En oposición a la que cursa en en el Congreso Nacional, organismos oficiales dan los toques finales a una nueva propuesta de ley ambiental.
Es muy posible que República Dominicana entre al nuevo milenio vanagloriándose de ser una de las naciones de más alto índice de crecimiento económico del mundo y, a la vez, como una de las pocas naciones del mundo también (posiblemente la única de América Latina) que no posee una ley ambiental para la salvaguarda de su patrimonio natural y la calidad de vida de sus habitantes.
La ecología y la economía son dos disciplinas científicas afines en su esencia, en vista de que la sabiduría de los griegos se encargó de darle una misma raíz etimológica, pues ambas se ocupan de la casa (oikos) y mientras la primera trata de conocer las existencias, la segunda tiene por objeto su administración racional. Y yo me atrevería a decir que tienen casi un mismo norte: garantizar indefinidamente la existencia de los bienes y servicios naturales (base de toda riqueza y bienestar), utilizando inteligentemente lo indispensable para la satisfacción plena de las necesidades humanas.
Pero lamentablemente las ambiciones del Homo sapiens, con el correr de los tiempos, le dio una orientación diferente, descartando o marginando la primera para darle preeminencia a la segunda y ahí reside precisamente el error, tal y como sabiamente lo postuló el gran Mahatma Gandhi: »la naturaleza puede satisfacer todas las necesidades humanas, pero no todas sus ambiciones». En estos momentos en que la globalización se erige todopoderosa, en la diosa a la que todos los gobiernos del mundo están obligados a rendir culto y pleitesía, la OMC establece que la »conservación no puede ser un pretexto para detener el desarrollo de ninguna nación o región del mundo».
Entonces el crecimiento económico sin protección ambiental no es una paradoja sino la lógica elemental, que no amerita estudios ni del empleo de integrales, pues la entienden hasta los »chinos de Bonao». Pero sucede que es necesario guardar las apariencias ante el descalabro de la naturaleza y el peligro evidente para la vida humana que ello representa. Por estas razones, las naciones superdesarrolladas que no han podido contener el corcel desbocado del consumismo, se inventaron una palabrita mágica para entretener a los ecologistas y a las naciones pobres mientras continúa el entierro: »desarrollo sostenible».
Este concepto elaborado para el consumo casi exclusivo de los países pobres (las naciones ricas a penas lo utilizan para referirse a los desdichados de la fortuna), nos ha llegado trasnochado pues desde que los técnicos del Banco Mundial lo acuñaron en 1982 y la Comisión Brutland le dio significado en 1987, ninguna nación del mundo ha podido demostrar logros tangibles de que se ha montado realmente en el carro del »Desarrollo Sostenible». Además, ¿cuál es el desarrollo que no es sostenible? Pues si es lo contrario no puede llamarse desarrollo. Eso lo saben muy bien quienes comen conflé, pero no así quienes comemos plátanos.
Empero de eso trata precisamente el nuevo ante-proyecto de »Ley General de Medio Ambiente y Recursos Naturales» que los técnicos del Gobierno han »consensuado» para someterlo ante las cámaras legislativas. Basta con leer los principios en que el mismo descansa y su objeto para percatarse de esta realidad, pero vamos a los casos concretos para que estos planteamientos no se entiendan como una crítica alegre.
Decreto 196-99
El país recibió con júbilo el Decreto 196-99 que manda a detener las extracciones de arena, grava y cualquier tipo de materiales de construcción y a no contaminar los ríos del Cinturón Verde de la Ciudad de Santo Domingo (Haina, Higüero, Isabela y Ozama). Estamos seguros de que no se quedó ningún programa de noticias de radio o televisión que no comentara y saludara esta medida, aunque muchos esperábamos que alcanzara a Nigua y Nizao mientras se extendiese a todo el territorio nacional.
Pero !qué poder tienen los areneros!, no pasaron dos semanas para que el mismo se violara. Esperamos que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, encomendadas expresamente para hacer valer esta disposición del Poder Ejecutivo, vayan a ver las extracciones que se están haciendo en Batey Bienvenido con »permiso de Corteza Terrestre» y lo que están haciendo empresas privadas en »Lechería», casi en la confluencia del Arroyo Lebrón con el Haina.
Por Dios, y ¿hasta dónde vamos a llegar?
por Eleuterio Martínez
Publicado originalmente en el Listín Diario del 3 de Agosto del 1999