El estudio, elaborado por la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y centrado especialmente en el sector de las baterías para los automóviles eléctricos.
La pandemia de COVID-19 acelerará la transición desde las energías fósiles hacia las renovables, lo que aumentará la demanda de materias primas como el litio y el cobalto, ofreciendo oportunidades pero también riesgos para los países productores, subrayó este miércoles un informe de Naciones Unidas.
El estudio, elaborado por la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) y centrado especialmente en el sector de las baterías para los automóviles eléctricos, clave en esta transición, prevé que la demanda de materias primas para energías «limpias» se multiplique en los próximos años.
«La inversión en estas energías limpias aumenta a un ritmo de 600.000 millones de dólares anuales, mientras la de los combustibles fósiles se ha reducido en 400.000 millones de dólares en lo que va de 2020″, destacó al presentar el informe la directora de Comercio Internacional de UNCTAD, Pamela Coke-Hamilton.
Esto se produce en un contexto en el que se prevé que las ventas de vehículos eléctricos aumenten desde las 5,1 millones de unidades en 2018 hasta 23 millones en 2030, y que la demanda de baterías de ion de litio, las más comunes en ese transporte, asciendan de 7.000 millones de dólares en 2018 hasta 58.800 millones en 2024.
En ese contexto, países productores de materias primas como el litio, el cobalto, el grafito o el manganeso, «pueden verse beneficiados por la revolución del coche eléctrico y las medidas para mitigar el efecto invernadero», analizó Coke-Hamilton.
El informe analiza por ello la situación de los países productores y concluye que las reservas de estas materias primas están «altamente concentradas en unos pocos», y por ejemplo la mitad de las reservas mundiales de cobalto se encuentran en la República Democrática del Congo.
Chile acumula por su parte el 58 % de las reservas conocidas de litio, el 80 % de las de grafito natural se reparten entre China, Brasil y Turquía, y tres cuartas partes de las de manganeso se sitúan en Australia, Brasil, Sudáfrica y Ucrania.
Lo concentrado de la producción hace al sector «muy susceptible a la inestabilidad política y los impactos medioambientales adversos», lo que podría amenazar la seguridad del suministro de este tipo de materias primas, como también ha ocurrido con frecuencia en el caso del petróleo y otros combustibles fósiles.
El estudio añade que los países productores hasta ahora no se han beneficiado demasiado del creciente mercado de estas materias primas dado que el valor añadido de productos como las baterías recargables se encuentra fuera de sus fronteras.
El ejemplo más claro es el de la citada República Democrática del Congo, ya que el procesamiento y refinado del cobalto obtenido en sus minas se sitúa principalmente en industrias localizadas en China, Zambia, Bélgica, Finlandia o Noruega, entre otros países.
El informe denuncia además que el 20 % del cobalto extraído en el país centroafricano procede de minas artesanales donde es frecuente el uso de mano de obra infantil (se calcula que unos 40.000 niños trabajan en ellas) y se han denunciado otros abusos de los derechos humanos.
Otra preocupación es el impacto medioambiental que también producen estas energías, a pesar de ser frecuentemente calificadas como «limpias».
Así lo denuncia el informe al señalar que en las minas de litio de Chile se consume un 65 % del agua de regiones desérticas como Atacama, lo que ha causado la polución y el agotamiento de las aguas subterráneas de la zona, forzando a campesinos y ganaderos locales a migrar y abandonar sus hogares.
Fuente: https://listindiario.com/