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Las áreas (des) protegidas

La iniciativa de los ministros de Deportes, Medio Ambiente y Turismo, de identificar áreas protegidas, y potenciar su uso recreativo, turístico y deportivo no sonaría tan descabellada, si las áreas protegidas… realmente lo fueran.

El problema no es de intención o de planificación. Es de seguridad jurídica. Los Parques Naturales son una tentación excesivamente sabrosa para abrir una rendija al uso privado o público.

Basta la hemeroteca, para saber que parques naturales, como el de la Sierra de Bahoruco o el Parque Jaragua están en situación muy delicada. O que áreas protegidas del Parque del Este fueron «casi» vendidas fraudulentamente a cadenas hoteleras. O que Bahía de las Águilas colea en un tribunal por el colosal fraude de los títulos de tierra. O que hoteles del Estado, como el de Jarabacoa, se han «regalado» a compañeros del partido…

No hace falta ni siquiera que la extensión protegida sea tan amplia que sea difícil de vigilar. El mismo Parque Mirador Sur, en el centro de la capital, empieza a ser invadido. Un gazebo es el hogar permanente de una familia y tres hombres más que cocinan contra los árboles ocupando un parque público, sin que las autoridades se ocupen.

Canotaje en las presas, senderismo, turismo de naturaleza, safaris fotográficos… Suena bien, pero no es razonable pensar que el Estado va a encontrar los fondos y el interés sincero de proteger lo que hasta ahora no ha protegido.

IAizpun@diariolibre.com

Vía: http://www.diariolibre.com