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La fuerza de una naturaleza virgen

 

eleuterio-martinez-mini1¿Cree usted que con el nivel de deforestación que ha alcanzado el país en las postrimerías de este siglo pueden aparecer espacios de naturaleza virgen, es decir, prácticamente intocados por la mano del hombre?.

A medida que usted se acerca a la naturaleza y penetra hasta su interior, en la misma proporción en que sus sentidos se sumergen en los espacios más originales, asímismo tiene que ser la respuesta. Nadie lo sabe ni lo puede explicar, pero es un intercambio dialéctico entre lo real que llevamos dentro, con lo cierto que existe y palpita en el ambiente. Es la naturaleza misma reconociéndose en nosotros y en tales circunstancias, ella se esmera en entregarnos lo que de otra forma jamás podríamos percibir.

En la vista que engalana la portada de esta entrega hay algo de misterio que usted se podría imaginar, aunque es prácticamente imposible que pueda experimentar las fuerzas que transmite la contemplación real de ese escenario natural. Es como la belleza condensada, tangible y palpable con la vista. Podría decirles algo más, creo que la impresión que me causó la contemplación de este paisaje, me seguirá acompañando después que cruce el puente. Tal parece que la paz se ha asentado sobre la floresta virginal y ni siquiera los candentes rayos del sol que parecen eternizarse o la sombra bienhechora de una nube que pasa sin prisa, pueden perturbar la armonía que encierra su presencia. 
Es el parque nacional Donald Dod, creado mediante el decreto número 233-96 del 3 de junio de 1996, con 1,000 kilómetros cuadrados de superficie y que es el fruto de la ampliación del antiguo parque nacional Sierra de Bahoruco. Su ampliación se realizó precisamente para incorporar espacios como este que le traemos en esta oportunidad, así como otros que en el pasado fueron ampliamente perturbados y que han logrado una recuperación natural extraordinaria.

Estudios anteriores a la ampliación de esta área protegida, conducidos por el equipo técnico del Jardín Botánico Nacional, dan cuenta de las maravillas botánicas, de la riqueza de la biodiversidad y la presencia de nuevos especímenes de nuestra flora en la zona de Palma Herrada. En estas apartadas zonas serranas existió un asentamiento humano que poco a poco fue siendo abandonando espontáneamente hasta quedar completamente vacío. Este desalojo voluntario ha permitido que la naturaleza recupere sus energías y restablezca los procesos ecológicos esenciales que gobiernan la vida en estos ecosistemas intermedios o transicionales entre el bosque seco propiamente dicho y el bosque latifoliado de media montaña.

Esta es una buena noticia que hemos querido compartir con los amigos lectores de LISTíN DIARIO y con la sociedad dominicana, porque el país, o más bien, la opinión pública fue informada por las autoridades de la Dirección General Forestal, de que en la primera temporada de incendios de este año se quemaron 400,000 tareas de pinos (el doble de lo que dice haber plantado el programa Quisqueya Verde, en los casi tres años que lleva de existencia). Al menos, eso fue lo que informó la máxima autoridad de ese organismo oficial. Casi medio millón de tareas de bosques que fue arropada por las llamas de un solo incendio forestal, entre los tantos que ocurrieron entre enero y mayo de 1999.

Esto hubiese sido un escándalo para cualquier país del mundo, por más grande que sea; sin embargo, el anuncio fue acogido por la prensa dominicana con toda la normalidad y no sabemos de nadie que se haya preocupado por este siniestro. Por eso le decimos que esta vista de un retazo de naturaleza virgen en la misma Sierra de Bahoruco, obligatoriamente tiene que ser una buena noticia. Si no le parece, espere y le muestro otros detalles a ver si se convence.

FICHA TÉCNICA

– NOMBRE. P. N. Donald Dod

– UBICACIÓN. Sierra de Bahoruco

– ECOSISTEMAS. Pinares, bosque húmedo, bosque seco

– PUNTOS CLAVES. Alto del Toro, Charco de la Paloma, 
Pelempito, Aceitillar, Zapotén, Marramié, Bosque la Isla, Palma Herrada, Villa Aida, Pedro Bello

– SUPERFICIE. 1,000 kilómetros cuadrados

– AMORTIGUAMIENTO. 350 kilómetros cuadrados

– ÁREA REGULADA. 1,300 kilómetros cuadrados

– PERTURBACIONES: Explotaciones mineras de Aceitillar

– AMENAZAS. Los incendios forestales, invasiones, conuquismo…

Un parque excepcional

Especialistas de la Universidad de la Florida dicen que es una de las áreas protegidas más completas en términos de contenido y de variedad de hábitats en el área del Caribe. Su destrucción sería una tragedia nacional

A pesar de que su creación data del comienzo de los ‘80, de haber sacudido la conciencia nacional ante las amenazas de ser mutilado por gobiernos pasados y de sufrir varias modificaciones de sus límites, el parque nacional Donald Dod, mejor conocido como ‘‘Sierra de Bahoruco’’, sigue siendo una de las áreas protegidas menos conocida por los dominicanos. 

En primer lugar, esta unidad de conservación lleva el nombre de un científico norteamericano (Donald Dod), un renegado ingeniero químico petrolero, pero excelente investigador de orquídeas que durante varias décadas vivió en este país junto a su esposa (Annabelle Stockton de Dod), también de muy grata recordación por su contribución extraordinaria en el estudio de las aves de República Dominicana. Ambos hicieron de esta nación su segunda patria y se entregaron o le sirvieron de tal forma que sus aportes difícilmente puedan ser superados por otros investigadores en las áreas que ellos se especializaron. 

Quien escribe estas notas puede dar testimonio del empeño de esta pareja por el estudio y la conservación de las riquezas naturales de esta nación. Durante los años que laboré en la Dirección Nacional de Parques y luego en la Dirección General Forestal, tuve la oportunidad de acompañarlos por casi toda la geografía nacional y aunque ambos tenían campos de investigación diferentes (él era orquidiólogo y ella ornitóloga, título que nunca aceptó), tenían un elemento en común: su deseo de ‘‘luchar por la conservación de los recursos naturales de esta media isla’’.

Conservacionistas militantes

Y no vaya usted a creer que eran unos científicos fríos, de aquellas lumbreras del conocimiento que se conforman con el éxito de sus descubrimientos. De hecho, ambos disfrutaban en grande sus hazañas en sus respectivos campos de investigación y recuerdo que yo mismo aplaudía cuando Donald me mostraba un nuevo ejemplar de orquídeas que no estaba reportado para la isla y compartí la alegría de niña de Tuddy (Annabelle) cuando me mostró en Jaiquí Picao (camino a La Sierra), el nido de algunas aves costeras en unos farallones del interior, casi a 100 kilómetros de la costa o cuando observó varios ejemplares de unas extrañas aves migratorias procedentes del Cono Sur del continente americano, las cuales paradógicamente llegaron hasta el caño de Las Mujeres del Parque Nacional de Montecristi, en lugar de hacerlo en cualquier humedal de la región sur del país. 
Pero lo que distiguió a esta pareja de norteamericanos de nacimiento pero ‘‘dominicanos por amor’’, fue su defensa militante, su fervor conservacionista, su pasión y prédica constante para que las autoridades del área de los recursos naturales pusieran un poquito más de empeño en el cumplimiento de su deber. Confieso que una vez me asusté cuando Tuddy se enfrentó con un guardia de puesto en el Cuartel Fronterizo del Aguacate. Ella le reclamaba que si él no estaba consciente del peligro que representaba dejar a los haitianos tumbar el bosque húmedo de Macató (en territorio dominicano y a poca distancia del puesto militar).

Su experiencia le decía que esos hombres tenían una capacidad de talar y quemar muy superior a todos los seres humanos que ella había visto en su vida y el bosque que ellos estaban depredando era uno de los principales refugios para la cotorra, el perico y sobretodo para el ‘‘papagallo de la Hispaniola’ que se encuentra en peligro de extinción. Posiblemente, las poblaciones más numerosas que le quedan al país de esta ave primorosa, se encuentran precisamente en la Sierra de Bahoruco. Recuerdo también que ella fue quien acuñó la tesis que mejor explica la deforestación que actualmente experimenta Haití, al decir que los haitianos tenían como consigna: ‘‘Si ves un árbol, córtalo y si ves algo verde, quémalo’’.

Su amor por la naturaleza de esta Tierra los llevó a ser la bujía inspiradora para la creación de la Sociedad Dominicana para la Conservación de la Naturaleza (SODOCORENA), que vio la luz a principio de la década de los años 80. Ellos nunca se consideraron extranjeros y tampoco tuvieron miedo de enfrentar a los directores de parques ni a los generales de foresta. Desconozco si alguna vez estuvieron en peligro de ser deportados, porque lo de Tuddy era tan serio que hasta en pleno Palacio Nacional y en medio de la solemnidad de un acto de reconocimiento en su honor, se quejaba de que el Gobierno no le hacía mucho caso a los recursos naturales. Lo cierto es que su labor fue objeto de varios reconocimientos en todo el país (todavía existe un grupo de observadores de aves que lleva su nombre) y de distinciones por parte del Gobierno dominicano. 

Una de ellas, y la que mejor se correspondía con su lucha, fue la de ponerle sus nombres a dos de las áreas protegidas del país donde más trabajos y aportes concretos realizaron: la Sierra de Bahoruco, que lleva el nombre de Donald, por la gran cantidad de orquídeas nuevas para las ciencias que logró identificar y la Laguna de Cabral que lleva el nombre de Annabelle, donde ella hizo uno de los levantamientos de datos más completos sobre la avifauna que caracteriza a República Dominicana.

Unico en el Caribe

Para algunos seres humanos la ciencia no es neutra, ni su misión termina con el aporte de nuevos conocimientos, como se acepta regularmente, sino que debe estar, ante todo y todo el tiempo, al servicio del hombre (orientada hacia el bien común). De eso Donald y Tuddy nos dieron cátedra a los dominicanos. Recuerdo que en una ocasión trajeron a dos especialistas del museo de zoología de la Universidad de la Florida para estudiar un mamífero que existió en tiempos precolombinos y que se había reportado como extinto. Se trata de los doctores Charles Woods (decano de Ciencias Naturales, curador de mamíferos y profesor de Zoología de The Florida State Museum – University of Florida) y Williams Oliver (ecólogo e investigador de la misma universidad).

Ellos me pidieron que les sirviera de guía, misión que creo haber cumplido en la medida de mis posibilidades; quedaron tan impresionados del entonces Parque Nacional Sierra de Bahoruco, que decidieron enviarme el siguiente reporte, el cual le transcribimos íntegro porque no tiene desperdicios: 

‘‘Queremos expresarte cuán agradecidos estamos de tu ayuda y apoyo durante nuestra reciente visita al Parque Nacional Sierra de Bahoruco. La búsqueda de la jutía gigante (Plagiodontia velozzii) en esta área natural protegida fue muy prometedora. Recabamos una serie de informes sobre la existencia de ella en el área cercana a Puerto Escondido.

‘‘Creo que esta es muy buena oportunidad para averiguar si la jutía gigante continúa existiendo en el área del Parque Nacional Sierra de Bahoruco y queremos manifestarte que nosotros estamos en disposición de encontrar especímenes de la criatura en el futuro cercano. Si lo hacemos, esto sería un descubrimiento muy importante, tanto para la Dirección Nacional de Parques como para el mundo de las ciencias. Yo tengo varios huesos del animal (dice Charles Woods) que fueron colectados en hábitats similares en el suroeste de Haití, donde se extinguieron. 

‘‘Quedamos bastante impresionados con el Parque Nacional Sierra de Bahoruco. La variedad de hábitats que hay entre Puerto Escondido y 1,600 metros sobre el nivel del mar hacia el declive sur de la Sierra de Bahoruco es realmente impresionante e importante. No tengo conocimiento de ninguna otra área natural en las Antillas que tenga tanto que ofrecer en el área de un parque nacional. Esta área es mucho más importante, por ejemplo, que la del Parque Nacional José del Carmen Ramírez (que también visitamos durante los recorridos de campo), la cual es más homogénea en el tipo de foresta y está un poco más perturbada ecológicamente. De continuar las alteraciones y la destrucción del hábitat en el José del Carmen Ramírez, esta reserva no asegura una larga vida como lugar de protección para la flora y la fauna endémicas.

‘‘En cambio, el parque nacional Sierra de Bahoruco es una gran reserva para las plantas y animales endémicos, ‘talvez la reserva más importante de todo el Caribe’. Es alarmante el nivel de destrucción del hábitat que ha ocurrido cerca de El Aguacate; de continuar esparciéndose este problema, el parque podría ser severamente maltratado en el futuro cercano. Hay peligro de perturbaciones serias cerca de Puerto Escondido y por la vertiente sur de la sierra. En razón del número de plantas y animales endémicos existente en la región, esto sería una tragedia nacional.

‘‘En conclusión, queremos expresarte cuán buen trabajo hiciste definiendo el concepto de parque nacional con el grupo de ciudadanos de Puerto Escondido. Nosotros escuchamos cuidadosamente la discusión entre ustedes y quedamos bastante impresionados con lo bien que manejaste el grupo y con las buenas explicaciones que le ofreciste acerca de la importancia de los parques nacionales. En todo caso, esto fue lo más importante que ocurrió durante el curso de nuestro viaje de campo. Quedamos, reiteramos, bastante impresionados y orgullosos de ustedes y del buen trabajo que están haciendo para promover y proteger los parques nacionales’’.

Recuento histórico

El Parque Nacional Donald Dod o Sierra de Bahoruco fue creado mediante el decreto presidencial número 1315 del 11 de agosto de 1983, con una superficie de 800 kilómetros cuadrados. Casi tres años después, el 26 de febrero de 1986, se emite el decreto número 155-86 que modifica sus límites para sustraerle 138 kilómetros cuadrados, los cuales ocupaban parte de una propiedad que reclamaba un funcionario gubernamental. Esta medida levantó tanta oposición que durante todo un año la prensa escrita, radial y televisiva se mantuvo informando sobre el daño que la misma le causaba al patrimonio natural del país. 

Todo se diluyó con los estudios que posteriormente realizó el ‘‘Proyecto Marena’’, con la asistencia técnica y económica de la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID), los cuales fueron compilados y publicados en un documento que establecía el potencial forestal de la Sierra de Bahoruco y las posibilidades de su aprovechamiento. Gracias a Dios era un parque nacional y tales actividades son completamente incompatibles con lo que dispone el artículo 13 de la Ley 67 del 8 de noviembre de 1974, que creó la Dirección Nacional de Parques.

Sin embargo, el 3 de junio de 1996 fue emitido el decreto 233-96 que recogió todas las recomendaciones hechas para proteger la zona de Palma Herrada y parte de la zona de Pelempito que nunca antes estuvo protegida, dándole una superficie de 1,000 kilómetros cuadrados, más una zona de amortiguamiento de 350 kilómetros cuadrados para contener el conuquismo en la zona de Los Arroyos, Aguas Negras, La Altagracia y Las Mercedes. 

Y aunque ya suena fastidioso mencionarlo, en honor a la verdad hay que decir que el decreto 319-97 del 22 de julio de 1997, también trató de sustraerle casi 400 kilómetros cuadrados y de quitarle el nombre de Donald Dod a este parque nacional, para dejarlo nuevamente en los 600 a que había sido reducido en 1986. Afortunadamente el Presidente de la República lo suspendió mediante el decreto 394-97, devolviéndole su nombre y la superficie que garantiza la mayor cobertura posible de su biodiversidad.

por Eleuterio Martínez 
Publicado originalmente en el Listín Diario del 26 de octubre del 1999