El tema relativo a la economía verde podría ser el más controversial de los que se debaten en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible (Río+20) que se realiza en la ciudad brasileña de Río de Janeiro desde la pasada semana, con representaciones oficiales de más de 190 países y cuyas discusiones conclusivas se realizarán del 20 al 22 de junio. En esas últimas sesiones se espera la presencia de unos 130 presidentes.
Mientras unos aseguran que la economía verde podría ayudar a salvar el planeta de la acción depredadora de los modelos de desarrollo implantados por las naciones más poderosas del mundo y de otras con un acelerado desarrollo industrial, otros entienden que se trata de una estrategia para que el mercado imponga su hegemonía sobre los bienes de la naturaleza.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha planteado que la economía verde es “capaz de mejorar el bienestar de las personas y la equidad social, reduciendo al mismo tiempo los riesgos medioambientales y las escaseces ecológicas significativamente”.
Contextualiza también que ésta “da respuesta a las numerosas crisis a las que se ha enfrentado el mundo en estos últimos años” ñentre las que cita las crisis climática, alimentaria y económicañ “a través de un paradigma alternativo que estimula el crecimiento a la vez que protege los ecosistemas del planeta y contribuye a la reducción de la pobreza”.
“Una economía verde es compatible y consistente con el ya conocido concepto de desarrollo sostenible, pero se centra fundamentalmente en el punto de encuentro entre el medio ambiente y la economía”, puntualiza.
Recién, el Banco Mundial (BM) acaba de ofrecer un informe con miras a Río+20, en el que advierte que de América Latina y el Caribe (ALC) no adoptar políticas ecológicas que garanticen un crecimiento sostenido, sus recursos naturales, entre ellos agua en abundancia, tierra fértil y una gran biodiversidad, podrían agotarse en 20 años, a más tardar.
Expone que la sostenibilidad del crecimiento de la región dependerá de su compromiso con el uso sustentable de esos recursos. De esa manera introduce el crecimiento verde inclusivo como modelo económico a adoptar. “No existe un modelo único para el crecimiento verde inclusivo en ALC. Sin embargo, muchas de las respuestas al desafío de cómo crecer de manera sustentable e inclusiva se encuentran en las propias experiencias regionales”, recoge el informe.
Otro punto de vista
Para otros, el concepto de economía verde no tiene el color de la esperanza. En un documento preparado con miras a Río+20, las organizaciones Movimiento Mundial por los Bosques (WRM), Amigos de la Tierra América Latina y el Caribe (ATALC), Alianza Biodiversidad y GRAIN señalan que algunos organismos y gobiernos realmente conciben la economía verde como oportunidades para continuar haciendo negocio con la naturaleza.
“Nadie sabe exactamente cuánta riqueza se podrá acumular, quién la acumulará, cómo será posible acumularla, ni exactamente en qué campo. Es este carácter especulativo lo que permite entender muchas de las características actuales de los ‘emprendimientos verdes’ y especialmente de lo que está ocurriendo con las negociaciones internacionales en torno al cambio climático y medio ambiente.”, sostiene el informe.
En tanto, la Red Nacional de Acción Ecologista (Renace) de Argentina, en una reflexión preparada de cara a Río+20, considera la “economía verde” como otra fase del proceso de acumulación de capitales: “Nada en la ‘economía verde’ cuestiona o sustituye la economía basada en el extractivismo y los combustibles fósiles, ni sus patrones de consumo y producción industrial, sino que extiende la economía explotadora de la gente y el ambiente a nuevos ámbitos, alimentando el mito de que es posible un crecimiento económico infinito”.
Considera que tras el fracaso del modelo económico imperante, ahora se pretende someter todos los ciclos vitales de la naturaleza a las reglas del mercado y al dominio de la tecnología, la privatización y mercantilización de la naturaleza y sus funciones, así como de los conocimientos tradicionales, aumentando los mercados financieros especulativos a través de mercados de carbono, de servicios ambientales, de compensaciones por biodiversidad y el mecanismo de reducción de emisiones por deforestación evitada y degradación de bosques.
De su lado, el III Congreso Venezolano de Diversidad Biológica, de cara a Río+20, ha considerado que la economía verde es inseparable de la visión de mercantilización de la naturaleza y por lo tanto incompatible con la visión desde los pueblos de la región y de sus luchas por la defensa de la diversidad de vida.
Ha denunciado que la economía verde, en vez de ser una respuesta a la crisis ambiental, se constituye en una palanca para el reimpulso de los mecanismos del mercado a través de la ley de la oferta y la demanda.
LAS POSICIONES EN ÁMBITO LOCAL
Cabe ver las posiciones locales sobre economía verde. En el país, el debate respecto a la economía verde apenas inicia, por lo que no hay consenso sobre la misma, conforme se recoge en el documento elaborado por las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que participaron de las consultas para construir la posición del país de cara a Río+20.
“Sin embargo, se reconoce que el país viene implementando acciones que pueden considerarse bajo la concepción de la economía verde, como lo es el Plan Nacional Quisqueya Verde, los proyectos promovidos bajo el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) y los incentivos fiscales establecidos para la inversión en energía sostenible (eólica y solar).
De igual manera, el país ha consensuado y formulado el Plan de Desarrollo Económico Compatible con el Cambio Climático (Plan DECCC) con miras a reducir emisiones en cuatro sectores importantes de la actividad productiva (energía, transporte, foresta y ganancias rápidas), por entender que dicha acción es una de las características más emblemáticas de la economía verde”, se indica.
En tanto, organizaciones de la sociedad civil han considerado, en otro documento preparado para ese mismo cónclave, que relanzar la economía global con tasas de crecimiento muy superiores, como plantean los documentos de base de la Conferencia de Rio+20, no garantizará su recuperación, sino que acelerará su deterioro al estimular una economía verde para resolver las externalidades o fallas del mercado, mediante la valorización monetaria de la naturaleza, profundizando la comercialización tanto de sus servicios como de sus recursos.
“Vemos con preocupación que con la economía verde se persiste en el crecimiento y la reproducción económica de este modelo, el cual se fundamenta en la centralidad de las ganancias económicas y no en el bienestar de la humanidad y de la vida del planeta, impidiendo el desarrollo de una cultura de cooperación, de complementariedad, de solidaridad, de paz y de respeto entre los humanos y entre estos y la naturaleza”, puntualiza.
Por: Solange de la Cruz Matos
Listín Diario