Las aves presentan los mismos síntomas de estrés crónico y agudo que los seres humanos, debido a la «desregulación» de la vida y los hábitats de esas especies, revela un estudio difundido por la Universidad de Colorado en Boulder.
El reporte, basado en tres temporadas de observación de tres especies de pájaros en Nuevo México, afirma que cuando estas aves quedan expuestas a ruidos constante en su ambiente, como operaciones de gas y petróleo, los ejemplares adultos o en desarrollo muestran “señales fisiológicas” de estrés, tales como pérdida de peso y de aptitud física.
El Dr. Nathan Kleist, autor principal del informe y director de las investigaciones, ha explicado que “sorprendentemente, también encontramos que aquellas especies de pájaros que asumimos eran las más tolerantes al ruido presentan los efectos más negativos”.
Ese hallazgo permitirá eventualmente estudiar el impacto que la exposición crónica al ruido tiene en los humanos.
Aves estresadas
Los investigadores explicaron que aquellos pájaros con nidos en las zonas de mayor ruido presentaron niveles más altos de lo habitual de corticosterona, la hormona que en varias especies regula la energía corporal y la respuesta al estrés; en los humanos, su equivalente es la cortisona u “hormona del estrés”. Y como resultado del estrés, los pájaros adultos pierden peso y los jóvenes no producen plumas.
El ruido constante de maquinarias impide que los pájaros escuchen las llamadas de otros de la misma especie, por lo que no pueden determinar si hay o no depredadores cerca del nido.
“Si uno trata de hablar con sus amigos o con sus hijos en medio de una fiesta ruidosa, uno también terminará cansándose”, matizó Kleist.
Contaminación sonora
Y aquellas aves que para evitar el ruido van a lugares menos ruidosos, pero con los que no siempre están familiarizados, se encuentran con nuevos depredadores, con el consiguiente aumento del estrés también para esas aves.
Los expertos caracterizan esa situación como una “trampa ecológica” (vivir en un ambiente que es malo para ese organismo) y lamentaron que el “ruido antropogénico”, es decir, causado por los seres humanos, se haya duplicado en años recientes en casi dos de cada tres de las zonas protegidas para aves.
Por tal motivo, Kleist consideró que la contaminación sonora debe ser incluida entre los elementos que degradan los hábitats y pidió que se tomen nuevas medidas para proteger las zonas destinadas a animales salvajes.
EFEverde