El Patrimonio mundial está sometido a una amenaza “sin precedentes” generada por la crisis climática, que incrementa su vulnerabilidad en todo tipo de “ecosistemas, regiones y climas”, ha alertado a Efe la geógrafa alemana y directora del Centro del Patrimonio Mundial (CPM) de la Unesco, Mechtild Rössler, en el 75 aniversario de la creación de esta agencia de la ONU.
Se trata de 1.121 lugares “con un excepcional valor universal” que, en los últimos diez años, han sufrido diversos grados de deterioro debido a factores medioambientales, incluidos “la erosión, los terremotos, las inundaciones las tormentas o los grandes fuegos como los ocurridos en Australia y la Amazonía”, todos ellos agravados por el cambio climático.
Los cambios rápidos y la progresiva pérdida de la biodiversidad mundial también son indicadores de “cómo los seres humanos transforman el planeta, a gran velocidad y de forma negativa”, según esta experta.
Rössler advierte de que, para la Unesco, el deterioro o la desaparición de cualquier punto del patrimonio cultural o natural constituye “un perjudicial empobrecimiento de la herencia de todas las naciones” ya que “no solo los estamos preservando para nosotros mismos, sino también para las futuras generaciones”.
El papel de las comunidades
Y la preservación del patrimonio va más allá de los espacios naturales o los complejos arqueológicos, porque involucra también a sus poblaciones, cuyas prácticas vitales incluyen “la transmisión de tradiciones orales, artes escénicas, prácticas sociales, celebraciones de festividades o conocimientos tradicionales”.
La directora del CPM ha subrayado que los beneficios de promocionar “el patrimonio, la artesanía y la sabiduría locales” son “reconocidos y valorados” y generan ingresos con los que las comunidades que viven en ellos o a su alrededor “aseguran su supervivencia”.
Sin embargo, los embates de la crisis climática “pueden expulsarlas”, por lo que la Unesco aspira a facilitar “una respuesta holística, efectiva y sostenible” que “inspire la transformación en la sociedad” y promueva “el desarrollo sostenible y la resiliencia”.
La entidad que dirige Rössler ejerce como “un campo mundial de observatorios del cambio climático” ya que cuenta con “mecanismos de medición de impactos, monitorizados periódicamente”.
Los datos así obtenidos resultan “cruciales” para difundir información sobre el cambio climático a nivel global, así como para recomendar “acciones correctivas oportunas”, ya que proporcionan una “guía práctica para la adaptación al cambio climático de los espacios culturales y naturales”.
Entre las misiones desplegadas por la Unesco para salvaguardar el patrimonio, figura un proyecto para recuperar la vida salvaje en el entorno del lago Chad, en el África Central, cuyo tamaño está disminuyendo “a causa del cambio climático” y otro para construir estrategias de resiliencia en las barreras de coral del archipiélago de Palaos, del de Nueva Caledonia o Australia, territorios todos ellos ubicados en Oceanía.
Catalizador para un modelo sostenible
El carácter icónico del Patrimonio Mundial “puede aumentar la concienciación y la preocupación pública” por el medioambiente y generar una alerta global, ya que lugares muy conocidos a nivel turístico como la ciudadela inca de Machu Picchu (Perú), el conjunto urbano en la laguna de Venecia (Italia), el monumento funerario del Taj Mahal (India) o la Gran Muralla (China) “están amenazados por el cambio climático”.
La actividad del CPM puede, de esta manera, servir como “catalizador” para transformar “las políticas de innovación y los sectores económicos, medioambientales y sociales” y mostrar “los cambios que el mundo necesita”.
Para ello, su objetivo principal en este momento pasa por incrementar “las capacidades y propiedades de esos bienes para mantener su excepcional valor”, adaptarlos con “el desarrollo de estrategias de mitigación del cambio climático” y lograr “un futuro sostenible”.