La nunca antes vista lucha ambiental en favor de la protección de un parque nacional, en favor de la protección de su entorno, en favor de la protección de las aguas subterráneas no contaminadas allí almacenadas y en contra de la instalación de una cementera auspiciada por un grupo económico cuya estrella recibe toda la luz emanada del presente gobierno, ha obligado a las autoridades a entender que en materia de medio ambiente, en la República Dominicana, no necesariamente se hace lo que a un Secretario de Medio Ambiente le parece, ni lo que a un Presidente de la República le parece, sino que se hace lo que más conviene a la sociedad que elige al Presidente y que paga a sus ministros.
Y es que la región cárstica de Los Haitises, con una extensión superficial de unos 1,617 kilómetros cuadrados, constituye uno de los paisajes geomorfológicos de domos calizos y sumideros de aguas superficiales, más importantes del mundo, y que por sus grandes reservas de aguas subterráneas no contaminadas, representa la principal alternativa para el futuro suministro de agua potable para unos 5 millones de habitantes de la ciudad de Santo Domingo y toda la región Este del país.
Desafortunadamente la Ley 202-04, de fecha 30 de julio de 2004, redujo la zona protegida de Los Haitises a tan solo 601 kilómetros cuadrados, es decir, se le sustrajeron unos 1,016 kilómetros cuadrados, equivalentes al 63% del área total, para que posteriormente el Consorcio Minero Dominicano, en virtud de una concesión de explotación minera otorgada por la Dirección General de Minería y por el Gobierno Dominicano, instale una planta productora de cemento que ilumine la zona con su fulgurante estrella.
El afán gubernamental, anterior y actual, por facilitar a un grupo económico amigo el tomar posesión de la región de Los Haitises para explotar las rocas calizas, los minerales industriales, los bosques y el potencial turístico ecológico de la zona ha llegado al extremo de que la concesión minera se ha otorgado al vapor, violentando los procedimientos y los plazos a los que estamos acostumbrados en la minería dominicana.
Usualmente las concesiones de exploración minera se toman de uno a dos años, y las posteriores concesiones de explotación minera pueden tardar hasta tres años, o más, para ser otorgadas en forma de contratos de adhesión con el Estado Dominicano al amparo de la Ley Minera 146 del 4 de junio de 1971, pero en este caso la solicitud de concesión de exploración La Osúa fue presentada en fecha 24 de marzo de 2008 y otorgada en fecha 30 de julio de 2008, es decir 4 meses más tarde.
La solicitud de concesión de explotación minera fue presentada en fecha 14 de agosto de 2008, es decir, dos semanas después de haber recibido el otorgamiento de la concesión de exploración, más rápido que la luz de una estrella, lo que indica que en apenas 10 días “supuestamente” realizaron estudios geológicos, geofísicos, sondeos, ensayos de laboratorio, cálculos de reservas, análisis de factibilidad técnica y económica, mapas geológicos, diseños, planos de ubicación, etc., etc., y la Dirección General de Minería aceptó todo como bueno y válido.
Del mismo modo el Presidente de la República autorizó el arrendamiento, con opción a compra, de 15 millones de metros cuadrados de tierras propiedad del Consejo Estatal del Azúcar en favor del Consorcio Minero Dominicano, a US$3.50 por cada tarea (628.9 metros cuadrados), es decir que pagarán 20 “cheles” criollos por cada metro cuadrado, mientras los campesinos de la zona se mueren de hambre esperando que el Estado les asigne tierras para sus cultivos de subsistencia. Los campesinos no tienen la misma estrella.
Pero aunque el Secretario de Medio Ambiente, luego de consultar con el astro sol y con sus estrellas, dijo que él había emitido la licencia ambiental y que por tal motivo eso era un caso ya cerrado, el país dijo que el caso no estaba cerrado, y el resultado de la reciente encuesta Gallup-Hoy, donde se expresa que el 85% de la población dominicana rechaza la instalación de una planta de cemento en la zona de amortiguamiento del parque nacional de Los Haitises, confirma que la sociedad le ha dicho al Secretario que eso no es verdad y que debe consultar de nuevo al astro sol y a sus estrellas.
El hecho de que en la misma encuesta citada, el 81% de los simpatizantes del Partido de la Liberación Dominicana se hayan manifestado contrarios a este proyecto cementero, el cual nunca debió ser autorizado por la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales, ni por la Dirección General de Minería, motivó la ausencia del Secretario en la reciente reunión de los peledeístas presidenciables con el Presidente de la República, ya que todos los peledeístas y todos los dominicanos han entendido que la estrella política del Secretario de Medio Ambiente ha sido sepultada por el cemento que lleva la estrella.
Pero no sólo es la estrella política del Secretario de Ambiente la que ha quedado sepultada bajo la contaminación ambiental del cemento que lleva la estrella de Los Haitises, ya que también la estrella amarilla que ondea sobre la bandera morada ha sido enlodada por una serie de escándalos públicos protagonizados por la estrella polar que ha hecho una triangulación de acero entre Santiago, Brasil y el Palacio Nacional.
Y es que los fabricantes de tuberías plásticas dominicanas han denunciado la pasada semana que las tuberías para el acueducto de Samaná se están comprando a sobre precio, en Brasil, y bajo esa pátina difusa se puede ver una estrella; la presa hidroeléctrica de Pinalito se ha inaugurado la pasada semana, sin mucho ruido, y se denuncia que la presa ha costado 7 mil millones de pesos más de lo originalmente contratado, triplicando el costo de la obra y triplicando el costo de cada kilovatio instalado, y sobre el agua de esa presa se ve brillar la misma estrella.
El acueducto de la Línea Noroeste muestra graves vicios de construcción en Villa Vásquez, Valverde, Castañuelas y Monte Cristi, donde las aguas potables brotan de las viejas tuberías y se mezclan con desechos sanitarios que al pasar a través de brechas contaminan las calles y los patios de las casas, de las escuelas y las iglesias, y sobre esas aguas malolientes se refleja la misma estrella.
El corredor Duarte, iniciado hace dos semanas en Santo Domingo, es la nueva obra pública estrella, obra que en voz baja está siendo duramente criticada por los ingenieros dominicanos por la extraña y particular forma en que fue otorgada, ya que cuando esos ingenieros miran a través de las obras que tienen brechas siempre ven la misma estrella y comentan que eso no puede ser casual, sobre todo en un gobierno al cual la iglesia católica le escribe desde Roma para que ponga frenos a la corrupción pública que se ve en la administración pública y en cada obra pública.
El Presidente de la República sabe que la cementera estrella ya no va en Los Haitises, porque el país ha dicho que no, y por eso ha preferido hacer una jugada maestra al delegar en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la decisión final que cierre este escándalo nacional y de esa forma él queda bien, aunque su Secretario de Ambiente quede sumamente mal.
Durante toda esta semana los especialistas escogidos por el PNUD para evaluar los daños ambientales que habría de producir la cementera estrella de Los Haitises, se estarán reuniendo con especialistas locales para escuchar sus puntos de vista, pero aunque para el gobierno la conclusión del PNUD es determinante, para la justicia dominicana y para el país esa conclusión no es vinculante, pues el país ya ha tomado su propia decisión, y es que la cementera estrella no va en Los Haitises.
Por: R. Osiris de León
ecolucha.org