Científicos del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF-UAB) han regresado de una expedición a Alaska, donde han comprobado que se está deshelando más rápido de lo que se creía el permafrost, la capa de suelo permanentemente congelada y que retiene gases de efecto invernadero.
Permafrost
Según han explicado los investigadores, el permafrost, que cubre una cuarta parte de la superficie terrestre del hemisferio norte, mantiene el carbono inmóvil en la turba, que es el suelo vegetal que guarda un 42 % del carbono total almacenado en el suelo, y si se descongela lo liberará a la atmósfera en forma de gases de efecto invernadero, como el CO2 o el CH4.
Los investigadores del CREAF Olga Margalef, Oriol Grau y Sergi Pla-Rabes han regresado de una expedición al norte de Alaska, donde han estudiado qué consecuencias tendrá la descongelación del permafrost en las turberas como consecuencia del calentamiento global.
“El permafrost se está degradando porque el incremento de temperaturas funde el hielo que contiene. Las fronteras de suelo congelado más al sur están retrocediendo hacia el norte. Las últimas décadas lo han hecho entre 30 y 80 kilómetros”, ha advertido Margalef.
“Estudiar qué efectos tiene la fusión de estos suelos congelados es básico para entender los cambios en los ciclos biogeoquímicos que se pueden llegar a dar a escala planetaria: con su descongelación esperamos emisiones enormes de CO2 a la atmósfera, pero también la liberación de grandes cantidades de fósforo o de nitrógeno al agua y disponible para los organismos”, ha puntualizado.
Esta es la segunda campaña de campo que realizan después de que en la anterior viajaran a Laponia, en Suecia, financiada también por la convocatoria INTERACT (fondos europeos que permiten el acceso a estaciones de investigación remotas a investigadores jóvenes).
“El muestreo de suelo congelado no es nada sencillo porque es duro como una roca y hay que usar un perforador. Usamos un motor acoplado a un perforador diseñado expresamente para este trabajo”, explica Oriol Grau, miembro de la expedición.
Aumento de las temperaturas
Los investigadores han comprobado en Alaska que el permafrost ya tiene zonas degradadas por el aumento de temperaturas, tanto en los márgenes como en las zonas centrales de las turberas y han advertido que su deshielo es una de las amenazas globales más importantes.
“Cuando el permafrost se descongela, la materia orgánica que contiene la turba se puede descomponer y hacer que el reservorio de carbono y nutrientes almacenados durante miles de años en estos suelos se movilice en forma de emisiones de gases (CO2, CH4 y otros) que pueden liberarse a la atmósfera y provocar más calentamiento, pueden diluirse en los cursos de agua y pueden ser absorbidos por una u otra vía por diferentes seres vivos”, han añadido los científicos.
Por este motivo, dicen que es imposible predecir con certeza cuáles serán las consecuencias del deshielo del permafrost.
Sin embargo, como ocupa una superficie enorme y contiene grandes reservorios de carbono, “lo que sí podemos predecir es que, pase lo que pase, lo hará a una escala que tendrá efectos planetarios, que nos podría llevar a un punto de no retorno en términos climáticos”, alertan.
Además, la degradación del permafrost también puede tener consecuencias directas sobre las infraestructuras humanas: si se funde el suelo, éste se desestabilizará y las carreteras y casas situadas en estas latitudes podrían colapsar, avisan.