Nada como la envidia y la mediocridad atrofian y despedazan el corazón y dañan el alma y el cuerpo del ser humano.
Reside en las almas viles e infelices que se nutren de pequeñeces interiores y acarician la ausencia de virtudes espirituales propias y solidaridad con el prójimo.
La envidia conduce a la negación de derechos ajenos adquiridos en base a esfuerzo, trabajo duro, honesto, inagotable, limpio y sin fronteras sociales, geográficas, de tiempo y coyuntura.
Regatea méritos incuestionables de familias, hombres, mujeres y corporaciones tan prestantes y provechosas para el país que les sirve de cuna.
Me refiero a los aportes inmensos al desarrollo económico y social hechos por familias y grupos empresariales del país, como la familia García y Estrella, santiaguera de las mejores, quienes por muchas décadas y con gran amor y empeño se han dedicado a generar trabajo y riqueza, sin menospreciar a nadie, sin aplastar a nadie, sin despojar a nadie de sus derechos, sin aprovechamiento inmisericorde y sin envidiar el desarrollo y potencialidades ajenas.
Ellos han servido de estímulo y apoyo a otros jóvenes empresarios.
Por tanto el proyecto socio-económico que impulsan estas familias notables, de acrisolada nobleza, comprometida hasta la muerte con el bienestar y fortalecimiento de la familia dominicana, la fábrica de cemento a instalarse en el municipio de Gonzalo, provincia de Monte Plata, cuenta con una certificación verde, concedida por la Secretaría de Medio Ambiente, con financiamiento del Banco Interamericamo de Desarrollo y aplaudida por la comunidad beneficiaria.
Esa fábrica de cemento aportará trabajo permanente a muchos monteplateños, quienes ahora viven tragando aire o alimentándose de la esperanza de un mañana mejor o de su fe en Dios.
Sí, ellos, que hoy ni siquiera reciben un pedazo de pan y la solidaridad con su desgracia de algunos dirigentes políticos y «ecologistas” egoístas y aliados circunstanciales a empresarios del atraso, de lo fácil y de lo generoso en exceso.
Sus argumentos infelices, en el sentido de que esa fábrica de cemento sería un foco de contaminación y que se levantaría en el Parque Nacional de Los Haitises, solo confunde y conquista a malos dominicanos y a quienes se desenvuelven por la brisa del pesimismo, el odio, la envidia y la no competencia.
Una nación es más grande cuando reconoce a sus mejores hijos y venera y se quita el sombrero ante los hombres que aportan trabajo, riquezas, bienestar y dignidad colectiva.
Adelante, pues, cabalguen sobre la envidia y construyan la nave positiva de la oportunidad y auxilio a los más necesitados, ignorando a los jinetes de la envidia.
POR GERMAN PÉREZ
El Caribe