No era difícil reunirse con Orlando Jorge Mera en su despacho. Un viernes, hace apenas 15 días, me recibió para tratar diferentes temas. Siempre amable y dispuesto a escuchar.
Entre muchos temas hablamos sobre Valle Nuevo y la protección a los cielos oscuros del país, por un artículo que recientemente publiqué en Diario Libre, sobre un telescopio construido en el país. Al explicarle por qué había que proteger el cielo oscuro, y que no existe una normativa en República Dominicana, me preguntó sobre qué podía hacer desde el Ministerio. Quedamos en ir con los astrónomos locales a probar el aparato, sabiendo que con vivir la experiencia lo convencería de la importancia de lo que le planteaba. Todo estaba pautado para el sábado de esa misma semana, pero por asuntos de trabajo tuvo que cancelar; quedamos en reagendar la experiencia y se disculpó.
Le entrevisté varias veces desde que llegó al cargo y siempre terminamos hablando de los manatíes liberados, uno de sus primeros proyectos, del que siempre se sintió orgulloso. Este mes se cumplirá un año desde que Juana, Pepe y Lupita fueran liberados a la vida silvestre, por su iniciativa, casi personal. Me dijo que siempre veía mis posts en las redes de los manatíes, también teníamos pendiente una entrevista para un documental sobre los tres animales.
Este fin de semana publicaba en sus redes sobre las indemnizaciones a los campesinos en Valle Nuevo, uno de los grandes temas pendientes de su gestión, junto al rescate de Sierra de Bahoruco y Los Haitises. Ayer mismo, grupos ambientales criticaban en un comunicado la situación en que se encuentran estás áreas protegidas y otras tantas, lo que seguro le tenía preocupado.
Temprano por la mañana escribí al Ministerio esperando una reacción a este comunicado, y minutos antes de la trágica noticia me informaban que estaban preparando una respuesta.
Orlando tenía muchos frentes abiertos y siempre trataba de dar una respuesta a los medios y grupos ambientales, con algunos de estos últimos tenía una especie de relación entre el amor y odio.
Ese viernes, la última vez que lo vi, terminaba contándole que regresaba a Diario Libre a escribir periódicamente y me dijo que las puertas de su despacho estaban abiertas. Nos pusimos de pie y me dijo: ”¿Te diste cuenta que está diferente el despacho?”, lo recorrí visualmente y era evidente, ya no estaba ese gran escritorio de madera donde tuve la oportunidad de entrevistar a ministros pasados.
En su lugar tenía una modesta mesa de trabajo con varias sillas, me dijo que ese escritorio no iba con su estilo de trabajo, que prefería relaciones más cercanas.
Ayer, una de esas relaciones cercanas le quitó la vida en ese mismo despacho.
Marvin del Cid
Listín Diario