La agenda está cargada de temas a los que deberíamos referirnos, pero en medio del laberinto de problemas generados por la exclusión, la indiferencia, la ignorancia de muchos en la administración, que no entienden su rol como cooperantes para mejores resultados en el Gobierno, no está demás hacer una pausa para tratar un tema que para muchos no es urgente, pero sí relevante para la sostenibilidad de la vida en nuestra isla.
Se trata de la rana verde, esa del bosque húmedo subtropical, la que nos ponía la piel “chinita” de solo verla cerca de la casa en el campo, y que a veces contemplaba-de lejos, eso sí- siendo engullida por una culebra.
Esa rana, propia de nuestro ecosistema, ha sido tomada por la actual administración del Zoológico, como la mascota con la que se celebra este año el 43 aniversario del parque, y lo han hecho para llamar la atención de los riesgos en que se encuentra por la ocupación de sus espacios de asentamientos humanos e insecticidas.
Hace algunos años se produjo una disputa entre los moradores de la cercanía del Zoodom con uno de los alcaldes de la Capital, quien con desprecio se refirió a “las ranitas y sapos del zoológico”, restándole importancia al parque. Pues bien, la ignorancia y la falta de información nos colocan muchas veces como depredadores activos, y eso ha pasado con muchas de las especies que mantienen el equilibrio del ecosistema en la isla.
¿Para qué sirve la rana verde? La rana verde y otros anfibios se alimentan de mosquitos y moscas, ambos transmisores de enfermedades. Cuando se rompe el equilibrio, las enfermedades que transmiten los mosquitos atacan severamente a los humanos.
Dicen los biólogos del Zoodom que el dengue, el sika y la chikungunya, hubiesen provocado menos contagios si las ranas verdes no hubieran desaparecido de nuestros patios. El mosquito Aedes Aegypti, que transmite estas enfermedades, tiene como depredador a los anfibios, siendo el mejor insecticida porque no daña a los humanos y, por el contrario, donde habita garantiza un ambiente saludable.
Dicen, además, que esas ranas son una especie de semáforos porque donde existen la contaminación es muy poca, ya que para respirar requieren de un ambiente casi perfecto, o sea que las aguas donde habitan deben estar libres de bacterias y otros contaminantes.
Los asentamientos humanos, los insecticidas usados de manera indiscriminada por los agricultores y la falta de conciencia, amenazan severamente a los anfibios de La Hispaniola, y el Zoodom advierte de estos peligros al tiempo que informa de que sostiene un anfibiario donde se reproducen para evitar su exterminación definitiva.
Será interesante que de esa reproducción se regale a personas y grupos de operadores, que garanticen su sobrevivencia para repoblar áreas como las zonas protegidas, donde la acción del hombre no sea una amenaza.
Los hoteles y enclaves turísticos bien las podrían incorporar para controlar los mosquitos con estas ranas, en vez de fumigar con insecticida, y sería una prodigiosa manera de ofrecer un destino libre de contaminación y de riesgos para los turistas y visitantes de estos.
Felicitamos al Zoodom por sus 43 años y por la iniciativa de proteger nuestra rana verde, nativa de esta isla.
HOY