El verano huele a crema solar, sabe a pícnics en la arena y tiene el color brillante de flamencos, donuts y otros populares flotadores que adornan el mar y las piscinas. Son clásicos de las vacaciones como los viajes en coche, los aires acondicionados y las copiosas comidas familiares en las que raramente los platos quedan vacíos. Pero todos ellos tienen algo en común más allá de la temporada estival. Se trata de su impacto ambiental.
Los seres humanos somos los máximos responsables del deterioro del medioambiente y del cambio climático, como recuerda la ambientóloga de la Fundación Global Nature, Amanda del Río. Las consecuencias de nuestras acciones se están ya viendo reflejadas en las tempranas olas de calor como por la que ha pasado España recientemente. De hecho, este verano se espera más seco y con temperaturas más altas de lo normal. Un recordatorio más de la necesidad de actuar para revertir o paliar la situación.
Con esto en mente, los expertos en el medioambiente Alberto Vizcaíno, Diego Ferraz y Amanda del Río hacen un repaso para RTVE.es de las acciones humanas que caracterizan a las vacaciones de verano y sus posibles consecuencias. Descubre aquí cómo afectan desde las piscinas hasta el desperdicio de comida y lee consejos para evitar sus daños.
Las cremas solares pueden llegar hasta las aves y contaminar playas
Las cremas solares son imprescindibles para protegerse de la radiación ultravioleta, pero en su elección no debería importar únicamente el factor de protección, ya que pueden constituir un importante agente contaminante para la biodiversidad. Es muy posible que sus peligrosos productos químicos se queden en el agua al nadar y dañen el ecosistema, apuntan los expertos.
Algunos protectores solares contienen benzofenona-3 u oxibenzona, una hormona femenina sintética que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Doñana llegó a detectar en la cáscara de los huevos de aves silvestres. Este químico fue transmitido por las madres al comer pescado contaminado y es capaz de detener el desarrollo o debilitar la salud de los polluelos.
Otras de las consecuencias de los ingredientes tóxicos y dañinos de algunas cremas, como el dióxido de titanio, son la contaminación de las playas y la desaparición de los corales, ya que pueden contribuir al blanqueamiento de los mismos. «Producen una película que hace que no entre la misma cantidad de luz al mar y no se oxigene igual», apunta del Río. Un impacto que puede ser más grave en espacios naturales protegidos y mares masificados. Este año, de hecho, ha sido la primera ocasión en la que Ecologistas en Acción ha otorgado una bandera negra a una playa de Nerja por este motivo.
Por ello, elegir cuidadosamente el bloqueador solar es un gesto muy beneficioso para el planeta. Cada vez son más frecuentes los protectores biodegradables, señalan los ambientólogos, y esta característica suele venir anunciada en el propio envase, facilitando la tarea. Además, cada año, Haereticus Environmental Lab publica una lista de cremas solares seguras para el medio ambiente que también puede ser de ayuda. Algunas de estas marcas amigables con la naturaleza con Safe Sea, Freshly Cosmetics, Isdin y Clarins.
El transporte supone más del 30% de las emisiones de CO₂
La forma en la que nos transportamos es otro de los problemas de las vacaciones estivales. A lo largo de todo el año, supone más del 30% de las emisiones de CO₂ en la Unión Europea, según Greenpeace. Pero solo un viaje de Madrid a Valencia ida y vuelta en un coche Peugot 2008, uno de los modelos más vendidos en España, significa la emisión de 160 kilos gramos de CO₂ en los 692 kilómetros totales que se recorren. Imagina el impacto de los millones de desplazamientos de julio y agosto.
Los aviones contaminan incluso más. En el hipotético caso de que portasen a bordo a 88 personas, por ejemplo, emitirían 285 gramos de CO₂ por pasajero y kilómetro, detalla la Agencia Europea del Medio Ambiente. Por eso, el ambientólogo Diego Ferraz señala los trenes como los vehículos más eficientes y los que deberían ser los preferidos. «Un autobús o un coche compartido podría ser otra opción», explica. Una vez en el destino, lo ideal sería también evitar los automóviles que empleen combustibles fósiles y recorrer los parajes a pie o en bicicleta.
Para planificar los viajes de este verano, pueden utilizarse herramientas como la calculadora de huella de carbono Carbon Footprint.
El daño de «la cultura de playa»: vasos de plástico, flotadores y cubiertos
La playa es el destino favorito de muchos viajeros en verano. Concretamente, un estudio de Hostelsur especifica que el 54% de los españoles aprovecha sus vacaciones frente al mar. Sin embargo, no se va solo a tomar el sol o refrescarse en el agua. «Ya no vale con ir a la playa a nadar o pasar un rato agradable», observa Vizcaíno, sino que «vamos a hacer un acto masivo de consumo con productos de usar y tirar». Vasos de plástico, cubiertos y envases desechables, flotadores y juguetes de moda, pero de mala calidad, entre otros, que duran una temporada. Lo que la experta Río llama «la cultura de playa».
Los plásticos perjudican seriamente la salud de los ecosistemas acuáticos y la supervivencia de las especies y son el 71,5% de los residuos encontrados en playas, de acuerdo al Informe de Resultados del Programa de Seguimiento de Basuras Marinas en España. Una sola botella de este material tarda unos 500 años en descomponerse, un tiempo en el que puede causar daños a los animales al ingerir sus microplásticos o a la flora al liberar sustancias tóxicas. Asimismo, contribuye a las emisiones de gases efecto invernadero.
Existen alternativas a los plásticos que inundan los macutos de la playa. Desde los clásicos cubiertos reutilizables de metal hasta vasos y botellas de aluminio o de cristal. También optar por juguetes de otros materiales y de mejor calidad podría ser una buena decisión para este verano. Igualmente, los especialistas proponen pensar concienzudamente en si son realmente necesarios. «Cualquier exceso en el consumo es un daño que le puedes ahorrar al planeta», aporta Amanda del Río.
Piscinas y aires acondicionados: cómo limitar sus impactos
Las piscinas y los aires acondicionados, otros emblemas del verano, pueden suponer un gasto importante, y no únicamente para los bolsillos. Mientras que las primeras emplean un preciado y escaso recurso y productos químicos que pueden ser perjudiciales para el medioambiente, los segundos gastan combustibles fósiles y usan gases contaminantes para conseguir la refrigeración.
Una piscina pequeña, de unos seis metros, puede alcanzar un consumo de casi 30.000 litros. «Las piscinas particulares consumen mucha más agua por un individuo que las comunitarias», opina Vizcaíno, quien alienta a utilizar estas últimas. Pero existen alternativas para quiénes ya cuentan con una en su hogar. Entre ellas, Ferraz señala evitar la evaporación tapando la superficie, no llenarla de más para no desperdiciar agua y tratarla adecuadamente igualmente en invierno.
Por otro lado, encender el aire acondicionado es un gesto que a muchos les resulta casi imprescindible para contrarrestar las altas temperaturas, pero que, paradójicamente, aumenta el calentamiento global por el consumo de energía. En el caso de necesitar utilizarlos, los expertos consultados por RTVE.es recomiendan fijar el termostato a no menos de 25 °C y escogerlo de la máxima eficiencia posible. Invertir en el aislamiento, echar las persianas en las horas de mayor sol y pasarse a energías renovables son otros consejos.
Por qué el desperdicio de comida perjudica al medio ambiente
El consumo excesivo se observa también en el desperdicio alimentario, que aumenta en verano en España en tres de cada cuatro familias, de acuerdo a los últimos datos del Panel para la cuantificación del desperdicio alimentario en los hogares españoles. Las salidas a última hora, el calor y la falta de previsión son algunos de los motivos por los que esta problemática se intensifica en época estival. Con ella, además, se generan más gases de efecto invernadero.
Desperdiciar comida contamina en primer lugar y sencillamente porque es una producción que ha necesitado de combustibles fósiles y energía. «Imagina que fabricas un coche, lo compras y lo tiras», ejemplifica Ferraz, «y encima una vez desperdiciado hay que hacer una gestión del residuo». Durante este tratamiento, puede incluso que se emitan sustancias como el metano, uno de los gases de efecto invernadero más potentes.
Para evitar el malgasto de alimentos, los expertos apuestan por la cocina de aprovechamiento y un consumo más responsable como principales aliados.