Guillermo Pérez
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El plan y sus ejecutores están en movimiento, las obras están a la vista, los beneficios son evidentes, las autoridades están motivadas y, de continuar esa marcha, para el 16 de agosto de 2016, cuando el gobierno del presidente Danilo Medina haya concluido su gestión de cuatro años, 50 microcentrales hidroeléctricas estarían operando plenamente en comunidades pobres y casi inaccesibles del país, generando cambios en la vida de más de 30 mil dominicanos que entonces habrían conquistado acceso, por primera vez, a luz eléctrica sin elementos contaminantes, trabajo, pequeños negocios, educación y disfrute del avance de la tecnología.
Estas pequeñas obras, generadoras de frutos gigantescos, son ahora admiración de la gente que habita en apartados rincones del territorio y las están reclamando para su entorno.
Camino hacia sus propósitos, las autoridades han marcado ya 20 proyectos en operación, que representan un aporte de 336.5 kilowatts, de 50 contenidos en una carpeta bajo el Programa de Pequeños Subsidios del Fondo para el Medio Ambiente Mundial. La parte del gobierno en estas obras está a cargo de la Unidad de Electrificación Rural y Sub-urbana (UERS), bajo la dirección de Thelma Eusebio. El impacto de estas iniciativas solo es valorable en sus aportes reales cuando se desciende al terreno, allí donde conviven los actores que ahora ven, tocan y se sirven de sus beneficios.
El último de esos proyectos empezó a operar recientemente en una elevación de casi dos mil metros de altura, entre las enormes estribaciones y ramales montaraces del municipio Galván, de Neiba, enclavado en la Sierra de Bahoruco.
Aquí, sentados entre espesos macizos montañosos, con una exuberante vegetación que se extiende sobre una prolongación de fallas y áreas rocosas, a unas alturas escabrosas que dificultan su acceso sobre el terreno, seis pequeños caseríos humanos de la campiña de Galván, en Neiba, están seducidos hoy por una conquista que le trajo aquí, por primera vez en sus vidas, luz salida del usufructo del agua, generadora de energía eléctrica limpia a sus hogares.
Hasta que las bombillas fulguraron en las humildes casitas de los pequeños caseríos incrustados entre montañas, los eventos de convivencia experimentados en la vida de las 154 familias que cohabitan en estos apartados asentamientos humanos transcurrían con aparente indiferencia entre sus pobladores.
Ahora, sus alegrías parecen multiplicadas y un mundo oculto detrás de las sombras se abre ante sus pies.
Cuando el sol dejaba atrás el relieve abrupto de sus elevadas montañas, donde se registran alturas de hasta dos mil metros, los habitantes de El Majagual, Gran Plena, Los Arroyitos, Batista, El Mundito y Río Arriba quedaban literalmente envueltos bajo una gigantesca toga negra.
Son pequeños caseríos habitados por labradores incansables conectados a tierras fértiles y de buen clima, abrazados por las cortinas naturales de las lomas Los Macizos, El Novillo, Bautista y Los Mosquitos.
Acceder aquí, en vehículos o animales, es una tarea que enfrenta apuros y agotamiento. Por eso están reclamando una carretera. Es una elevación accidentada que se toma cerca de dos horas para alcanzar, desde sus faldas pedregosas y estrechos pasajes hasta su tope, en una distancia de casi dos mil metros.
Pero un día la historia cambió de un porrazo la vida de la gente en estos caseríos montañeses. La luz llegó aquí al entrar en operación una microcentral hidroeléctrica levantada a un costo de 15 millones de pesos, que ahora está generando 40 kilowatts de energía para servicio de 24 horas.
Es la úlitma de estas pequeñas obras que dejan grandes beneficios. La gestión de Thelma Eusebio ha puesto en servicio veinte micros centrales en las comunidades Los Naranjales, El Limón y La Bocaina, en San José de Ocoa; El Recondo, en Azua; Los Igenitos, en San Juan de la Maguana; Majagual, Monseñor Nouel y Piedra de Los Veganos, en Bahoruco; Angostura, Paso de La Perra, El Dulce y La Lomita, en La Vega; Los Mangos, en Puerto Plata; El Jamo, en San Francisco de Macorís; El Jengibre, La Canastita, La Peonía, La Cabirma. Vallecito y Los Montazos, en Santiago Rodríguez; Fondo Grande, en Dajabón, y La Majagua, en Monte Plata.
La energía que llega a la gente de los poblados de Galván proviene de las aguas del Arroyo Capá, que aporta 100 litros por segundo. El agua es conducida a 640 metros. Se aprovecha un salto de 70 metros y es conducida hasta la pequeña hidroeléctrica, donde está la turbina y el generador eléctrico. Desde allí se bifurcan nueve kilómetros de redes para distribuir la energía hasta las viviendas de las comunidades beneficiarias.
Los pobladores son laboriosos, apacibles y bondadosos. Bajo un ambiente de bien cuidada convivencia, libre de contaminación de gases y ruidos, aquí suele oscurecer temprano. Acostado el sol, la gente no tenía adonde ir. La historia se repetía día tras día, en la misma rutina, hasta hace pocos días cuando ese pesar llegó a su fin.
La llegada de energía eléctrica a estas comunidades ha dado un salto a las formas de vida de un pequeño poblado de labradores dedicados al cultivo de café, habichuelas, maíz, gandules, guineos, plátanos, cítricos y otros cultivos. Mejorará las condiciones de vida de los vecinos de El Majagual y 154 familias de los parajes Gran Plena, Los Arroyitos, Batista, El Mundito y Río Arriba.
Facilitará servicios de electricidad en viviendas, pequeños negocios, iluminación pública y centros comunitarios. Estos sistemas son administrados por los pobladores, a través de asociaciones de usuarios.
Las comunidades aportan el trabajo no especializado para construir las obras e instalar el sistema micro hidroeléctrico.
A través de este sistema de generación se busca dar suministro a zonas aisladas donde llevar una línea de interconexión del sistema eléctrico principal puede ser muy costoso, dando solución a pequeñas demandas de energía eléctrica.
Son capaces de generar hasta 10 kilowatts de electricidad a partir del flujo de agua, sin grandes represamientos, para abastecer a pequeños asentamientos humanos.
Una de las grandes bondades de estas obras es que no generan residuos contaminantes en el aire ni en el agua, porque no requieren de combustibles fósiles, ni de otro tipo. Esto las convierte en una tecnología limpia.
Gente vio luz eléctrica por primera vez
Las localidades beneficiarias aportan la mano de obra no especializada para construir e instalar el sistema micro hidroeléctrico.
A través de este sistema de generación se suministra luz a zonas aisladas donde llevar una línea de interconexión del sistema eléctrico principal resulta muy costoso, dando solución a pequeñas demandas de energía eléctrica.
Son capaces de generar hasta 10 kilowatts de electricidad a partir del flujo de agua, sin grandes represamientos, para abastecer a pequeños asentamientos humanos.
Una de las grandes bondades de estas obras es que, al no requerir de combustibles fósiles ni de otro tipo, no generan residuos contaminantes en el aire ni en el agua.
La selección de pequeños poblados para construirlas se debe a su estado de aislamiento, sin conexión a la red principal.
Thelma Eusebio, directora de la Unidad de Electrificación Rural y Sub-urbana (UERS), dice que estas obras generará “una mejoría en los medios de producción, comunicación, educación y acceso a servicios básicos”, de la gente que habita estos poblados.
Vía: Listin