Al igual que Leonardo da Vinci, que en su tiempo aconsejaba «aprender de la naturaleza» y creó una máquina voladora que reproducía el vuelo de los pájaros, muchos científicos e ingenieros siguen inspirándose en la naturaleza para nutrir las innovaciones tecnológicas.
«La creatividad humana puede ser fascinante, pero no puede igualar la robustez de la naturaleza«, afirma Evripidis Gkanias, investigador de la Universidad de Edimburgo.
Muchos de los avances tecnológicos desarrollados en 2023 se inspiran en soluciones ya presentes en la naturaleza, sostiene Gkanis, que cómo la inteligencia artificial puede enriquecerse estudiando los seres vivos.
Brújulas como insectos
Algunos insectos, como las hormigas y las abejas, se orientan en función de la intensidad de la luz y utilizan la posición del sol como referencia.
Los investigadores reprodujeron la estructura de sus ojos para construir un nuevo tipo de brújula que, a diferencia de los modelos tradicionales basados en el campo magnético terrestre, no es sensible a las perturbaciones electrónicas.
Este prototipo es capaz de determinar la posición del sol en el cielo, incluso en días nublados.
«Ya funciona muy bien y, con la financiación adecuada, podría transformarse fácilmente en un producto más compacto y ligero», afirma Gkanias, que presentó este concepto en Ingeniería de Comunicaciones.
Telarañas contra la sequía
¿Quién no ha admirado las diminutas perlas de rocío de la mañana que se aferran a los filamentos de las telarañas?
Inspirándose en ellas, los científicos desarrollaron un tejido que replica los hilos de seda secretados por los arácnidos y capaces de retener mínimas gotas de agua suspendidas en el aire. Una innovación importante para regiones que sufren escasez de agua.
Una vez que este material se produzca a gran escala, el agua recolectada podría alcanzar una «aplicación real», explicó a la AFP Yongmei Zheng, coautora del estudio publicado en Advanced Functional Materials.
Extinguir incendios con viña
Investigadores de la Universidad de California crearon un robot con una estructura blanda e inflable que, como las viñas, «crece» hacia la luz o al calor y puede introducirse en lugares aparentemente más pequeños e inaccesibles.
Los científicos creen que estos robots tubulares, de aproximadamente dos metros de largo, podrían identificar puntos calientes y proporcionar soluciones para apagar incendios.
«Estos robots son lentos, pero adecuados para combatir incendios latentes, como los de turba, que pueden ser una fuente importante de emisiones de carbono», dijo a la AFP el coautor Charles Xiao.
Del kombucha a los circuitos impresos
Científicos del Laboratorio de informática no convencional de la Universidad de Bristol inventaron circuitos electrónicos flexibles a partir de una alfombra de cultivos bacterianos, utilizados para hacer té kombucha, una bebida elaborada a partir de la oxidación de hojas de té negro.
Estos «kombucha electrónicos» podrían iluminar pequeñas luces LED y las alfombras de cultivo bacteriano, una vez secas, comparten las propiedades de los textiles o incluso del cuero. Además son duraderas y biodegradables y pueden sumergirse en agua durante días sin destruirse.
Portátiles, ligeros, flexibles y más baratos que el plástico, estos biomateriales permitirían en el futuro integrar tecnologías de forma más discreta, incluso en el cuerpo humano, por ejemplo en los monitores cardíacos, dice a la AFP, Andrew Adamatzky, autor principal y director del laboratorio.
Los obstáculos actuales son su durabilidad y la producción en masa.
Robots a escala
Los pangolines, mamíferos de cuerpo blando y cubierto de escamas, tienen la propiedad de acurrucarse y formar una bola para protegerse de los depredadores.
Este mismo concepto en forma de robot podría salvar vidas, según un estudio publicado en Nature Communications.
Circularía por nuestro tracto digestivo, se desplegaría allí y podría administrar medicamentos o detener hemorragias internas en partes del cuerpo humano de difícil acceso.
«Cada parte de un animal tiene una función particular. Es muy elegante», dice Ren Hao Soon, del Instituto Max Planck de Sistemas Inteligentes.