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La factura económica de destruir la naturaleza

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A principios de octubre, la Unión Europea alertaba de las graves consecuencias que supone el acelerado deterioro de los recursos naturales. “No hay margen para la autocomplacencia. Perder biodiversidad significa perder nuestro sistema de supervivencia. No nos lo podemos permitir, ni nosotros ni nuestra economía”, advertía entonces el comisario europeo de Medio Ambiente, Asuntos Marítimos y Pesca, Karmenu Vella.

La alarma por parte de la Comisión Europea era evidente tras la revisión intermedia de la Estrategia de Biodiversidad 2020. La conclusión: se ha avanzado, pero no lo suficiente, por lo que reclama redoblar los esfuerzos por parte de los Estados miembros para cumplir con las metas asumidas en 2011.

Solo el 23% de las especies evaluadas está en situación favorable. Peor están los hábitats, apenas el 16%, según el último informe sobre el estado de la naturaleza de la UE.

La actividad humana es el principal culpable. Por su modelo de agricultura intensiva, el imparable crecimiento urbano frente al abandono del campo, la sobreexplotación del medioambiente y contaminación química industrial. Sumado a la propagación de especies invasoras y el aumento global de la temperatura, como consecuencia.

La CE pide a los Estados más esfuerzos para revertir esta tendencia a 2020.

El mayor menoscabo en las especies se registra en las poblaciones de peces, moluscos y anfibios, y en particular, en aquellas asociadas a humedales, ríos y lagos. En tanto que en los hábitats, las ciénagas, pantanos, turberas y pastizales acusan la evolución negativa.

Esta posible extinción de animales, plantas, etc., inquieta también a los ciudadanos, como refleja el reciente Eurobarómetro al respecto. Más del 90% de los 28.000 entrevistados opina que es una problemática global seria.

Casi el 60% cree que ya le afecta o le afectará en el futuro y la mitad considera que es importante para el desarrollo económico a largo plazo e indispensable para la producción de alimentos, combustibles y medicinas. De hecho, elForo Económico Mundial incluye los cambios medioambientales entre los diez riesgos globales de 2015.

Costes

La hoja de ruta a 2020 fija seis objetivos vitales y una veintena de actuaciones. En concreto, implementar al máximo la legislación, promover el uso de infraestructuras verdes, fomentar la agricultura y silvicultura sostenibles, mejor gestión de las existencias de peces, reforzar el control de las invasoras y una mayor contribución de los socios para revertir la tendencia.

El fracaso de esta política puede suponer un coste anual comunitario de 50.000 millones de euros, prevé la Dirección General de Medio Ambiente de la UE. Un impacto equivalente al 7% del PIB mundial, con efectos más acusados en países pobres y rurales.

En Europa, 15 millones de empleos, el 7% del total, según la última estadística de la UE de 2008, pertenecen a sectores de recursos naturales o de los servicios de los ecosistemas. Uno de cada seis depende directa o indirectamente de la naturaleza y la biodiversidad.

Las cifras

50.000 millones es el coste anual que calcula la CE si no se logran las metas de 2020. Hoy, el deterioro estimado representa el 3% del PIB.

15 millones de empleos en Europa están relacionados con el entorno.

Tan solo el valor de la polinización de insectos se calcula en unos 15.000 millones por año, indican datos de 2009. Aunque el coste de conservación de la Red Natura 2000 de áreas protegidas es en torno a 5.800 millones, los beneficios económicos que genera –como el almacenamiento de carbono, mitigación de inundaciones, purificación del agua, polinización y protección de los peces– alcanzan los 300.000 millones por año. En tanto, las especies exóticas invasoras provocan, como mínimo, daños anuales por 12.000 millones.

Este declive de la biodiversidad se calcula en 450.000 millones cada año (el 3% del PIB), según economistas europeos. Por eso, para el portavoz del grupo parlamentario ALDE (Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa), Gerben-Jan Gerbrandy, lo invertido en la Red Natura “es una ganga” comparado con la factura que genera la destrucción. El monto en conservación estimado para este año es de 11.100 millones de euros y de 13.700 millones en 2016.

España

Europa acoge 260 tipos de mamíferos, 500 especies de peces y otro tanto de aves, 150 de reptiles, 84 tipos de anfibios y más de 90.000 insectos, exceptuando las regiones periféricas e insulares. Los bosques cubren el 41% del territorio; las tierras de cultivo, el 25%; las praderas, el 19%, y los ecosistemas de agua dulce, menos del 5% de la superficie.

Más del 54% de las especies conocidas en Europa se encuentran en España: alrededor de 91.000 terrestres y 2.300 marinas, y es el país que más contribuye a la Red Natura 2000 (17%). Razón por la que es una de las 25 naciones más importantes en biodiversidad del mundo, una de las más ricas de la UE.

Sin embargo, registra el mayor índice de flora endémica en peligro de extinción, en montañas, ríos, arroyos, costas y zonas insulares, comoCanarias. La última evaluación de los hábitats da cuenta de que solo el 12% se encuentra en estado favorable. Los matorrales, páramos y praderas son los que mejor se conservan frente a las costas, que presentan peor situación, como peces y moluscos, indica un documento de 2014.

La ONG WWF alerta también de la situación de peligro del 34% de los anfibios, el 32% de los reptiles, el 54% de los peces continentales, el 20% de los mamíferos y el 15% de los que viven en la flora vascular. E identifica las 10 más amenazadas: mariposa apolo, pinsapo, salmón atlántico, sapo partero bético, posidonia oceánica, alcaudón chico, tritón del Montseny, lagarto de El Hierro, lagópodo alpino y los alcornoques.

“Las políticas en España han fracasado porque se han centrado solo en la conservación de especies y espacios naturales, cuando el problema es el modelo económico, de producción y consumo”, afirma Theo Oberhuber, experta en el área de Ecologistas en Acción. Hasta que no se replantee el sistema, insiste, no se revertirá esta pérdida.

“Debe ser una política transversal, que integre tanto las estrategias nacionales como sectoriales”, sugiere. Al cierre de esta edición, el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente no había respondido a este diario las cuestiones planteadas al respecto.

Desde WWF, piden una transición energética 100% renovable. “Permitir la movilidad de las especies o poner en marcha medidas de adaptación aseguran la conectividad ecológica”, sostienen. La organización indica que la cuenca Mediterránea será la más afectada por el aumento de la temperatura, que, según los pronósticos, subirá cuatro grados en invierno y seis en verano para finales de siglo.

El ritmo de extinción mundial es de 100 a 1.000 veces mayor que el natural. Entre 1970 y 2010, las especies terrestres disminuyeron un 39%; las de agua dulce, un 76%, y las marinas, un 39%, según el Índice del Planeta Vivo de WWF. Con una subida media de temperatura de hasta tres grados, el 30% de las especies de plantas y animales puede desaparecer, avisa el grupo de expertos sobre el cambio climático (IPCC).

Efectos sociales

El impacto social se traduce en un menor control de las inundaciones, de la purificación del agua y sus efectos en los precios; reducción de humedales que son hogares para el desove de peces, de los espacios recreativos y de esparcimiento, y menor capacidad para almacenar el carbono que produce el cambio climático.

Por tanto, más allá de la Política Agrícola Común (PAC) de pesca y el marco financiero plurianual, en proceso de reforma, la Comisión pide que el tema de la biodiversidad se incorpore en las políticas sectoriales de la UE y de los países miembros, así como una mejor aplicación de la legislación. También, informar mejor a los ciudadanos, como reclama el 90% de los europeos en el Eurobarómetro.

Algunas frutas y vegetales desaparecerán si se pierde la polinización

El alcaudón chico, una de las aves en peligro en España por la agricultura intensiva y uso de plaguicidas.
El alcaudón chico, una de las aves en peligro en España por la agricultura intensiva y uso de plaguicidas.

La agricultura intensiva, la explotación excesiva de las costas y la drástica desaparición de las abejas serán los responsables de generar, poco a poco, inseguridad alimentaria.

En el último caso, casi dos terceras partes de los alimentos que consumen los europeos provienen de plantas polinizadas por estos insectos. De ahí que tomates, manzanas, cerezas, melocotones, bayas o cacao, entre otros, puedan desaparecer en el futuro si se agudiza la problemática, alerta la CE.

La amenaza está también latente en el sector pesquero. El 58% del pescado, la principal fuente de proteínas para mil millones de personas de países desarrollados, no está en un buen nivel medioambiental.

El panorama es peor en el sur de Europa, específicamente en el Mediterráneo y el mar Negro. Mientras que en el ámbito ganadero, las poblaciones se han reducido considerablemente y están siendo reemplazadas “a propósito” por razas altamente productivas, pese a que están adaptadas al entorno local y a los recursos.

En España “se ha optado por un modelo de agricultura intensiva fuertemente subsidiado que es ineficiente energéticamente y muy exigente en consumo de agua, extraída en grandes cantidades de ecosistemas fluviales y acuíferos y que son fuentes de contaminación del agua y del suelo”, resalta la Evaluación nacional de los ecosistemas en España de 2013, de la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente.

“No hay un estudio sobre las ayudas perversas a la biodiversidad que se han mantenido, como el carbón. No se ha conseguido acabar con actuaciones como la pesca de arrastre, ni aprobar medidas contra las especies invasoras”, lamenta Oberhuber, de Ecologistas en Acción.

El presidente de la Fundación Slow Food, Piero Sardo, aboga por una revolución cultural. “Esta situación desastrosa solo puede ser revertida cambiando los patrones de consumo. Por eso, propone un modelo de agricultura “multifuncional, polivalente y de pequeña escala para mantener en el tiempo la calidad y reproducción de los recursos, preservar la biodiversidad y garantizar la integridad de los ecosistemas.

La organización añade a la lista de amenazados variedades de cereales como el maíz o el trigo de espelta, legumbres, producción de leche y sus derivados y de ganado porcino. “No actuar saldrá mucho más caro”, avisan desde Ecologistas en Acción.

Fuente: Cincodias.com