Por: Fabio R. Herrera Miniño
Un conflicto ecológico de envergadura se le ha presentado a los que, a ultranza, protestan de la inversión extranjera en Loma Miranda, como una rémora de un nacionalismo a ultranza de barniz marxista y para ser combatida con todas las energías de los grupos juveniles, que como carne de cañón, sirven a los ideólogos apoltronados en sus guaridas.
Ha ocurrido un despertar en las nuevas generaciones que defienden los intereses nacionales, y entusiasmados con sus éxitos recientes; aquel de la abortada cementera de Los Haitises y luego con el exitoso logro del 4% para Educación, son estimulados por cerebros de expertos en la agitación para embarcarse en otras aventuras cívicas, como la de juzgar severamente con acusaciones puntuales a la pasada administración peledeísta y la de evitar que una empresa extranjera, establecida en el país desde 1956, explote los yacimientos de níquel de Loma Miranda, donde con acciones militantes y compulsivas amenazan con desbordar los límites de la prudencia.
Pero ahora surge en el panorama, aparte de la sorpresiva decisión gubernamental con relación a las tierras de Bahía de las Águilas, otro problema de mayor envergadura ecológica y de mayor peligrosidad ambiental para el país en el macizo más elevado de la Cordillera Central, que sería afectado en su configuración orográfica, en más de una longitud de 80 kilómetros con la destrucción de bosques, montes, collados y cabezas de ríos y arroyos para darle paso a la vía Cibao-Sur, que se iniciaría en San Juan, rozaría el lago de la presa Sabaneta y llegando a El Rubio atravesaría San José de Las Matas para su arribo a Santiago o viceversa.
La probable trayectoria de la vía a cielo abierto afectaría severamente mucho más que la explotación de minera de Loma Miranda, a la Cordillera Central donde están enclavadas dos grandes reservas naturales, por lo que la viabilidad del proyecto sería muy dudosa y de grandes daños al país.
Por lo tanto, es un motivo mayor de patriotismo para los grupos ecologistas, y la juventud que motorizan las protestas ecológicas, enfrentar a los grupos de poder de Santiago y de San Juan para abortar el proyecto de la carretera. La única posibilidad, y remota es, sería concebir el trazado en base al uso de túneles de diversas longitudes que permitan aprovechar las enormes máquinas tuneladoras que están ociosas después de terminar los proyectos hidroeléctricos de Palomino, Pinalito y del Metro de Santo Domingo, los que abaratarían el costo y reducirían asombrosamente el daño ecológico que ocurriría si se pretende destruir las montañas a cielo abierto.
A cielo abierto se producirían cortes de más de 50 metros de altura, así como terraplenes o rellenos de igual envergadura, con lo que el daño sería irreparable, por lo que existiendo los equipos y técnicas para perforar túneles, un proyecto tan importante para el país podría ejecutarse sin traumas ecológicos.
Si alguna vez se deciden por la carretera a cielo abierto y los grupos militantes de protección al medio ambiente permanecen tranquilos, estarían enviando una mala señal de los intereses que manejan las tramas ecológicas, de que existe una componenda en contra de la inversión extranjera, manipulada por grupos de poder que no quieren que se les haga sombra, amenacen sus prebendas y dirigen como marionetas a los grupos de presión para la defensa ecológica.
Pero si los grupos de jóvenes para la protección del medio ambiente inician sus movilizaciones para evitar que la carretera se construya a cielo abierto, entonces nos daríamos por satisfechos y creeremos en la imparcialidad de ellos que defienden el patrimonio nacional a ultranza.
Vía: Hoy