Muchos países ya han perdido su cubierta forestal original, son particularmente graves los casos de Haití (un 98%, el país más deforestado del mundo), Filipinas (un 97%) y Madagascar (un 93% de pérdida).
Hoy se celebra en todos los confines de la Tierra el ‘‘Día Mundial Forestal’’ para darle la bienvenida a la primavera y, sobre todo, para reflexionar sobre la situación en que se encuentran los bosques que, cual alfombra verde, cubren el planeta y le sirven de sostén a la gama infinita de expresiones vivientes u organismos que bajo su sombra, en sus frutos, en sus flores, en sus hojas, en sus ramas, en su tallo, en sus troncos, en sus raíces, en sus maderas, en la resina, en las esencias, en la celulosa, en sus desechos orgánicos (ramas secas, frutos podridos, hojarasca…), encuentran su hábitat, alimento, un espacio para la vida social y, lo más importante, las condiciones necesarias para reproducirse, es decir, para hacer que la vida cada vez sea más vida.
Los especialistas al valorar los múltiples beneficios y funciones que brindan y desempeñan los bosques del planeta, y en particular aquellos que se encuentran en la franja tropical, han llegado a compararlos con un almacén infinitamente grande donde se resguarda la biodiversidad de la Tierra, con capacidad de autorregular el clima (temperatura, humedad, corrientes de aire, luminosidad…) y las condiciones del suelo (fertilidad, estructura, porosidad, disponibilidad de aire, disponibilidad de agua, microorganismos, materia orgánica…), no solamente para mantener latente los activos fijos de la vida que posee, sino para potencializarlos y brindarles las condiciones óptimas para que sea capaz de crear y volver a crear nuevos modelos de vida que vendrán a sumarse a la biodiversidad existente.
Estos bancos biológicos tienen como principal beneficiario y como administrador por excelencia al ser humano. El ‘‘Día Mundial Forestal’’ es para analizar lo que hemos hecho con tanta vida, para evaluar la forma en que los manejamos y conducimos para que nunca se agoten sus recursos y, desde luego, mantengan la productividad para que alcance para las generaciones venideras, vale decir, para garantizar la vida de nuestros hijos. Hagamos un breve recuento de lo que está pasando en el mundo en materia forestal en las horas tempranas de este nuevo siglo.
LA GUERRA BIOLóGICA GLOBAL
De continuar el ritmo de deforestación mundial actual, dentro de 15 años habrá desaparecido de manera prematura y violenta un millón de especies, representando la velocidad de extinción de mayor magnitud ocurrida sobre el planeta desde el fin del período Cretáceo, hace aproximadamente 65 millones de años.
ELEUTERIO MARTíNEZ Santo Domingo
En estos momentos hay una alarma roja encendida para las regiones tropicales del planeta. La pérdida de 20 millones de hectáreas anuales de los bosques que conforman la epidermis de la Tierra y la desaparición de una especie viva (planta o animal), cada 15 minutos, mantiene en vilo a los especialistas que estiman que el rítmo de pérdida del capital de vida del planeta marcha a una velocidad cuatrocientas veces superior a las estimaciones realizadas en las postrimerías del siglo pasado.
Al arribar al primer ‘‘Día Mundial Forestal’’ del nuevo siglo y del nuevo milenio, si se quiere, la humanidad se encuentra ante la pesadilla de que estos almacenes irreemplazables de la preciosa biodiversidad de la Tierra están siendo talados y degradados para obtener madera en bruto, apacentar ganado, producir leña, ampliar o darle apertura a nuevas áreas mineras y la práctica de la agricultura transumante, a una velocidad realmente alarmante. Los incendios forestales están convirtiendo en cenizas, la masa fotosintética que garantiza la estabilidad del clima, la fortaleza de la capa de ozono y el equilibrio ecológico del planeta.
La situación es de tal gravedad que se calcula prácticamente todo, (menos un 2%) del una vez extenso bioma de los bosques residuos tropicales originales del mundo, han sido cortados y ahora estamos en el proceso de eliminar la mayoría de los bosques lluviosos vírgenes que le quedan al planeta. Los datos revelan que la mitad de toda la deforestación tropical está ocurriendo en la vasta cuenca amazónica, fundamentalmente en la amazonia brasileña. Brasil, Zaire e Indonesia, que poseen más del 50 % de los bosques tropicales cerrados del planeta, también sufren el 44% de las pérdidas mundiales anuales a causa de la deforestación.
Existen varios países donde se ha perdido la mayor parte de su cubierta forestal original, teniendo en la lista negra particularmente a Haití (con un 98% de pérdida, nuestro vecino más cercano y que por lo tanto, ostenta la categoría de la nación más deforestada del mundo), al archipiélago de Las Filipinas (con un 97% de pérdida) y a Madagascar (con un 93% de pérdida, lo cual mantiene bajo constante preocupación a los principales organismos ambientalistas del mundo por ser la isla más rica en biodiversidad que existe sobre la Tierra). De continuar la actual tasa exponencial de pérdidas, se estima que dentro de 40 ó 50 años habrán desaparecido de la faz del mundo todos los bosques vírgenes, salvo las áreas silvestres protegidas que logren soportar la embestida.
RAZONES PARA PREOCUPARSE
Si los cálculos están bien hechos, hace apenas 100 millones de años aproximadamente que la evolución ha ido creando este tesoro genético que cubre entre el 6 y el 7 por ciento del área de tierra seca en las regiones tropicales; sin embargo, es tanta la vida que hay en ellos que los sistemas contables hasta ahora ideados por la mente humana se ven ridículos cuando intentan establecer la cantidad de organismos vivos que albergan. No obstante, es tal su fragilidad que basta con derribar un árbol para que cientos y miles de otros organismos vean amenazada su existencia, no sólo por la destrucción de su casa, sino por la desaparición de las funciones que éste desempeñaba en el engranaje vital global.
Un solo árbol puede sustentar unas 400 especies de insectos. Esta función y muchas otras no se pueden traducir fácilmente a términos monetarios. Haciendo un gran esfuerzo y jugando solamente con las variables físicas, perfectamente identificables mediante los sistemas de contabilidad ambiental que ya se están implementando en algunas partes del mundo, un árbol típico puede tener un valor monetario de 196,250 dólares calculados en términos de beneficios ecológicos, esto es, en forma de producción de oxígeno durante su existencia, reducción de la contaminación del aire, mantener y garantizar la fertilidad del suelo, controlar la erosión, reciclamiento del agua y control de la humedad, hábitat de la vida silvestre y fuente de proteínas para sostener el caudal viviente de la naturaleza; pero si este mismo árbol fuese vendido como madera, su valor máximo apenas alcanzaría los 590 dólares.
Los científicos consideran la destrucción presente y la degradación actual de los bosques tropicales uno de los problemas ambientales y de recursos más críticos y graves del mundo, pues si se toma como parámetro la escala humana del tiempo, todos los bosques vírgenes de la Tierra deben ser considerados como recursos naturales no renovables; que no deberían ser talados porque sus servicios ecológicos a largo plazo son mucho más importantes que la ganancia económica a corto plazo derivada de su remoción. Lamentablemente este planteamiento molesta o inquieta a los técnicos y apóstoles del desarrollo y del modernismo, que opinan que los ecólogos están desfasados del mundo actual, sin embargo, los datos precedentes están siendo construidos por economistas, formados en sus mismas escuelas y con las misma sensibilidad humana o mayor, porque tienen una visin de futuro y no tan inmediatista como la que se nos inculca desde las aulas y en el seno de la sociedad en que nos desenvolvemos.
LOS BOSQUES TROPICALES
La preocupación por la conservación de los bosques tropicales vírgenes y la recuperación positiva de los secundarios reside fundamentalmente en que la mayoría de éstos le brindan albergue a especies que ocupan nichos altamente especializados y que es imposible reconstruirlos de manera artificial. Estos nichos se reparten en las distintas capas del bosque, incluso de un mismo árbol, donde se ha visto que existen especies que se establecen en la copa y nunca en su vida logran descender hasta su tronco, otras viven en sus raíces o su tronco y nunca alcanzan llegar hasta su copa, otros establecen sus dominios y su imperio en el tallo (estrato intermedio).
Este reparto de la vida tiene tanto valor como el que la sociedad le asigna a los distintos estamentos del poder público, donde el sistema judicial no puede desempeñar el papel del sistema ejecutivo y niguno de estos dos debe atribuirse las funciones del poder legislativo. Sin embargo, el sistema de los bosques tropicales está mejor estructurado y más sofisticado, porque ni la democracia ni el comunismo (los sistemas políticos más perfectos que median entre Platón y Carlos Marx), ni por asomo se acoplan tan perfectamente al engranaje social de la naturaleza como lo hace la coevolución, donde plantas y animales se relacionan y mejoran continuamente sus mecanismos de cooperación para hacer nichos perfectos y ecosistemas insuperables, como unidades esenciales e insustituibles donde la vida puede sentar sus reales.
EL PELIGRO
Ya señalábamos que de continuar la velocidad de la pérdida y degradación de los bosques tropicales que se verifica actualmente, por lo menos un millón de especies llegará prematuramente a la extinción debido a las actividades humanas en los próximos 15 años. Esta tasa de extinción es de tal magnitud que supera a cualquier otra ocurrida sobre la Tierra desde el fin del Cretácico, hace aproximadamente 65 millones de años. Y es posible que muchas mentes humanas no entiendan lo que esto significa, pues no sólo es una muerte física, sino el fin de los nacimientos…
Pero si vamos a lo práctico, a lo que la miopía nos permite ver, aun así la existencia de los bosques cobra sentido, pues las cubiertas forestales tropicales suministran la mitad de la cosecha anual de madera dura del mundo. Cientos de productos alimenticios y aromáticos como el café, el cacao, las especias, nueces y frutas tropicales; materiales industriales como el latex del caucho, resinas, colorantes y aceites esenciales; plantas que proporcionan ingredientes para un cuarto de los alimentos de prescripción de patentes del mundo, provienen de los bosques tropicales.
A pesar de su inmensa potencialidad, se ha calculado que menos del 1% de las especies de los bosques tropicales ha sido examinado para su posible uso como recurso humano. La destrucción de estos bosques y muchas de las especies que contienen y que producen ganancias a corto plazo, es como tirar un regalo sin desenvolver, o quemar una biblioteca antigua antes de que se hayan hojeado los libros.
Se estima que los bosques tropicales le brindan albergue a 250 millones de personas, muchas de las cuales sobreviven cazando y recolectando o por la combinación roza (tumba), quema, cambio de cultivo (rotación) y barbecho (período de descanso del suelo). Muchas tribus indígenas están viendo cómo las tierras que le vieron nacer y siempre le han brindado albergue, desaparecen arrasadas, quemadas e inundadas y por lo tanto, desapareciendo tan rápidamente como los mismos bosques. Las poblaciones primitivas son sacadas ilegalmente de sus predios y forzadas a adoptar nuevas conductas o estilos de vida que les provocan enfermedades (ante las cuales no tienen defensa por su aislamiento de la civilización moderna), con frecuencia los hacendados, los mineros y los colonos los matan sin la menor consideración.
Los analistas de esta situación estiman que independientemente de la importancia económica, de salud o ecológica de los bosques tropicales para nosotros, las personas que han adquirido la conciencia mundial de la Tierra sustentable, creen que esa destrucción incesante debe ser detenida por errónea, inhumana y torpe. Estamos a la puerta de una era de extinciones sin precedentes en la historia del planeta (cientos, miles y millones de especies vegetales, animales y de microorganismos que tienen tanto derecho a existir, o a luchar para lograrlo, como la especie humana en este planeta).
QUé HACER
Ya se ha comprobado en todas partes del mundo que los bosques tropicales no están siendo destruidos por ignorancia como siempre se ha dicho, sino por el afán de riquezas, la voracidad y el avance de la pobreza. La gran destrucción de las masas boscosas del mundo es causada por proyectos gigantescos de corporaciones multinacionales y organismos internacionales de préstamos que financian la extracción de los recursos en las naciones pobres para sostener los estilos de vida de la gente de los países desarrollados.
Las causas reales de la desaparición de los bosques tropicales son:
– estancias ganaderas usadas principalmente para producir carne cruda y enlatada para exportación;
– tala de árboles indiscriminadas y procesamiento en fábricas de papel ecológicamente ineficientes (la madera y el papel son productos para la exportación);
– plantaciones inmensas de caña de azúcar, cultivos injertos, musáceas y otros monocultivos de exportación;
– cultivos de mariguana y coca para la producción de estupefacientes para abastecer el ilegal pero extraordinariamente lucrativo comercio mundial de drogas;
– la práctica de la minería a cielo abierto, y
– la construcción de presas de generación hidráulica de energía eléctrica.
Existe la esperanza de que con las primeras luces del tercer milenio la humanidad reconozca que desde todo punto de vista (científico, ecológico, estético, económico o ético), la destrucción de los bosques tropicales vírgenes que aún le quedan al mundo y consecuentemente con gran parte de su biodiversidad, es una tragedia de proporciones horrendas, una guerra biológica global devastadora, contra nosotros mismos, nuestros hijos, nietos y otras especies. Para desacelerar esa destrucción se debe reconocer que:
– Los bosques tropicales vírgenes y todos los otros bosques antiguos que puedan existir en otras latitudes, son recursos no renovables en nuestra escala acelerada de tiempo.
– Los mercados mundiales están interconectados y sin que nos demos cuenta, todos estamos involucrados en la destrucción de los bosques lluviosos, querrámoslo o no.
– Todos los seres humanos pueden contribuir a detener esta tragedia (tanto los habitantes de países desarrollados como de los países pobres), promoviendo una conciencia verde de carácter global.
Hay quienes piensan que es necesario ir más lejos y paralelamente se debe:
-+ Establecer una prohibición internacional sobre las importaciones de madera y sus productos, de carne de res y otros bienes que directa o indirectamente destruyan los bosques tropicales vírgenes que le quedan a la Tierra.
– Proporcionar ayuda y condonación de deudas a los países tropicales que prohíban la tala comercial y otros usos destructivos de los bosques vírgenes tropicales y en cambio le den impulso a la cosecha económica y ecológicamente sustentable de productos no madereros. Hasta ahora, solamente el 1% de los bosques vírgenes del planeta son manejados sustentablemente.
– Separar grandes extensiones de bosques tropicales del mundo para dedicarlos a la creación de parques y reservas e involucrar a las comunidades locales en las labores de protección, mostrándoles la forma en que pueden disfrutar de su uso en forma sustentable.
– Eliminar y detener los fondos asignados para construir presas, plantaciones de árboles y aprovechamientos agrícolas, haciendas ganaderas, carreteras, programas de colonización, turismo y otros tipos de actividades destructivas en cualquier territorio que ahora está cubierto por bosques tropicales vírgenes.
-Exigir prácticas responsables y bien supervisadas para la tala forestal comercial y la reforestación en todas las tierras aprobadas para los cortes en bosques secundarios y las plantaciones existentes, mientras se prohíbe totalmente la tala comercial en los bosques vírgenes.
– Incluir a las tribus indígenas, a las mujeres y a organizaciones privadas de conservación local, en la planificación y ejecución de los planes forestales. Reconocer y respetar la propiedad de las tierras forestales de los indígenas, en la que han vivido ellos y sus ancestros de manera sustentable durante siglos, con la condicin de que no sean vendidas o destinadas a otras formas de explotación no sustentables.
– Demandar una evaluación extensa del impacto ambiental por cualquier proyecto de desarrollo propuesto en los bosques tropicales. Evitar que los bancos y las agencias internacionales proporcionen préstamos o faciliten fondos para proyectos ambientalmente destructivos que involucren los bosques tropicales.
Por Eleuterio Martínez
Publicado originalmente en el Listin Diario del 21 de Marzo 2000.
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