Juana, Pepe y Lupita fueron rescatados por la gente de la gente. Permanecieron en cautiverio un tiempo extremadamente innecesario por la gente, que decidió que servían más como herramienta obsoleta de educación, que aportando individuos a su mermada especie.
Luego de un esfuerzo titánico y costoso, fueron llevados a Bayahíbe para intentar reintroducirlos a la vida silvestre y contra muchos pronósticos se logró estabilizarlos, preparándolos para su nuevo hábitat.
El reto principal era que aprendieran a buscar su propia comida y agua dulce (sí, los manatíes necesitan agua dulce). Aprendieron poco a poco y se logró.
Otro reto era educar a los capitanes de bote a respetar los límites de velocidad en una franja de costa para evitar que lastimen o maten a nuestros manatíes liberados y los silvestres. Se ha logrado, parcialmente.
Pero lo que nunca se pudo anticipar fue el comportamiento de algunos turistas locales y extranjeros que se han dado a la tarea de buscar, tocar o alimentar a los manatíes, poniendo en riesgo el esfuerzo de tantas personas e instituciones para que Juana, Pepe y Lupita sean totalmente independientes.
Sin embargo, comunitarios como El Pinto y otros pescadores ya se están preocupando por los manatíes y su bienestar. Seguramente serán una pieza clave para lograr que nuestros tres manatíes alcancen la tranquilidad y seguridad que todos esperamos.
Marvin del Cid
Diario Libre