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Nos puede coger la noche

Jaime David, que muchas personas consideran está llevando a cabo una labor ciclópea al frente de la Secretaría de Medio Ambiente, en los afanes propios de su cargo debe lidiar con poderosos intereses que, a lo largo de la historia, han provocado daños incalculables a la ecología y, por ende, a la madre naturaleza, hablando en sentido general.

Es tarea de titanes enfrentar a quienes depredan ríos, montañas, arroyos, humedales, lagunas, entre otras riquezas naturales de las tantas que tiene este país. Pero, a través de los años la mano depredadora del hombre ha sido proclive para que poco a poco esas riquezas, otrora inagotables, se vayan extinguiendo poco a poco.

Para nadie es un secreto que República Dominicana dispone de excelentes recursos hídricos, en primer lugar debido a su bien distribuido sistema de montañas.

A saber, en la cordillera Central, que se ubica en el mismo centro de la isla, es el nacimiento de los más importantes ríos del país.

Pero igualmente nacen en ese sistema montañoso innumerables ríos que son afluentes de otros de mayor caudal.

Situación parecida se da con la cordillera Septentrional, que se ubica en la parte Norte de la isla, mayormente entre las provincias Espaillat y Puerto Plata, la Sierra de Bahoruco, en la región Suroeste, y la cordillera Oriental, entre las provincias El Seibo y La Altagracia.

Es digno mencionar aquí a Los Haitises, promontorio de mogotes declarado por el Estado reserva natural. Importantes ríos tienen sus fuentes de nacimiento en esos sistemas cordilleranos.

En muchos de esos lugares hay inversiones millonarias que se reflejan en fincas ganaderas,  plantaciones agrícolas, granceras, fábricas y otros establecimientos que de uno u otro modo atentan contra la ecología.

Todo el que hace una inversión, de la índole que sea, pregona la tesis de que contribuye con el desarrollo nacional.

Pero no se contribuye al desarrollo nacional cuando se talan árboles maderables para convertir un predio en hato ganadero, cuando se introducen gredars, palas mecánicas y retroexcavadoras para succionar arena procesada por los mismos ríos, en un proceso que la propia naturaleza  emplea miles de años, pero que el hombre en estos tiempos lo estropea y echa a perder todo en cuestión de minutos.

Los dueños de granceras, que siempre han tenido defensores en todas las esferas de poder, se escudan en el clisé de que si el Estado paraliza las extracciones de materiales en los ríos, se detiene la industria de la construcción,  y que entonces se trastorna la dinámica de la economía.

Hay otras formas de mantener los proyectos vinculados a la construcción de obras sin tener que asesinar a nuestros sistemas acuíferos. Ahí están las canteras. Si las buscan, las encontrarán.

Otra cosa, Jaime David. La contaminación por monóxido de carbono no solo mata gente, también a nuestras ciudades. Ninguna regulación, de las que aguanta el papel se está cumpliendo.

Solo hay que pararse en una avenida y observar el transitar de camiones, patanas, guaguas, carros y motocicletas con sus sistemas de escape en pésimas condiciones, provocando ello una altísima contaminación en el ambiente.

Estos problemas tienen que ser tomados en cuenta para buscarle rápida solución, no solo en teoría. La práctica debe imponerse.

¡Cuidado!   Porque nos puede coger la noche.              

POR FELIPE MORA
El Caribe CDN