SANTO DOMINGO. Me quejaba en un artículo anterior (Una plantacion no es un bosque natural) que “existe el riesgo de que con la excusa del decreto que declara el 2017 “Año del Desarrollo Forestal”, se comiencen a manejar las áreas protegidas como si fueran plantaciones y, lo que es peor aún, se creen plantaciones dentro de los parques nacionales, lo que podría amenazar la existencia de dichos parques.
“Los catastróficos incendios forestales que arrasan los bosques chilenos confirman que no es infundada esa preocupación sobre las reforestaciones milagrosas. Arde Chile y ya se han quemado más de 270 mil hectáreas, la mayor tragedia forestal en su historia. Los expertos atribuyen esta ola de incendios a negligencias humanas y a manos criminales. Es inevitable invocar el espectro de los efectos del cambio climático. El verano chileno ha llegado al récord de 37 C en la capital, con muy baja humedad y fuertes vientos. Ya se habla del efecto 30-30-30 (Más de 30 C, 30% de humedad y vientos de más de 30 km por hora)”, señalaba la prensa chilena a raiz de un gran incendio.
Pero un experto chileno en ecología, el Dr. Andrés Fuentes, que ha estudiado los fuegos por 10 años, señala que éste es de mayor intensidad en las plantaciones que en los bosques naturales con plantas nativas. El reemplazo del bosque nativo por plantaciones forestales es un cambio nocivo que favorece los incendios forestales.
En la década de los 70 se crearon en Chile grandes plantaciones de Pinus radiata y Eucalyptus globulus, especies exóticas que sustituyeron al bosque nativo.
¿A qué se debe que este tipo de plantación sea más vulnerable a los incendios? Según el Dr. Fuentes, el primer problema es que las plantaciones sustituyen el bosque natural, más húmedo y con una gran variedad de plantas, que actúan como barrera natural del fuego. Las plantas nativas no arden con la misma velocidad. Además, las plantaciones, como se crean a partir de una o dos especies de plantas, tienden a ser homogéneas y se convierten en un continuo que facilita la propagación del fuego. El bosque nativo, en cambio, ofrece una gran variedad de especies y fragmentos vegetales que dificultan y retardan esta propagación. Los grandes monocultivos eliminan esa fragmentación, lo que permite que éstos se propaguen a mayor velocidad. Además, especies como las usadas en Chile son altamente inflamables y originan incendios más voraces y de temperaturas mucho más altas.
En los bosques naturales hay también plantas inflamables, pero raras veces en esa proporción, ni tan cerca unas de las otras. A esto se suma que, debido a los efectos del cambio climático, las lluvias han disminuido.
Por otra parte, las plantas de los bosques naturales son nativas, surgieron en ese tipo de ecosistema y son el resultado de una adaptación evolutiva a los incendios naturales. Otro detalle importante es que, por razones obvias, en las plantaciones siempre se usan árboles de rápido crecimiento, los cuales consumen más agua que los nativos, lo que termina arruinando el equilibrio hídrico ya que dificulta la infiltración de las aguas.
Un estudio hecho en Chile encontró que el caudal de los ríos rodeados de plantaciones es menor que el de los ríos rodeados de bosques nativos. Y es que las especies de crecimiento rápido aceleran el proceso de evapotranspiración, le chupan el agua al suelo, lo que conduce a suelos más secos, que hacen que los incendios se propaguen más rápido y con mayor intensidad. Pero los grandes culpables no son los pinos y los eucaliptos sino el manejo inadecuado.
Si creamos monocultivos con árboles de crecimiento rápido, obtendremos plantaciones muy homogéneas que consumen agua a una tasa constante y muy alta. Algo que no sucede con los bosques nativos que están compuestos por una enorme diversidad de plantas. Por eso el Dr. Christian Salas, especialista en Biometría Forestal, recomienda sustituir los monocultivos por paisajes y cultivos diversificados; crear “paisajes mosaicos”. Aunque cualquier vegetación se quema, en un paisaje diverso el fuego avanza más lentamente.
En RD ya corremos un riesgo similar en algunas zonas, debido a la presencia de una especie exótica de crecimiento rápido (Acacia mangium), introducida en el país hace un par de décadas y sembrada masivamente en todo tipo de programa forestal. Cuando los ecologistas advirtieron que se trataba de una especie invasora, sus promotores alegaron que esto era imposible, pues sus semillas necesitaban temperaturas muy altas para germinar.
Era una mentira impía y esta planta ha invadido casi todos los ecosistemas de la isla, incluyendo las áreas protegidas. Esta especie ha resultado ser tan inflamable, que una compañía extranjera que la había usado profusamente en sus “reforestaciones”, ha comenzado a eliminarla de sus predios. Como habría dicho el Patricio: “Mientras no se escarmiente como se debe a ciertos agrónomos y forestales, los buenos y verdaderos conservacionistas serán siempre víctimas de sus reforestaciones”.
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Diario Libre