Por: Roberto Valenzuela
Defensores del medio ambiente, y agricultores no titubean en afirmar que aquellos cráteres en las lomas de Bonao y La Vega que se avistan de lejos, desde las carreteras, a una distancia de hasta 10 kilómetros son una especie de heridas de muerte, un cáncer incurable.
El propio ministro de Medio Ambiente, Jaime David Fernández Mirabal, reconoce que sería una quimera pensar que por más proyectos de restauración que se ejecuten las montañas que son derribadas por la Falconbridge Dominicana regresarán a su estado natural. “Eso no es tan recuperable, habría que entrar en una discusión filosófica y ética: es sacar de ahí algo que no se puede rescatar, las montañas que se tumban no son recuperables”, dijo.
Pero el funcionario sentenció que en la renovación del permiso ambiental que tiene Falconbridge para volver a operar en febrero establece que de la misma forma que sustraen el mineral tienen que ir reforestando o restaurando las áreas minadas. De las minas de La Vega y Bonao se extrae oro, ferroníquel, cobre, manganeso y, según ecologistas, muchos minerales no declarados.
Los agricultores y los ecologistas coinciden en contar el mismo relato, para llamar la atención sobre los peligros que representa para la especie humana, la vegetación y los animales, la explotación minera de la Falconbridge.
Cuentan que en la loma Peguero estaban los camiones descargando los materiales de desechos de la explotación minera y que un perro entró en los materiales y asombrosamente los químicos lo desintegraron, como una burbuja en el aire.
Narran que cuando la planta está en operación y se arroja la basura tóxica puede ser en la noche más oscura y todo Bonao se ilumina, llegando la claridad hasta Cotuí. “Es un cáncer que hiere nuestras lomas, la radiación va dañando las plantaciones como el aguacate que es sensible, envenena los ríos, daña el arroz”, dijo la dirigente campesina Amelia Clemente.
Cada uno por separado, Amelia y el ecologista Rafael Jiménez Abá, dijeron que después que se instaló la minera en la zona han desaparecido más de 10 tipos de árboles como anacahuita, el pomo, el caco y una especie como la “Jaiba Cirica”, que era pequeña, pero brava.
Desapareció, dicen, el barrancolí, un ave pequeña que hacía hoyos en la tierra, y varios tipos de peces. “Lo que ha pasado después de Falconbridge da ganas de llorar, se agrega a la lista de daños la desaparición de arroyos, cañadas y manantiales: por Hato Viejo y El Verde había manantiales que brotaban de la tierra y todo desapareció, desaparecieron las cascadas de La Peguera y todo se fue a pique”, dijo Jiménez Abá.
Uno de los problemas que se observa cuando visitamos las lomas de los cráteres en El Pino, La Vega y las de Bonao es que la acacia, el pino y otras especies que siembra la Falconbridge para reforestar no progresan, se mantienen famélicas, imposibilitando el proceso de reforestación.
Por el desmonte, el río Cañabón, que antes tenía un enorme caudal, utilizado para la pesca y el regadío, ahora parece una cañada contaminada de un barrio capitalino. El desmonte también se hace en la comunidad Peñaló, y en la Loma Caribe de la comunidad del mismo nombre. Asimismo, en la loma La Minita.
Opiniones
Rafael Jiménez Abá
Ecologista y profesor
“Por el crimen ecológico, Bonao está dejando de ser la villa de las hortensias. Bonao es el punto del país donde hay mayor incidencia de cáncer de tiroides, daño a la piel, al sistema respiratorio, a los órganos sexuales de las personas, y no hay una razón más poderosa que no sea la contaminación”.
Agapito Antonio Santos
Agricultor de Jayaco
“Si la Falconbridge no para la contaminación, todos moriremos en estas comunidades. Los arroyos se han secado, el río Jayaco tomábamos su agua limpia y ahora está a punto de desaparecer contaminado. Por las operaciones de la Falconbridge, cuando el río crece nos lleva las casitas”.
Via: El Caribe