Por: Emilio Armando Olivo
Recientemente salió en la prensa la información de que los burros se están acabando en el país y que sólo quedaban unos pocos cientos de estos.
En son de broma, le dijimos a un amigo con quien conversábamos sobre estos nobles cuadrúpedos, que no era cierto, pues cada día crecían los burros de dos patas por doquier, y de broma pasamos a realidades por el factor educación.
Parece y confirmaríamos que es muy cierto que de los burros cada vez nos quedan menos, por diferentes razones sociales y económicas, algunas compartidas y entendidas, pero otras por la falta de visión de nuestra realidad socio-económica, rural o de país. l burro ayudó a construir no solo nuestras ciudades, si no nuestra cultura, alimentación, abasto de agua y economía, en general.
Fueron estos nobles animales o sus cruzas (mulo, burro con yegua, o el burdégano, caballo con burra) los que cargaron en sus lomos las cajas llenas de arena y grava para construir las casas, además de arrastrar las varas y horcones para las construcciones en general.
Fueron estos cuadrúpedos los que llevaron en árganas o en sus lomos, las frutas, viandas y vegetales que alimentaron nuestras poblaciones, pero también los que bajaron de nuestros cafetales esas riquezas que proveyeron las divisas para nuestras economías. Muchas eran las recuas de aguateros que suplían las casas, los poblados y ciudades, con bidones y calabazos llenos de agua para tomar y otros usos, cuando no disponíamos -y aún en algunas regiones y parajes- de acueductos para el abastecimiento del preciado líquido.
Dicen los historiadores, que eran grandes las recuas que llevaban nuestros bienes exportables desde el Cibao a los muelles de Monte Cristi, Puerto Plata o Samaná, para enviar el tabaco, café, cacao u otros bienes y traer las importaciones. ¿Qué ha sucedido que hemos descuidado la tenencia de este querido animal que tantos beneficios nos ha dado? Civilización, avance económico y progreso. Es cierto, pero debemos preguntarnos otras cosas que como sociedad o hacedores de políticas de Estado, no de gobiernos transitorios, debemos formularnos nosotros todos.
Pasemos en estas líneas a plantearnos lo siguiente: ¿Qué pasará al desaparecer el burro? ¿Desaparecerá el mulo y el burdégano?
Claro que desaparecen, no hay manera, pues son cruces de animales estériles que no se reproducen, pero eso es lo menos, pues tenemos el caballo. ¡Anjá! Y no es “ji ja ji ja” como diría un burro.
Ahora bien, ¿Qué está pasando con el caballo nuestro? Si somos realistas, lo mismo que con el burro, desapareciendo lentamente por factores similares: bicicletas, motoconcho, camionetas, camiones, acueductos, en fin, un relativo progreso muy moderno, pero muy costoso.
No hemos utilizado bien el burro, el caballo o el mulo en trabajos agropecuarios usando tecnologías intermedias. Pasamos del burro al tractor, un salto costoso, pero en parte necesario.
¿Por qué un relativo progreso? Veamos. ¿Quién o qué animal nos va a bajar de las montañas y lomas la producción cosechada o llevará los insumos a dichas plantaciones, en un país de montañas?
Por igual, la sacada de otros bienes de zonas bajas como el arroz, las cargas de víveres, el cacao, los cocos, la palma aceitera, el arreo del ganado, la vigilancia rural, la montura del guardabosque e inclusive del soldado que defiende la patria y sus recursos naturales se hace en estos animales.
Aún más. Esto nos debe llevar a la reflexión. ¿Qué animal servirá de montura para el ecoturismo de montaña e inclusive de costa?
Por muchas razones, los mulos son necesarios, como para subir y bajar lomas, por cargar más que el infeliz burro chiquito, o la forma de sus cascos o pezuñas, y en el caso del caballo, para permitir a los turistas cabalgar más cómodos, pues ni burro o mulo son cómodos, aunque los hay.
El lector de esta serie de Mini zoológicos dirá que este artículo es más de defensa del burro, el caballo y el mulo, que de exponer la posibilidad de tener un zoológico de dichas especies.
Estoy de acuerdo, pero cuál es la razón de un parque, sea este botánico o zoológico que no sea servir a la sociedad. Por esto la última parte de esta entrega va en el siguiente orden.
Qué sucedería, como país, claro está, si a los ministerios de Agricultura, de Medio Ambiente y de Turismo, entre otros, unidos al sector privado nacional toman acciones y establecen programas de rescate, introducción de sangre nueva, valorización de las especies y fomento de las mismas.
¿Qué pasaría si se fomentan bancos genéticos de dichas especies para producir animales superiores y pasar su genética a los criadores de dichos animales, sirviendo así a muchísimos sectores?
Bien todo, todo muy bien, pero un solo pero. Se necesitan más de cuatro años para la acción y quizás los minizoológicos donde tener por lo menos dos razas de burros: el noble burrito que a tantos hoy profesionales llevó en su lomo, y el llamado Kentucky o el Aragonés traspasarían períodos partidarios. Una simpleza, pero requiere unión de voluntades con miras al futuro y así obviar lo sucedido. Se nos dificultan otras uniones, pero quizás a estas no les pase igual.
Hoy se dificulta conseguir un buen padrote o madre de burros y caballos de trabajo, cual sea la raza, solo se encuentran y muy buenos, por cierto, el paso fino y el de carrera. ¿Quiénes se animan, no sé, pero la suerte está echada por un minizoológico de estas especies?
Vía: Hoy Digital