SANTO DOMINGO. La tortuga de carey albina de la imagen no debería estar viva. Fue encontrada por casualidad y su huevo abierto por curiosidad, cuando sus 104 hermanas partían al mar Caribe.
Fue entregada a quien suscribe para documentar su rareza esperando que dejara de existir para poderla manipular libremente, porque sus probabilidades de supervivencia era mínimas.
Pasaron cinco días y esta cría de tortuga marina no sucumbió ante la muerte y terminó de consumir la yema que la debió alimentar dentro del huevo, pero por azares del destino le tocó vivir esa etapa en una caja de zapatos.
Como ángel de vestiduras resplandecientes ganó la batalla, con un poco de ayuda de la especie que casi ha llevado a la suya a la extinción.
Su futuro es un enigma, pues quién sabe si sobreviva, pero quien suscribe siente gratitud por ella, porque se dejó fotografiar con su milagro a cuestas.
Pocos seres humanos han visto una tortuga carey albina y hoy somos privilegiados de que Güibia obsequiara este regalo de vida en medio de la inmundicia propiciada por los citadinos.
El nombre científico de la tortuga carey es Eretmochelys imbricata / Carey / Hawksbill sea turtle / Albina.