La sentencia de la Suprema Corte de Justicia en favor de recuperar los títulos de propiedad de Bahía de las Aguilas y el asedio despiadado contra el Parque Valle Nuevo le dan un cierre agridulce al balance ambiental del 2018.
Lo bueno:
– Los avances que se lograron en el primer trimestre en los planes de acción para el rescate de los Parques Nacionales Valle Nuevo, Los Haitises y Sierra de Bahoruco.
– Los avances que se lograron en el primer trimestre en los planes de acción para el rescate de los Parques Nacionales Valle Nuevo, Los Haitises y Sierra de Bahoruco.
– Las alianzas que se lograron a principios de año con ONGs para acuerdos de comanejo de varias unidades del sistema nacional de áreas protegidas.
– La habilitación de nuevos parques urbanos, como el Parque Ecológico las Lagunas, el Parque Central y el Jardín Botánico de Santiago.
– La reubicación de los ocupantes de Valle Nuevo por los lados de Constanza.
– La continuidad en las vedas de las especies marinas como el tiburón, el erizo de mar, el pez loro y otros.
– El renovado interés por el control y manejo de los residuos sólidos, especialmente los plásticos.
– La aprobación de las Leyes sectoriales de Pago por servicios ambientales y de recursos forestales.
– La energía y responsabilidad con las que -ciudadanos y organizaciones- van asumiendo la defensa y protección del Medio Ambiente.
– El anuncio de planes específicos para comenzar en abordaje de la situación en la cuenca del rio Yaque del norte.
Lo malo:
– La permisividad con que se ha tolerado la introducción de nuevos cultivos en Áreas Protegidas como Valle Nuevo y Sierra de Bahoruco
– La falta de continuidad en las políticas institucionales y violaciones a las propias resoluciones del Ministerio de Medio Ambiente.
– Que se propicie y se defienda el cultivo de aguacates como una alternativa “posible” a la reforestación en Parques Nacionales
– La ruptura de los canales de comunicación, programas y convenios con decenas de organizaciones ambientalistas de todo el país.
– Descontrol en el manejo del corte y tráfico de Carbón, Guaconejo y Canelilla en la zona fronteriza.
– La actitud del Ministerio de Medio Ambiente, que suele parecer como defensor de los proyectos de construcción o mineros, aún cuando nisiquiera han presentado estudios de impacto ambiental.
– Que el Gobierno Dominicano continue debilitando los cimientos mismos del Ministerio de Medio Ambiente al crear unidades paralelas para el manejo de temas tan vitales como la Reforestación, la mesa de agua, el Cambio Climático y el manejo de los residuos sólidos.
– El repunte en las intenciones de la explotación minera de Loma Miranda
– Que en lugar de investigar, trabajar en conjunto y asumir sus responsabilidades, autoridades ambientales se concentren en disputas y desmentidos sobre denuncias ambientales.
Lo triste:
– La falta de aprobación de legislaciones muy importantes para el sector ambiental como la Ley de Ordenamiento Territorial y la Ley de Residuos Sólidos.
– Que se sigan considerando iniciativas como “la donación” de más de 10 millones de metros de la cueva de las Maravillas, muchas de ellas en área protegida.
– La desidia del Ministerio de Medio Ambiente frente a las propuestas de diálogo y planes de trabajos de las organizaciones ambientalistas y científicas.
– Que personal muy valioso del Ministerio de Medio Ambiente, como los Guardaparques, continue recibiendo salarios de miseria y encima transcurran hasta 6 meses sin recibir sus dietas.
– Que iniciativas tan novedosas como “La Linea verde” se hayan dejado caer.
– La falta de inversión en el mantenimiento del Sistema nacional de áreas protegidas.
– Que las sociedad y las organizaciones ambientalistas tengan que vivir “a la defensiva” porque los funcionarios y autoridades que están llamados a cumplir y hacer cumplir las leyes ambientales sean los primeros en violarlas.
– Que personajes y funcionarios se amparen en su condición de familiares o amigos del Presidente Medina para depredar áreas protegidas extremadamente frágiles.
Resumen 2018: Un año que se inició con sueños y se despide con pesadillas.
Enero de 2018 fue un mes de optimismo, los planes y propuestas para mejorar el sector ambiental eran ambiciosos, pero logrables.
Los eventos mundiales sobre cambio climático en Alemania y Francia a fines de 2017 habían sensibilizado aún más a buena parte de la dirigencia política de turno en el gobierno sobre la necesidad de que nuestra isla se prepare con las medidas de adaptación elementales frente a los desafíos de la crisis del clima que nos azota.
Algunas de las apuestas más certeras fijaron su rumbo en medidas como la protección de los principales Parques Nacionales, los proyectos de reforestación y agroforestería que lleva a cabo la Presidencia de la república, el saneamiento de ríos, la regularización de la minería no metálica para cerrar definitivamente el infausto capítulo del saqueo de los ríos y -por supuesto- en pequeñas, pero importantes acciones, que tenían que ver con la habilitación con espacios verdes urbanos.
Tal era el caso del Parque Central y el Jardín Botánico de Santiago, entre otros lugares diseminados por todo el país. De hecho, ya para el primer cuatrimestre del año algunas de estas obras se inauguraron y dieron “un nuevo aire” a una sociedad ávida de lugares para respirar.
Las gestiones para marcar la salvaguarda del Parque Nacional de los Haitises avanzaron a buen ritmo y hasta podían vislumbrarse salidas dignas y viables para los ocupantes que nunca habían sido considerados en los planes previos y aún para aquellos que -habiendo sido reubicados antes- ocuparon de nuevo terrenos del Area Protegida.
Todo esto estaba apoyado en una maquinaria más amplia que la propia voluntad estatal: lo movía una sinergia muy atinada que involucraba los diferentes estamentos del gobierno, las organizaciones comunitarias de base, instituciones religiosas, científicas y ambientales.
Siendo así, la misma receta se cocinaba con buen temple para el caso del Parque Nacional Sierra de Bahoruco: una legión de organizaciones públicas y privadas, no gubernamentales y comunitarias se habían visto la cara junto al Ministerio de Medio Ambiente y ya se ponía sobre el papel todo un plan basado en estudios, censos, estadísticas y un cronograma preciso para desmontar gradualmente la explotación agrícola, que representa la principal amenaza para ese frágil ecosistema.
Pero sin dudas el punto más luminoso de las ejecutorias pautadas fue el proceso de reubicación de los principales ocupantes y residentes del Parque Nacional de Valle Nuevo: para Abril, los residentes en enclaves agrícolas como El Castillo, Montellano y la Siberia ya estaban asentados en “Villa Poppy” y esas áreas pasaban reforestación/o regeneración natural.
Sin embargo, en modo alguno podríamos decir que esto constituía una victoria rotunda y definitiva para el rescate de “La Madre de las Aguas”. Los días por venir demostrarían que si bien fue una victoria importante, los pasos definitorios y definitivos aún estarían por verse.
Hasta el momento y por un período importante de tiempo, la voz de las organizaciones ambientalistas finalmente había encontrado cabida en las altas instancias del Ministerio de Medio Ambiente. Fue así como fluyeron a una velocidad pocas veces vista temas como los acuerdos de comanejo de importantes Areas Protegidas en todo el país. Del mismo modo se ponía coto a la cacería indiscriminada y a las artes de pesca más destructivas.
Con medidas muy drásticas también se pusieron en veda la pesca y captura de varias especies de gran importancia para la vida marina:Tal es el caso del Tiburón, el erizo de mar, el pez loro y otros no menos importantes.
Al mismo tiempo, la persecución de la tala para carbón, el tráfico de Guaconejo y las talas ilegales de árboles vislumbraba una especie de esperanza de que encontraríamos finalmente el modo de frenar el inmenso daño que por décadas han mermado muchos de nuestros bosques primarios.
Sin embargo un cambio de rumbo se podía sentir en el aire: el Ministro que capitaneó todo ese “respiro” para nuestros recursos naturales renunció cuando abril apenas atardecía y se lanzaba a una carrera por la nominación presidencial de su partido.
Con la salida de Francisco Domínguez Brito pronto se hicieron evidentes las fragilidades institucionales de las que el país no logra desprenderse: “El Nuevo Ministerio” ya no estaba tan interesado en mantener canales fluidos de comunicación y cooperación con la mayoría de las organizaciones ambientalistas, los planes de rescate de las áreas protegidas se desaceleraron casi al punto de parálisis, los cronogramas y plazos perimieron, con la misma suerte que corrieron otras medidas puestas en “stand by” en lo que las nuevas autoridades “le cogían el piso” a la situación.
A 8 meses de esta “nueva realidad” el optimismo que se vivió en enero parece poco más que un sueño lejano, mientras los actores más comprometidos con las defensa y protección del medio ambiente quisieran ser despertados de una pesadilla que involucra tribunales, recursos de amparo, escándalos mediáticos, violaciones sistemáticas al sistema de áreas protegidas, demandas ante organismos internacionales y otras acciones poco ortodoxas a las que se han visto en necesidad de recurrir frente a las políticas ambientales más incongruentes que se recuerden desde el sector oficial.
Así, mientras todos los estudios apuntan a la agricultura en áreas protegidas como una de las principales amenazas a la sostenibilidad, desde el despacho mismo de la autoridad competente se defiende a capa y espada la siembra masiva de aguacates y otros cultivos en territorios que se suponen protegidos por Ley.
Pero eso no es todo: ni una pulgada más de tierra ha sido recuperada en Parques Nacionales como Valle Nuevo, ni en Bahoruco…todo lo contrario: reportes periodísticos y estudios de organizaciones de gran trayectoria y reputación indican que las fronteras agrícolas avanzan sin obstáculos en estos importantes productores de agua y albergues de biodiversidad.
Entre el espanto y el estupor hay que ver como por un lado como por un lado el Gobierno Central anuncia préstamos de miles de millones para sus proyectos agroforestales y el abordaje de la cuenca del Yaque, mientras por el otro lado a nadie de ese mismo gobierno parece importarle que Valle Nuevo, Bahoruco, Los Haitises Jaragua, Manolo Tavarez, Rio Amina, Piky Lora o Nalga de Maco sufren los embates de productores agrícolas y forestales cada vez más ambiciosos que quieren sacar ventaja del Patrimonio Nacional sin siquiera reparar los daños causados.
Los últimos días de 2018, los titulares de la prensa en asuntos ambientales tienen es mal sabor que arrastran las noticias tristes: lo poco o mucho que se habría logrado, ahora queda mustio entre avalanchas severas que arrasan con el verde.
Fundación Acción Verde, Inc.