Despuntando el alba del siglo que ahora concluye (1900), República Dominicana tanía una deuda que no podía honrar con todas las de la ley, pues las riquezas generadas por el país apenas alcanzaban para mantener el dinamismo de la economía y la vida de la nación. Esta situación provocó una fiscalización de las finanzas nacionales por parte de las naciones adeudadas y los resultados ofrecían datos un poco fuera de lo común, o muy diferentes a lo esperado en cualquier nación de la región del Caribe para aquel entonces.
En las aduanas por ejemplo, se pudo constatar que las entradas en divisas más fuertes que tenía el país procedían de la exportación de maderas, situación que se correspondía con la intensa actividad que se daba en las zonas boscosas de las zonas bajas, ribereñas y del pie de monte de las áreas cordilleranas, donde se mantenía una explotación maderera sostenida, fundamentalmente de caoba, capá, cabirma, roble, membrillo, cedro, campeche, guayacán y bahitoa, entre otras especies forestales de madera noble.
Hay quienes opinan que la primera intervención norteamericana que tuvo el país fue más bien de »carácter económico» y ocurrió precisamente dándole apertura al presente siglo. Para ese entonces éramos realmente una potencia maderera, posiblemente la más importante del continente americano, pues República Dominicana era la principal fuente de abastecimiento de maderas nobles (preciosas) para los mercados europeos (España, Francia, Inglaterra y Países Bajos – Luxemburgo) y de Estados Unidos.
No tenemos conocimiento de casos semejantes, aunque se sabe que Cuba también era una nación exportadora de maderas preciosas, pero nunca alcanzó los niveles de exportación ni el sitial que teníamos ganado en el mundo y que venía prácticamente desde los tiempos de la colonia, pues Cristóbal Colón se encargó de llevarle en el segundo viaje a la »Corona Española», una muestra muy singular del »oro verde» (ébano y caoba) que él descubrió en estas tierras.
Estas circunstancias motivaron una mayor atención por los recursos forestales del país, no solamente por porque representaban el principar pilar de soporte de la economía nacional, sino porque el papel de generar divisas lo compartían con los cuatro productos agrícolas tradicionales de exportación, caña de azúcar, café, cacao y tabaco. Estos rubros de exportación se producían en base al desarrollo de grandes plantaciones que implicaban el desplazamiento del bosque para su instalación.
La situación imperante en aquel entonces representaba una seria amenaza para la cobertura forestal, tanto el cortar, aserrar y comercializar la madera, como el establecer campos de caña y tabaco que implicaban la eliminación de total del bosque (tala rasa), igual que el cacao y el café, aunque en menor proporción porque se trataba de cultivos bajo sombra, que obligaban a mantener algún tipo de cobertura forestal, aunque se removiera el bosque original. La guama, la gina y la amapola se encargaron de sustituir el bosque primario.
Son estas las circunstancias que forzaron a las autoridades nacionales a crear la primera Ley Forestal en 1907 (número 4794), conocida como »servicio nacional de guardacampestre». La intensa producción y exportación maderera de primerísima calidad motivó de igual manera a que se abriera un nuevo campo de colaboración mutua entre Estados Unidos y República Dominicana, pues cobijado con las acciones diplomáticas de entonces llegó al país el primer experto forestal que nos visita con la finalidad de realizar una »evaluación de las riquezas forestales nacionales» y que por »mera coincidencia», tenía un nombre que le venía muy bien con la misión a desempeñar: Karl Woodward.
Pero lo más importante de la labor desempeñada por Woodward fue decirle al país y al mundo, basado en estudios e investigaciones de campo, que para 1909 República Dominicana tenía una cobertura forestal de 9 millones y medio de acres (equivalentes a 61 millones 180 mil tareas de bosques), que representaba un 85 por ciento de la superficie nacional. ¡Y qué paradoja!, la nación dominicana le dará apertura al 2000 con una situación exactamente contraria a la del 1900, pues los últimos estudios realizados en el país por organismos internacionales indican que la cobertura forestal actual ronda alrededor del 10 por ciento de la superficie nacional.
Las inquietudes conservacionistas nacen con el siglo
Las primeras normas de protección a la naturaleza de República Dominicana datan de 1907, con la creación del servicio nacional de guardacampestres destinado fundamentalmente a salvaguardar el principal recurso natural de la nación: el bosque
No hay duda de que los bosques siempre han representado el recurso natural de República Dominicana por excelencia y de ahí que la historia de la conservación de la naturaleza siempre tenga que destacar los hechos más relevantes que se asocian a su deterioro o conservación. De ahí la importancia que le dio el Gobierno Dominicano a los recursos forestales a comienzos de siglo, valorando su función como la principal fuente generadora de divisas y riquezas.
El informe de Karl W. Woodward de 1909 dice que el año anterior, los datos oficiales aduaneros indicaban que el valor de las exportaciones madereras era de 71,399 dólares y que el consumo local alcanzaba el valor de 120,000 dólares, para un aporte anual de 191,399 dolares anuales en productos forestales consumidos y exportados. Estos valores no eran superados por ninguno de los rubros agrícolas tradicionales de exportación y por eso este informe dice en uno de sus apartados, »… un ramo de tanto valor para el país vale la pena conservarlo, más especialmente cuando una sabía administración lo aumentaría grandemente sin poner en peligro su futura productividad».
El informe forestal
Vale la pena conocer en detalle este trabajo sobre los bosques dominicanos, no solamente porque nos retrata fielmente la realidad de la naturaleza dominicana de comienzos de siglo, si no porque nos da a conocer cuán importante eran los recursos forestales para la vida del país en aquel entonces. Además, un análisis minucioso del mismo da a entender que es un trabajo muy bien hecho a pesar de que lo realizó en las condiciones más precarias que podramos imaginarnos, pues para comienzos de siglo, el país no tenía un sistema de carreteras que interconectara eficientemente a las diferentes regiones, por lo que tuvo que recorrer el territorio nacional a pie y a lomos de mulo.
Aún así el estudio titulado »Informe sobre las condiciones forestales de la República Dominicana» entregado en mayo de 1909, hace una excelente descripción de las diferentes zonas boscosas del país, calculando una superficie de 9,500,000 acres, que representaba un 85 por ciento de la extensión territorial dominicana. Describe la condición de las zonas cordilleranas indicando que las mismas »… están cubiertas de vegetación forestal y subvegetación formando una extensa capa», destacando sin embargo que »…acerca de las selvas de este país, muy poco se conoce desde el punto de vista técnico».
Y agrega »…es evidente que por muchos años las propiamente llamadas ‘semillas de oro’ de los bosques han sido cogidas por los buscadores de madera de tinte y de ebanistería, nativos y extranjeros, por ser muy apreciada la calidad de sus maderas. El áloe o doradillo, la caoba, el fustán o mora, palo campeche, ébano, cedro y guayacán, son las preferidas y han sido exportadas en considerables cantidades desde que principió el intercambio comercial con la República».
Estas notas nos dan a entender que del bosque no solamente se extraía madera, que de hecho se hacía en »considerables cantidades» para ser exportadas hacia Estados Unidos, sino el tinte y la resina que parecían industrializarse. Destaca de igual manera que las labores de explotación maderera y de recolección de otros productos del bosque no solamente la realizaban los dominicanos, sino que también participaban extranjeros. Es una pena que no fuera más explícito.
El estudio de Woodward (para dejar en claro y cumplir fielmente la misión para la que se le trajo al país) concluye diciendo entre otras cosas que »… la cantidad total de pino de República puede ser estimada, moderadamente, en tres billones de pies B. M. De los dos tipos de madera dura hay once billones de pies más, incluyendo todas las especies que alcanzan volumen negociable. Un precio de troncos a 25 centavos de dólar por metro para el pino y de un dólar por metro de madera dura representa las actuales condiciones del mercado. Por lo tanto, los recursos forestales de República representan un capital de 11,750,000 dólares».
De mayor valor aún
Pero las cosas no quedaron ahí. Con la invasión de 1916 se inició la construcción del primer sistema nacional de carreteras partiendo de la capital dominicana. Tres arterias de comunicación deberían dar acceso a los rincones más escondidos del territorio nacional y en particular a las zonas boscosas más ricas que hasta entonces permanecían intocadas, particularmente las áreas pineras que nunca habían sido explotadas comercialmente. Una de ellas recorre todo el Cibao uniendo la capital con Montecristi, otra atraviesa los frondosos bosques del Suroeste uniendo la capital con Elías Piña y la más pequeña se sumerge en la espesa floresta de madera dura de la región oriental uniendo la capital con Higüey.
Para tener una idea más acabada de cómo han cambiado las cosas a partir del informe de Woodward, haciendo acopio de las tecnologías forestales más modernas y penetrando a los bosques con mayor facilidad por la accesibilidad que le brindaba el sistema de carreteras antes descrito, los norteamericanos traen a otro experto forestal, el segundo que viene con una encomienda específica: »evaluar las riquezas forestales del país». Se trata del ingeniero forestal William Davis Durland, que entrega su reporte de campo en abril de 1922.
De entrada, e impresionado con las primeras visitas de campo, Durland describía »…grandes árboles y plantas bordean los caminos reales y carreteras en grandes masas de variada vegetación, formada por viñas, helechos, orquídeas, enredaderas, tunas y árboles de madera. Los bosques se extienden en todas direcciones por valles, colinas y laderas de las montañas hasta sus más altas cumbres cubiertas de helechos. Si el viajante ha llegado procedente de la vecina isla de Puerto Rico, esta impresión de exuberante vegetación será mayor aún por contraste; pues a pesar de encontrarse solamente a unas setenta millas hacia el este de la República, está densamente poblada y apenas tiene bosques debido al mal uso que han hecho los nativos de sus recursos naturales destruyendo sus selvas hasta causar su agotamiento».
Y escuchen esto: »…la menos conocida de las Grandes Antillas, La Española de Cristóbal Colón, ha sido la que menos ha cambiado su aspecto físico desde los tiempos del Descubrimiento. Por lo menos el 75 por ciento de la isla está cubierto de bosques que pueden llamarse de madera. El área total de la isla es aproximadamente de unas 28,000 millas cuadradas, de la que más o menos dos terceras partes corresponden a República Dominicana». Observen que el dato del 75 por ciento de cobertura forestal es para toda la isla y para aquel entonces Haití ya estaba bastante deforestada por la explotación maderera a que la había sometido Francia en el siglo anterior (siglo XIX), lo que quiere decir, que la situación de los bosques dominicanos para 1920, cuando el país todavía no había alcanzado el millón de habitantes, era prácticamente igual que como lo había descrito su antecesor Karl Woodward.
Y para no abrumarles de informaciones, a pesar de que son interesantísimas y casi nadie las conoce, Durland concluye de esta manera, »…tales son los recursos forestales de República Dominicana. La mayor parte de estos bosques son inexplotables comercialmente debido a no ser conocidas muchas de las variedades de maderas que los pueblan. Tan pronto lleguen a ser conocidas podrá apreciarse su verdadero valor comercial. Tiene una gran ventaja sobre las islas vecinas: haber conservado sus bosques en estado casi primitivo o vírgenes. Pero si esta riqueza ha de conservarse como caudal de reserva, deberán tomarse medidas para evitar la deforestación iniciada. La práctica de hacer ‘conucos’ es directamente responsable de la depauperación de las selvas y que ha colocado a Puerto Rico en una situación económica nada deseable en cuanto a sus recursos forestales que si continúa en República Dominicana, esta nación sufrirá la misma suerte.
Ordenes ejecutivas
Estas recomendaciones que hizo directamente Durland al Coronel del Ejército de Estados Unidos que gobernaba en ese entonces en el país, motivó la emisión de cuatro »órdenes ejectutivas» (así se llamaban las leyes durante la ocupación, 1916- 1924):
a) La primera (Número 365) fue emitida en 1919 y tuvo por objeto crear el »servicio forestal», que más bien era un reforzamiento al »servicio de guardacampestres» que el ejército norteamericano había encontrado a su llegada tres años atrás.
b) La segunda (Número 527) fue dada a conocer en 1920 y estaba destinada a regular los servicios de los guardacampestres, que al parecer no tenían ningún manual de procedimiento o un marco regulatorio de sus funciones.
c) La tercera fue la Orden Ejecutiva Número 586 del mismo año y se conoció como »Ley sobre Reserva Forestal». Incluía la Cordillera Central, la Cordillera Septentrional y la Sierra de Bahoruco, las cuales se ponían bajo la custodia del Estado.
d) Por último, al año siguiente (1921) se emite la Orden Ejecutiva Número 631 para modificar la Número 527 del año anterior, organizando y modernizando el servicio de los guardacampestres.
Así transcurrieron las dos primeras décadas del presente siglo, les ruego a los amables lectores de LISTíN DIARIO que no se desesperen, que en el próximo milenio les narraré los siguientes capítulos de esta »tragicomedia forestal» que retrata el dramatismo de la destrucción de la naturaleza dominicana, pasando del »paraíso al desierto» en tan solo 100 años.
SIGLO XX PASO A PASO
– Año 1900. La madera era el principal producto de exportación de República Dominicana, abasteciendo los más exigentes mercados europeos y norteamericanos.
– Año 1903. Continúa la expansión de los campos de caña y en forma más moderada, la apertura de campos para las plantaciones de tabaco, ambos cultivos implicaban el desplazamiento de la cobertura forestal para su desarrollo.
– Año 1906. Llega al país Karl Woodward, el primer ingeniero forestal que visita República Dominicana con la encomienda de evaluar sus riquezas forestales.
– Año 1907. Emisión de la Ley 4794 que crea el »servicio de guardacampestres», considerada la primera norma con carácter legal con fuerza suficiente para ocuparse del cuido de la foresta.
– Año 1909. Entrega del informe de Woodward que revela que República Dominicana tenía para ese entonces un 85 por ciento de su territorio cubierto de bosques.
– Año 1910. Las crónicas periodísticas relatan la llegada a Mao Valverde de barcos procedentes de Montecristi y se reporta además, la presencia de cocodrilos que recorren las aguas del río Yaque del Norte hasta llegar a las inmediaciones de lo que hoy es el Puente Hermanos Patiño.
– Año 1912. El padre Miguel Domingo Fuertes se convierte en el primer botánico que escala las alturas del Pico Duarte con fines científicos (28 de octubre de 1912), donde pudo identificar varias especies y géneros nuevos para las ciencias que llevan su hombre.
– Año 1916. Se comienza a construir el primer sistema de carreteras del país, el cual permite el acceso a zonas forestales que habían permanecido intocadas desde su aparición o formación en esta isla.
– Año 1918. Con la llegada de la Máquina de Vapor al país se inicia la instalación de aserraderos en el corazón del Valle del Cibao y en las estribaciones del pie de monte de la Cordillera Central para la explotación comercial del pino criollo (Pinus occidentalis) por primera vez, pues prácticamente sus bosques permanecían intactos hasta la fecha.
– Año 1918. Llega al país del ingeniero forestal William Davis Durland con la encomienda de evaluar más detalladamente las riquezas forestales de República Dominicana.
– Año 1919. Emisión de la Orden Ejecutiva número 365 para crear un verdadero servicio forestal para República Dominicana.
– Año 1920. Emisión de la Orden Ejecutiva número 527 para regular el servicio de los guardacampestres que tenían mayor responsabilidad en el cuido de las plantaciones cañeras de entonces.
– Año 1920. Emisión de la Orden Ejecutiva número 586, conocida como »Ley de reserva forestal» y que declaraba la Cordillera Central, la Cordillera Septentrional y la Sierra de Bahoruco como reservas forestales bajo el control del Estado.
– Año 1921. Emisión de la Orden Ejecutiva número 631 que modifica la Orden Ejecutiva número 527 de 1920 que regula el servicio de los guardacampestres.
– Año 1922. Entrega del trabajo de Durland titulado »Los bosques de la República Dominicana».
– Año 1924. Termina la invasión norteamericana y comienza en Santiago de los Caballeros la preocupación por la conservacion del río Yaque del Norte.
por Eleuterio Martínez
Publicado originalmente en el Listin Diario del 28 de Diciembre1999
felicidades profesor es usted digno de admirar.