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Mantengamos la fuerza

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El domingo, la lluvia roció los tomates del balcón.

Recé para que el semblante grisáceo del cielo capitalino no enjugara los caminos y en consecuencia acobardara al auditorio. El ruego fue escuchado, las nubes recogieron sus arandelas y en la tarde el clamor juvenil fue replicado por miles de personas, por gente de diferente edad, carnet de vida y ocupación.

El camino condujo a la Plaza España en Santo Domingo. Maroteamos un estacionamiento porque las venas de la Zona Colonial fueron atestadas de carrocería, de las monturas de la gente deseosa de atestiguar el concierto, publicitado, más que todo, por las teclas y fibras de la Internet.

La cita con la música por Los Haitises fue un parto de sudor, un convenio solidario, un abrazo quisqueyano.

Gente en onda, adolescentes a la moda, adultos vividos, viejevos en órbita, en fin, personas cantando, bailando, gritando un no sublime y fuerte a la construcción de una fábrica de cemento en Los Haitises.

Al escenario de 40 pies no le faltó nada. Espacio, caché y talento le sobró. El grupo de presentadores, luciendo las camisetas que el público adquirió para recaudar fondos, recitó mensajes alusivos a las razones por las que las cabecitas de este país debemos preservar el singular oasis de agua que nos bebemos. No faltaron los chicos que acampan en Gonzalo, los mismos que intenta atemorizar la Policía Nacional.

Los cuartos no nos sobran.

Y se mantiene atestada la gradería de los ‘criticatodo’, los residentes en la burbuja para que nada malo les toque. Por eso, ante tanta miseria y desidia humana; la corrupción e impunidad y el deseo de hacerse rico sin dar un golpe, es más trascendente y valioso el esfuerzo de solistas y presentadores jóvenes, bandas de rock, dueños de andamios y empresas de luces que aportaron sus dotes e instrumental a esta oda artística en honor al ambiente.

Esa comunión de valores nos enseñó que es una payasada sembrar un árbol para salir en un periódico mientras se patrocina un venenoso rocío de cemento de donde se sacia la vida y sed de todo un país. Música por Los Haitises fue una protesta sin chagones, sin humo de gomas ni cuerpos cazados como los muertos de Capotillo y Bonao. Esa batalla a mano pelá, sin gas pimienta, con pincelazos de arte y poesía fue una iniciativa ingeniosa que sembró las raíces del ejemplo.

Mantengamos la fuerza.

Por: Grisbel Medina R.
Listín Diario