El cambio climático es uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad, se ha afirmado en foros internacionales, aunque en un lenguaje de rentabilidades unos sustituyen humanidad por desarrollo, lo que no le resta transcendencia al problema que amenaza con cambiarle la faz al planeta, generando serios impactos que atentan contra la vida en sus múltiples modalidades.
Temperaturas más cálidas (2005 y 2010 han sido identificados como los años más calurosos desde 1880), derretimiento de los polos (en 2007 y 2011, respectivamente, el hielo ártico alcanzó sus niveles más bajos), inundaciones extraordinarias (como las ocurridas en 2011 en Tailandia, Pakistán y Centroamérica) y otros eventos meteorológicos extremos son sólo indicios de lo que ocurrirá si las temperaturas continúan aumentando, ha reseñado Alejo Etchart, de la entidad Stakeholder Forum for a Sustainable Future, en uno de los análisis que realizó el año pasado sobre la décimo séptima Conferencia de las Partes ñ COP17 o Cumbre de Durban.
Hace pocos días, el Banco Mundial dio a conocer el informe Turn Down the Heat (reseñado por LISTÍN DIARIO el 22 de noviembre), en el que advierte que el mundo avanza por un camino que aumentará la temperatura del planeta en 4.0 grados para finales de este siglo, y que si no se adoptan medidas para frenar el cambio climático y limitar ese incremento a no más de 2.0 grados, ocurrirán inundaciones de ciudades costeras, agravamiento extremo de la escasez de agua, mayores riesgos para la producción de alimentos, olas de calor sin precedentes y aumento de la intensidad de los ciclones en las zonas tropicales y pérdida de la diversidad biológica.
Contener esa escalada en la temperatura del planeta ha sido la misión de ser del Protocolo de Kioto, cuyo primer período de compromiso perime el 31 de diciembre; pero su modesta ambición de reducir en apenas 5.2 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) antes de 2012 -tomando como año base 1992-, no garantiza que se haya alcanzado ese propósito.
A ello contribuyó que países industrializados y grandes emisores de gases, con Estados Unidos a la cabeza, nunca lo rubricaron; que otros que se comprometieron a bajar sus emisiones respecto al referido año, incumplieron (Etchart, en su análisis De Durban a Río en un vuelo civil canadiense, refiere que Canadá incrementó sus emisiones en más de 30 por ciento y que en la COP17 se desvinculó de Kioto), y que otros, listados entre los países en desarrollo (China e India), encendieron sus chimeneas transformándose en grandes emisores.
Luces y sombras
¿Ese panorama indica que ha fracasado el Protocolo de Kioto? José Alberto Garibaldi, mexicano, experto en energía, economía y cambio climático, sostiene que no se puede hablar de fracaso, aunque tampoco se puede afirmar que ha sido exitoso.
Entre las bondades del acuerdo señala que ha creado un régimen que provee las bases sobre las cuales se puede resolver el problema del incremento de la temperatura global.
“Este régimen permite que las decisiones que debemos tomar y las acciones que debemos acometer las podamos emprender. Ha sido bueno en el sentido de que ha permitido concentrar la atención global sobre un problema que nos afecta a todos, y a medida que los impactos empiezan a crecer, da una suerte de hoja de ruta de cómo resolverlo”, sostiene.
Entre sus puntos no luminosos, cita que se esté discutiendo ahora algo que se debió haber hecho hace mucho tiempo, que el nivel de ambición para resolver el problema no sea el adecuado, y que pese a toda la evidencia se continúe buscando excusas para no enfrentar el problema.
Garibaldi asegura que Kioto sí cumplió sus metas del primer período: “Lo que se comprometió a hacer en el primer periodo fue una reducción que en efecto ocurrió. El marco existe y cumplió su propósito. El problema ha sido que ese nivel de ambición no es el adecuado. En el Protocolo se ofrecía una reducción del 5 por ciento con respecto de 1990. Y los países que ofrecieron hacerlo dentro del protocolo lo hicieron, pero hemos descubierto que ese nivel no es ni por asomo el nivel de ambición que requerimos”.
Considera que la cumbre de Doha que inicia este lunes se podrá considerar exitosa si se acuerda un segundo período del Protocolo de Kioto; un plan de acción para implementar los acuerdos de la Plataforma de Durban (hasta el 2020), y la implementación de los acuerdos derivados del Plan de Acción de Largo Plazo.
Finanzas y cambio climático
En tanto, Gilberto Arias, experto en negociación sobre cambio climático, indica que la expectativa de la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) es que la COP18 esté enfocada en la implantación de las decisiones y cuerpos que han emanado de Cancún (COP16) y Durban (COP17). Y cita el Fondo Verde, que eligió su Junta Directiva y escogió su sede (Songdo, Corea del Sur), por lo que se espera su arranque con la concreción de las promesas de dinero para su operatividad.
“Este fondo no tiene dinero, sino promesas de recursos que irán fluyendo”, -aclara-. “Son créditos que fluyen directamente. Y puede ser que fluyan a través de organismos multilaterales como el GEF (Fondo para el Medio Ambiente Mundial), el Banco Mundial, los Bancos Multilaterales de Desarrollo, y ese ha sido un gran problema, la identificación del apoyo financiero, cómo lo identifico, nadie sabe exactamente qué significa fondos nuevos y adicionales”.
Como ejemplo, cita que algunos organismos consideran fondos adicionales aquellos provenientes de fuentes novedosas y no necesariamente dinero nuevo.
Arias también se refiere al nuevo modelo de desarrollo que deberá surgir, al considerar que el cambio climático debe llevar a los países a considerar modalidades de desarrollo menos nocivas:
“Simplemente va a cambiar como va a ser ese desarrollo. Por ejemplo, los carros van a ser distintos, no es que no vas a tener un carro; las bombas de gasolina venderán combustibles mezclados con alcohol o algún otro elemento”.
Garibaldi y Arias estuvieron en el país como facilitadores de un taller que se efectuó el 20 de noviembre con el objetivo presentar el estado actual de las negociaciones dentro de la CMNUCC, en el marco de los trabajos para preparar la posición de República Dominicana ante la COP18.
La delegación que asistirá a la cumbre estará integrada por la Presidencia de la República, el Consejo Nacional para el Cambio Climático y el Mecanismo de Desarrollo Limpio y los ministerios de Relaciones Exteriores, Economía, Planificación y Desarrollo y de Medio Ambiente y Recursos Naturales, entre otras entidades.
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CONDICIONANTES DE ACUERDOS AMBIENTALES
Alejo Etchart en el análisis citado sostiene que el Protocolo de Kioto “falla en cada uno de los requisitos que Scott Barret señalaba de imprescindible cumplimiento simultáneo para que los acuerdos globales sobre medio ambiente sean efectivos:
1) no es atractivo para muchos países (así, China, EE.UU. o India);
2) su cumplimiento dista mucho de estar coercitivamente respaldado; y
3) las reducciones acordadas son muy poco ambiciosas (los científicos apuntan que conducirán a un aumento de temperaturas superior a 3,5oC, frente a los 2oC fijados como máximo para evitar consecuencias catastróficas e imprevisibles).
Y lo que es peor aún, la estructural doble miopía (en tiempo y espacio) de los gobiernos nacionales hace difícilmente concebible que estos requisitos lleguen a darse; y menos aún de forma simultánea. Así las cosas, la injusticia del CC va confirmándose: mientras que han sido los países ricos quienes más han contribuido al CC, serán las naciones pobres que pagarán el precio más alto”.
En 2003, Barret publicó el estudio titulado Environment and statecraft: the strategy of environmental treatymaking, en el que analizó más de 190 acuerdos ambientales aprobados en el ámbito internacional, concluyendo que los tratados más exitosos crearon ganancias para todas las partes y sustentaron la cooperación mediante cambios en las reglas del juego, reestructurando los incentivos para que los países pudieran participar, y estimulando su cumplimiento por las diversas partes.
Por: Solange de la Cruz Matos
Vía: Listín Diario