las muchas acciones que se requieren a nivel global, pero aseguró que aunque la tendencia de emisiones es actualmente alarmante, con 52.000 toneladas al año, aún se puede revertir esta tendencia.
«En Brasil, el 60% de los gases efecto invernadero son producidos por la deforestación», dijo, y por eso se decidió atacar este problema de forma prioritaria, pero en el mundo, los mayores emisores son la energía y la industria.
«El reto es grande pero no imposible», concluyó el joven ingeniero y consultor brasileño.