Esta vez lo está haciendo la empresa E. León Jiménez con la serie »La Imagen Nacional», la semana pasada lo hizo el grupo Coral Hotel y Resorts con la »Iguana Rinoceronte», anteriormente lo hicieron CODETEL, la Shell y el Grupo Financiero Popular con los parques nacionales de la Cordillera Central »Armando Bermúdez y José del Carmen Ramírez» y la primera que inició este nuevo estilo de hacer propaganda comercial con la naturaleza dominicana, si mal no recuerdo, fue Barceló y compañía, popularizando un personaje de muy grata recordación, »Juan Canela», el hombre de la cordillera y que le mostraba a los visitantes los caminos al »Pico Duarte».
Cada vez es mayor el número de empresas que basan su propaganda comercial resaltando los valores y expresiones de la naturaleza dominicana.
– PROTECCIÓN. Dirección Nacional de Parques, Proyecto Parques en Peligro, ECOPARQUE.
– VOCACIÓN. Conservación integral como hábitat natural de la vida silvestre y acuática
También lo ha hecho de alguna manera Brugal y compañía, aunque más tímidamente, utilizando de vez en cuando algunos rasgos particulares de la naturaleza patria en sus anuncios. Hemos visto además que últimamente Juan Lamour, con el apoyo de varias empresas, ha reforzado considerablemente el contenido educativo de su serie televisiva »Jurón», dándole un toque refrescante a la educación ambiental no formal que de alguna manera debe recibir la ciudadanía.
Pero como »la naturaleza no vende», las empresas licoreras y de otros géneros, hace tiempo que cambiaron de estrategia para volver a promover los vicios y despertar los bajos instintos del hombre, otras viven ligando lo uno con lo otro y solamente algunas sobreviven mostrando profesionalidad y alto sentido de sensibilidad por lo que realmente tiene valor. Independientemente de que »no compartimos» que la naturaleza sea utilizada para estos fines, hay que reconocer que el fuerte del contenido de cierta propaganda, es esencialmente educativo, formativo y yo diría que hasta forjador de una consciencia de fondo sobre los valores patrios.
Y este podría ser el caso de la serie »La Imagen Nacional» que ya tiene 10 años en la televisión dominicana mostrando detalles particulares de ciertos ecosistemas, paisajes y ambientes especiales que tipifican ciertos enclaves de la naturaleza del país, combinando elegantemente la magia del lente de la cámara con la palabra bien dicha, pronunciando frases para completar la poesía inconclusa que la máquina filmadora quiso eternizar, robándole con un flash un rasgo particular a la Creación.
Esta vez se trata de un concurso muy original. »Vive la Imagen Nacional» se propone llevar a los ganadores del mismo al lugar de los hechos, dándole la oportunidad de ver, sentir y palpar directamente aquellas imágenes que les deleitaron por la televisión. Los lugares escogidos para visitarse entre el 9 y el 12 de diciembre son de los más espectaculares de la geografía patria: La cueva Fun Fun de Los Haitises, la de mayor extensión descubierta hasta ahora en la isla de Santo Domingo; la reserva científica de Ebano Verde; el Salto de Las Aguas Blancas del parque nacional Juan Bautista Pérez Rancier, más tres secretos, tres maravillas o más bien, tres joyas de incalculable valor, todas escondidas alrededor de la península de Samaná: las playas de Rincón, Cossón y Las Terrenas.
Es una pena que sea el sector privado y no el Estado dominicano quien lleve la voz cantante en este caso que sirve de canal para promover la patria, para engrandecer el lar criollo y mostrarle a la sociedad dominicana el verdadero rostro de la nación. No porque las empresas no deban hacerlo, ese es un compromiso que han contraído con sus consumidores y con la sociedad en que hacen sus negocios, sino porque esta es una responsabilidad primaria e indelegable de los poderes públicos, que por demás, forma parte de los compromisos contraídos por República Dominicana en la »Cumbre para la Tierra» celebrada en Río de Janeiro – Brasil, del 3 al 14 de junio de 1992.
Senderos de la patria
Quien no ha visto salir el sol desde los altos de La Compartición, camino al Pico Duarte o no ha pernoctado en casas de campaña en el Valle de Lilí, con temperaturas bajo cero grados centígrados, no puede decir que es dominicano. Si nunca ha visitado la isla Catalinita ni la laguna El Ramblazo, si no ha tenido la oportunidad de entrar en la gruta encantada de los manglares de la laguna El Diamante, ni conoce la Sabana del Silencio en la Sierra de Neiba; si solamente ha oído hablar del Bosque de la Isla o el Charco de la Paloma de la Sierra de Bahoruco, podría decir que vive en la capital o cualquier pueblo del interior, pero no puede afirmar que sabe dónde vive.
¿No le gustaría contemplar el paraíso donde el profesor Juan Bosch construyó su casita cuando fue presidente en 1963?, le aseguramos que »Camp Davis» (la casa presidencial de la nación más poderosa del mundo) no le supera ni en valor ni en atributos naturales, es más, me atrevería a creer que ni »Castelgandolfo», el retiro espiritual del Papa, tiene una naturaleza más privilegiada. Es una pena que los sucesores de Bosch no le dieran mantenimiento a esta residencia hoy arruinada en las cumbres cordilleranas. Mañana a las 8:00 de la noche, en el salón La Mancha del Gran Hotel Lina estaremos haciendo este recorrido por las »Rutas Ecoturísticas» de mayor valor que tiene República Dominicana. Las invitaciones están abiertas hasta hoy con Luz María Vázquez en el 547-6626.
Isla Catalinita, un tesoro desconocido
La isla Catalinita es tan pequeña que ni ella misma cree que realmente sea una isla.
Probablemente usted no la conoce, a lo mejor ni siquiera ha oído hablar de ella. Es posible que si hace un repaso a la memoria, recuerde alguna vez que el profesor de geografía la haya mencionado, pero lo más seguro es que no lo haya hecho, pues es tan pequeña que casi nunca se le coloca en el mapa y si se hace, se ubica como un punto sin importancia al borde de un precipicio, que si no se ha caído es porque las olas del océano Atlántico permanentemente la están empujando hacia la plataforma coralina existente entre el procurrente de Higüey y la Saona.
Se llama »Catalinita», no sabemos por que, ni quien la bautizo con este nombre tan sugerente; pues cualquiera podría pensar que tiene algún parecido al encanto con forma de paraíso que existe al Sur de la Romana y que Colón bautizó con el nombre de Catalina en honor a aquella santa medieval; pero no es así, pues aunque le falte tamaño, nada tiene que envidiarle a sus homólogas de las costas dominicanas y que por alguna razón se han alineado frente al Mar Caribe.
Catalinita tiene su propia personalidad, tan sobria y peculiar que no precisa de encantos, paisajes o ambientes prestados. Nada tiene que imitar, y si los historiadores de Indias no se fijaron en ella, es porque en realidad no conocieron en detalle todas las regiones del paraíso tropical de las Indias Occidentales.
Catalinita es otra cosa
Saona, Beata, Catalina y Alto Velo son territorios insulares bien conocidos y con su propia historia; pero Catalinita es otra cosa. Tiene suficiente linaje como para descollar por sí misma. Tan orgullosa que hasta intenta abandonar el Mar Caribe que las ha visto nacer a todas, para ir a instalar sus dominios en el Atlántico Oriental, aunque todavía le falta nadar un poquito más. Se nota que no le faltan intenciones de seguir hacia adelante, pues no le asustan las embravecidas olas que incesantemente se estrellas contra su cabeza, las cuales no le han dejado crecer pelos en el frontil. La isla Catalinita no ha podido desarrollar cobertura vegetal en su extremo nor-oriental.
Nunca ha hecho alarde de falsa modestia y por eso no oculta la majestuosidad del entorno que la rodea, exhibiendo sin el menor rubor la desnuda belleza que atesora y que adorna su periferia:
– Pequeñas llanuras que asemejan la inmensidad de la plataforma costera Suroriental de La Española, algunas con el único poquito de suelo que han podido acumular y otras que apenas se le han borrado las huellas de las marismas que le dieron origen
– Muros sinuosos que aspiran algún día ser mogotes o colinas, alineándose para indicar las sierras o cordilleras en miniatura que pretenden formar.
- Playas de todas las dimensiones, desde pequeñas que se atraviesan con 10 ó 15 pasos, hasta prolongadas y extensas que permiten adentrarse en el mar hasta 50 ó 100 metros sin que el agua pase de las rodillas
- Acantilados imponentes y conspicuos que parece que están levantando la islita del lecho marino.
- Varios cayos a su alrededor, asemejando territorios insulares adyacentes como si la Catalinita fuera una isla verdadera o un archipiélago en miniatura.
Encantos de la Catalinita
Existe tanta belleza en los paisajes de la Catalinita, tanta hermosura en la cadencia de las olas que mueren en sus playas y tanto colorido en el fondo del mar que la rodea, que nadie puede describir con propiedad los encantos que la adornan, aunque se utilicen los más bellos adjetivos del diccionario que recoge las palabras con las cuales se cantaba la hermosura inenarrable del nirvana o de los paraísos de la Atlántida, el antiguo continente del océano que hoy lleva su nombre y donde los ríos manaban leche y miel e incluso, de las leyendas que nos traen relatos de otro continente que existió en medio del Pacífico: La Lemuria, de cuyos vestigios Chile conserva uno de los sitios del patrimonio mundial conocido, como las »Islas de Pascua», separadas mas de mil kilómetros de tierra continental, las cuales contienen unas estatuas de piedra tallada, que la nariz más pequeña de las mismas es más grande que el hombre que pudo cincelarla. No existe todavía la máquina construida por el hombre que pueda levantarlas y mucho menos trasladarlas hasta tierra firme para estudiarlas con entera libertad.
Pero la Catalinita no precisa de las estatuas legendarias de las Islas de Pascua, ni siquiera de la majestuosidad del reino faunístico tropical que atesora el archipiélago de las »Islas Galápagos» (también pérdidas en el Océano Pacífico a miles de kilómetros de las costas del Ecuador y mucho mas alejadas aun de sus homologas, las Islas de Pascua), para hacerse famosa y construir su propia leyenda. No solamente por la sobrada belleza atrapada en su estrecha geografía, sino por la cantidad de galeones hundidos, de las pequeñas y grandes embarcaciones de los piratas, aventureros o cazadores de fortunas que en el transcurrir de la historia intentaron atravesar sus mares en busca de tesoros escondidos y que naufragaron o que sucumbieron en tal empresa.
No es nuestro propósito mortificarle, ni pretendemos en modo alguno exacerbar vuestra curiosidad, solamente queremos mostrarle algunas de las muestras, muy modestas y posiblemente las menos representativas de tanta belleza condensada en un trozo de naturaleza, donde todo es tan excelente y delicado que tiene que entregársele al espectador en pequeñas dosis. ¿No lo cree?, pues observe las vistas de la portada y las que acompañan estas notas y se convencerá de que hasta el horizonte es pequeño o de dimensiones reducidas, para que su vista no divague ni lo distraiga en la contemplación de elementos foráneos al medio en que se encuentra.
Para que no dude que se encuentra en un rincón del paraíso, mire hacia el cielo y verá que los ángeles tienen forma de gaviotas, tijeretas o pelícanos que no dejan de cantar la gracia divina que los llevó hasta allí, ni ocultan el mensaje celestial que traen para quienes tienen la sensibilidad y la paciencia para detenerse a contemplar la forma en que desdibujan su cuerpo en el azul inmenso de un cielo impoluto. Pero permítanos mostrarle las verdaderas dimensiones físicas de la Catalinita.
Un pedacito de Patria
En uno de los rincones más escondidos de la geografía patria, haciendo pininos entre tierra firme y la isla Saona, acostada sobre un manto arrecifal y aunque indefensa, nadando contracorriente y desafiando las olas del océano Atlántico, que descargan toda su furia contra las crestas de sus acantilados de cabecera, encontramos la isla Catalinita.
Demasiada belleza para una geografía tan diminuta. Tan original como si hubiese acabado de nacer, como si fuese el primer ensayo del Creador o como si fuese un terrón que cayó al mar cuando Dios llevaba en sus manos el punto de tierra para hacer la Saona. Tan joven que todavía no ha llegado a la pubertad y tan inocente que no le teme a la furia de los ciclones o las tormentas tropicales que frecuentemente la están bautizando.
La isla Catalinita es tan pequeña que ni ella misma cree que realmente sea una isla, sin embargo, tiene atributos suficientes para demostrar la diversidad espacial requerida o para exhibir la heterogeneidad típica de cualquier territorio insular, es decir, le sobran dotes para convencer a cualquier geógrafo que intente despojarla de tal categoría. Veamos:
1.- Tiene una superficie de 0.22 kilómetros cuadrados (realmente muy modesta), es decir, 22 hectáreas que equivalen a 350 tareas. Su litoral costero tiene dos kilómetros de longitud.
2.- Sus dimensiones máximas varían entre 880 metros de largo (casi del tamaño de la calle »El Conde»), y 260 de ancho (casi como la calle »Las Atarazanas» de la Zona Colonial).
3.- Tiene un cayito satélite, en su extremo sudeste, con vegetación natural al igual que su madre, el cual es el refugio preferido una gran cantidad de aves costeras migratorias. Sus modestas dimensiones apenas promedian los 230 metros de largo por 50 de ancho. Tiene además cuatro cayitos periféricos pero que no muestran señales de vida.
4.- Los ambientes mediterráneos de la Catalinita se componen de dos sabanas o llanuras con vegetación de gramíneas; pequeños promontorios en cadena, continuos y discontinuos los cuales parten del occidente y se dirigen hacia el oriente en principio para luego seguir serpenteando hacia el noreste, bordeando la costa, formando la espina dorsal de la isla.
5.- Los ambientes costeros están dominados por acantilados, farallones o arrecifes, interrumpidos algunas veces por pequeñas playas, muy especialmente hacia el Oeste, al Sur y Sudeste. Al Norte y al Noroeste no existen playas, sino, acantilados puntiagudos, los cuales dominan su litoral.
6.- El entorno marino inmediato a la Catalinita se caracteriza por aguas cristalinas o transparentes muy someras, salvo su extremo nor-oriental, donde la barrera arrecifal desciende bruscamente.
7.- Toda la parte marina occidental, salvo pequeños huecos y medialunas de arenas blancas, está dominada por extensos pastos marinos, es decir, por hierbas fanerógamas marinas que le sirven de hábitat natural y de nicho ecológico a la vida marina circundante.
8.- Está cubierta por una vegetación peinada como respuesta al predominio de los vientos locales del Este que permanentemente azotan la isla. Toda la vegetación superior tiene porte arbustivo, en forma de bonsai recostado, salvo los cocoteros del centro de la isla y manglares (Mangle Rojo, Mangle Prieto, Mangle Blanco y Mangle Botón) que se concentran en el extremo sudoeste del litoral costero de la misma.
9.- En las playas, la mayoría muy pequeñas, se observan montículos de conchas de lambí como reflejo de la actividad actividad de las olas y en mar en el pasado y la pesquería que ha sido el uso que históricamente se le ha dado a este pequeño territorio insular. La Marina y los pescadores fueron quienes introdujeron el coco en la isla, en la década del 40, principal elemento foráneo que se aprecia en ella.
10.- La avifauna domina el espacio con todo tipo de especies migratorias, entre las que se destacan las tijeretas, los pelícanos, los playeritos, las gaviotas (de diferentes tamaños y colores) y los patos (también muy diversos).
FICHA TÉCNICA
– NOMBRE. Isla Catalinita
– UBICACIÓN. Al sureste del procurrente de Higüey y al Noreste de la Isla Saona.
– TAMAÑO. 0.22 kilómetros cuadrados (22 hectáreas o 350 tareas)
– DIMENSIONES. 880 metros de largo por 260 de ancho
– ENTORNO. Plataforma coralina con seis cayitos alrededor de la isla principal
– VEGETACIÓN. Peinada y de bajo porte como respuesta a los vientos locales dominantes
– AVIFAUNA. Gaviotas, tijeretas, pelícanos, playeritos, reicongos, patos…
– PAISAJE. Playas de diferentes tamaños, acantilados y farallones
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