Una frase que repite Antonio Nobre al explicar su nuevo estudio científico es que “preferiría estar equivocado”. Pero parece seguro de que la evidencia apoya su alerta: Sudamérica corre riesgo de estar secándose.
“Esa posibilidad es real”, sostiene Nobre, un reconocido investigador brasileño, a BBC Mundo.
El biogeoquímico del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) atribuye esa amenaza a la constante destrucción de la selva amazónica, que puede llegar a un punto de “no retorno”.
Un informe que Nobre acaba de publicar en base a más de 200 trabajos previos señala que la Amazonía está perdiendo su función de reguladora del clima en América del Sur.
Eso, añade, afectaría un área del subcontinente a la que suele llegar la humedad de la selva, un “cuadrilátero” que va de Buenos Aires hasta Cuiabá, de la cordillera de los Andes hasta Sao Paulo.
“Este cambio potencial en América del Sur es impagable”, señala Nobre. “¿Qué significa tener un desierto en un área que produce 70% del PIB del continente?”.
“Ríos voladores”
Una de las teorías en las que se apoyan las conclusiones de Nobre es la “bomba biótica”, según la cual los vientos son impulsados por la habilidad de los bosques de condensar humedad.
En Sudamérica, la selva amazónica actúa como una gran fuente de humedad del área meridional de la región, mediante la puesta en marcha de los llamados “ríos voladores” de vapor.
Según datos citados por Nobre, unos 20.000 millones de toneladas de agua son transpirados cada día a la atmósfera por los árboles de la cuenca amazónica. Esa cantidad supera lo que el propio río Amazonas vierte en el Océano Atlántico diariamente.
El fenómeno permitiría al “cuadrilátero” sudamericano gozar de una humedad que falta en otras áreas de latitudes similares, como los desiertos africanos de Namibia y Kalahari, el de Australia, o el de Atacama, apenas al otro lado de los Andes.
Pero Nobre observa que el fenómeno de “bomba biótica” sudamericana está siendo alterado por la destrucción de árboles de la selva, ya sea del lado brasileño como en Perú, Bolivia y Colombia.
“El tiempo se acabó”
El autor señala que en 20 años la Amazonía perdió 763.000 kilómetros cuadrados, un área casi equivalente al doble del territorio de Paraguay o a 184 millones de canchas de fútbol.
Además indicó que se estima que otros 1,2 millones de kilómetros cuadrados de selva han sufrido degradación por la acción humana.
Brasil confirmó recientemente de forma oficial que la deforestación de la Amazonía aumentó 29% entre agosto de 2012 y julio de 2013, revirtiendo la tendencia a una cada vez menor destrucción de la selva en años anteriores.
Los expertos creen que el ritmo de pérdida de árboles amazónicos continuó en aumento este año, pero las estimaciones oficiales siguen sin publicarse.
Al igual que otros, Nobre atribuye el cambio de tendencia a la aprobación de una ley que amnistió a quienes talaron árboles ilegalmente, tras fuertes presiones de grupos ruralistas en el Congreso. El gobierno de Dilma Rousseff ha rechazado esa idea.
En su reporte, Nobre llama a revertir el panorama deteniendo la pérdida de árboles e iniciando un proceso de reforestación, advirtiendo sobre las consecuencias de que siga todo igual.
“El futuro clima del continente podría secarse considerablemente, al extremo de llegar a asemejarse con el presente de Australia: un inmenso desierto interior, cercado en uno de los lados por franjas de áreas húmedas próximas al mar”, señala el texto.
Según el investigador, las sequías que hubo en los últimos años en Sudamérica, incluida una excepcional que vive actualmente la región sudeste de Brasil, podrían indicar que el fenómeno ya comenzó.
El estado de Sao Paulo, donde se encuentra la mayor ciudad sudamericana, pasa por su mayor sequía en al menos 80 años. Millones de personas se vieron afectadas por la escasez de agua y algunas represas quedaron virtualmente vacías.
Nobre, que vive en ese estado, cuenta que él mismo comenzó a economizar agua. Pero afirma que “infelizmente el ser humano necesita de desastres” para ver la amenaza.
“Ahora ya está pasando”, dice. “Yo preferiría estar equivocado. Y sin embargo las personas siguen preguntando cuánto tiempo tenemos aún. No tenemos más: el tiempo se acabó”.
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Vía http://acento.com.do/