El vehículo de Luis Abreu tiene capacidad para 10 pasajeros, pero solo pueden ir dos. La furgoneta de José Bonilla no transporta carga porque siempre está llena. ¿La razón? Ambos tienen sus vehículos llenos de bocinas, y lo hacen porque gustan de lo que califican como un pasatiempo costoso: la música a todo volumen.
«Puedo estar enfermo y si escucho música me sano», afirma Bonilla, un negociante de bienes raíces de 50 años de edad y 10 aficionado a la llamada música a 12 voltios.
En el ambiente «musicólogo» es conocido como JR. Su furgoneta, bautizada como «La JR 5.0, la rebelión de las máquinas», tiene bocinas en el interior, en las puertas traseras y en el techo. Estima que le tomó seis meses preparar el vehículo, una Chevrolet del 2006. Cuenta que ha ganado 112 trofeos por las capacidades de los sistemas de sonido que ha instalado en cinco automóviles en una década.
Aunque en los últimos años está teniendo más seguidores, ya hace unos 20 años que en República Dominicana se desarrolla esta afición de alcance internacional que atrae a empleados privados, pequeños empresarios, políticos y peloteros. Algunos hacen inversiones para equipos menores llamados «kitipó», y otros para más complejos de hasta más de RD$3 millones. «La música es cara, este no es un lujo que lo puede tener todo el mundo», afirma Bonilla.
El motivo del gasto es, como se dice en la jerga de este pasatiempo, sonar música y hacer chipeos (competencias) por categorías para determinar cuál equipo tiene mejores bajos y otras condiciones. Hay quienes lo hacen de manera irregular en espacios públicos; otros en eventos en la Feria Ganadera, en el clausurado Aeropuerto de Herrera, en el Malecón de Jarabacoa y en fiestas patronales, que atraen a personas de Puerto Rico, Miami, Nueva York y otras latitudes. Las actividades consiguen patrocinio y se promueven en páginas web especializadas y grupos de Facebook.
Leoncio Tavárez, presidente de Música del Cibao, uno de los principales importadores en el país de equipos de sonido, estima que esta afición contribuye al mantenimiento económico de más de 800 locales que instalan los sistemas.
Leoncio Tavarez muestra algunos equipos de sonido que compran los «musicólogos».
Franklin Ruiz, conocido por su negocio Frank Music, es un instalador con 28 años de experiencia. Indica que semanalmente atiende un cliente con interés de equipamiento. «Hay música que cuesta 5 mil pesos, pero hay música de 7 millones. Esto es una fiebre que se lleva por dentro, tu empiezas pequeño y cuando vienes a ver tienes el carro sin asientos», dice.
Un par de bocinas pueden costar RD$2,500 y hasta RD$40 mil. Y son solo una parte del entramado de la instalación que incluye plantas amplificadoras, radio, control remoto, «tweeter» (altavoz optimizado para reproducir sonidos agudos), baterías, cables y ecualizadores, entre otros artefactos.
Bonilla tiene un canal en YouTube con videos de su participación en competencias, algunas en Puerto Rico, a donde ha viajado cuatro veces con su vehículo y ganado la categoría mayor: 12 bajos de 21. En una grabación se aprecia cuando un espectador coloca la bandera dominicana frente a los altavoces y el lienzo se agita por las vibraciones.
Esta afinidad por la música alta permitió que el 28 de septiembre de 2014 se rompiera un récord Guinnes en Brasil, donde con una elevada cantidad de altavoces de vehículos se logró generar la mayor vibración del suelo.
¿Cómo se suena?
Para comprender cómo se desarrolla el gusto por este pasatiempo, DL asistió a un evento benéfico de chipeo callejero iniciado la tarde de un domingo en un estadio de béisbol de Santo Domingo Este. En actividades de más envergadura se evalúan los equipos con un aparato llamado SPL (Sound Pressure Level), pero en esta ocasión lo hacía un jurado.
Cientos de personas, en su mayoría jóvenes varones, rodeaban decenas de vehículos con equipamientos sencillos y complejos. Bonilla estaba en el lugar; moderaba una competencia.
Dos carros, cada uno con un juego de bocinas en el techo, se ubicaron frente a frente y el público apoyaba a su favorito. Cuando Bonilla contó hasta tres, empezó a sonar la canción «Infinity», de la banda Guru Josh Project, una de las preferidas para competir. (Vea este momento en el siguiente video. El audio no se escucha con total nitidez porque el nivel de decibeles desborda la capacidad del micrófono de la cámara).
Juan Carlos Peña fue un competidor esa tarde. Pertenece a un equipo de 25 vehículos que representan un negocio que instala música llamado Americano Music. «Es una forma de botar el golpe, de compartir con los amigos, casi todo el mundo se conoce», decía.
Desde la casa de una pareja de edad avanzada se escuchaba el retumbe de las bocinas. Era la primera vez que oían la música de un evento de ese tipo en el estadio. «Eso está bien, mientras tanto, como desde las 12 de la medianoche para adelante ya no», comentaba Maximiliano Montero, el esposo.
¿Afecta la audición?
En estos eventos hay equipos que pueden superar los 145 y 160 decibeles. El límite superior deseable para los humanos es 50, y el umbral del dolor se considera a partir de los 140 decibeles. Los más concienzudos se colocan protectores en los oídos, pero muchos se exponen directamente.
A pesar de los años escuchando música alta, Bonilla asegura que no tiene problemas auditivos, inclusive duda de que genere efectos negativos. Luis Abreu, lleva tres años de sus 34 de edad en el pasatiempo y asegura que tampoco tiene problemas.
Sin embargo, el doctor Freddy Ferreras, jefe de la unidad de Otorrinolaringología del hospital Salvador B. Gautier, explica que por la exposición constante a niveles altos de decibeles se van perdiendo algunas frecuencias, sobre todo para los sonidos más finos. «De continuar la exposición llega un momento que perdemos la audición para todas las frecuencias y caemos entonces en una sordera que puede ser total o parcial», dice.
También puede ocasionar daño cardiovascular, como subida de la presión, y una agitación de todo el sistema nervioso central y periférico, que puede aumentar el nivel de agresividad.
Vehículos con «kitipó» en los techos durante el chipeo en el estadio.
Sacar la música de la ciudad
La comunidad que sigue la música a 12 voltios tiene la disyuntiva de dónde sonar sin ser objeto de detenciones policiales ni de las autoridades medioambientales. Ahora que la línea de emergencias 9-1-1 atiende denuncias por ruido, temen que la batida contra ellos aumente. Solo en las primeras ocho horas de atención el sistema recibió 10 quejas en ese sentido.
El vocero de la Policía Nacional, coronel Jacobo Mateo Moquete, explica que los agentes intervienen y pueden hacer incautaciones si el propietario viola las normas ambientales y de salud. Además se imponen multas, quejándose la comunidad de que son costosas. Hay quienes han pagado hasta RD$10 mil.
Solo entre febrero, marzo y abril del 2014, el Departamento Anti Ruido de la Policía Nacional reportó la incautación de 377 vehículos de diferentes marcas y modelos que difundían música en un volumen muy alto.
En las Normas Ambientales para la Protección Contra Ruidos se establece que los parámetros de decibeles permitidos para equipos de sonidos musicales están entre 40 y 60 entre 7 de la mañana a 7 de la noche, y en horario nocturno están prohibidos.
Medio Ambiente registra más casos de ruido provenientes de la música sobre ruedas en el Gran Santo Domingo, La Altagracia, Santiago, La Romana, San Francisco de Macorís, San Cristóbal, Barahona, San Juan y Ocoa. Un técnico de la cartera recuerda que en el 2009 se incautaron dos vehículos durante una competencia en la confluencia de los ríos Yaque del Norte y Jimenoa, en Jarabacoa. Desde ese entonces, han arreciado los protocolos.
En defensa, hay quienes alegan que las autoridades deberían «atacar la raíz» y no permitir la importación de los equipos de sonido. Según reporta a DL la Dirección General de Aduanas, entre enero de 2010 y noviembre de 2014 se importaron 16.7 millones de aparatos de la rama, como micrófonos, altavoces, audífonos, amplificadores y otros, por US$66.3 millones. Estos artefactos pagan 14 % de gravamen arancelario y 18 % de ITBIS.
Pegatina de la campaña que los «musicólogos» adhieren a sus vehículos.
Desde hace tres años representantes de la comunidad «musicóloga» mantienen la campaña «Exigimos nuestro espacio musical». La meta es que, así como hay un hipódromo para los seguidores de las carreras de caballo y un autódromo para los amantes de la velocidad, exista una zona de tolerancia para sonar música. Con ese propósito, han realizado marchas y protestas, y conversado con las autoridades.
La disyuntiva es dónde. Han sugerido en Santo Domingo un área frente al litoral marino, en el Centro de los Héroes, para sonar hacia el mar, y otra en la avenida España.
«Queremos que las autoridades entiendan que la lucha que tenemos es sacar la música de la zona urbana y llevarla a una zona rural donde no moleste», dice Bonilla. «Se está buscando un sitio para que cuando se diga: Me apresaron en un barrio; uno le diga: Te apresaron porque no fuiste a sonar a la zona que nos asignaron».
Por Mariela Mejía
Via http://www.diariolibre.com/