Este domingo se ha dado apertura a la Conferencia de las Partes de la Convención sobre el Cambio Climático, mejor conocida como COP24. Tiene lugar en la ciudad Polaca de Katowice, en corazón de Europa Central. Este es un encuentro donde los jefes de Estado y de Gobierno que han confirmado presencia, lo hacen con una demanda donde el término “más ambición en la lucha contra el cambio climático” parece ser el común denominador.
Cual es el papel de nuestro país y América latina de esta cumbre? …Bueno, en sentido general la mayoría de países latinoamericanos no es que hayan sentido aún la NECESIDAD de tomar un rol más activo en el tema: por un lado tenemos una amplia legión de países pequeños (como el nuestro) que en la práctica se consideran «víctimas» o «entes vulnerables» de los efectos del Cambio Climático y por tanto se van concentrando en MITIGAR más que en tomar acciones por REDUCIR lo poco o mucho que impacten en este proceso.
Por el otro lado tenemos las economías más grandes, como Argentina, Chile, Colombia o Brasil: Ninguno de sus jefes de estado parece prestar la atención que demanda este desafío. Es más, en el caso de BRASIL, que en 1992 sirvió de sede a lo que se denominó «La Cumbre de la Tierra», -predecesora de las «COP»- y que justo acaba de desistir de su «oferta» de traer de vuelta a América esta cumbre en el 2019.
Este desplante es un duro golpe para nuestras esperanzas como latinoamericanos, no sólo por el retiro en sí de la sede, sino también porque parece mandar una clara señal de que el futuro mandatario, Jail Bolsonaro, parecerá seguir el camino de TRUMP y renegar de las realidades de la situación climática que afecta el planeta.
A la fecha, Guatemala es uno de los pocos países que se ha ofrecido para acoger la sede, acción que podría perfectamente debería encaminar nuestro país. Es más, aportamos la primicia de que en víspera del COP 23 de BONN, el entonces Ministro de Medio Ambiente Francisco Domínguez Brito estuvo haciendo contactos con el liderazgo ambiental y empresarial con la finalidad de sugerir a la Presidencia de la República postular oficialmente el país como sede de la cumbre, que eventualmente se celebraría en Punta Cana, por ser la única región con la capacidad logística de manejar el volumen de eventos y visitantes.
Lo que Domínguez Brito vio en esta posibilidad, podría ser una oportunidad muy ventajosa para el país en muchos aspectos: Nos pondría justo como foco de atención, pues este tipo de eventos congrega decenas de miles invitados, desde funcionarios de alto nivel y presidentes de más de 190 naciones, hasta lideres de los principales organismos internacionales. Igualmente la mayor parte de las más activas ONGs y representantes de instituciones vanguardistas.
Pero también es una oportunidad única para promover ante el mundo nuestra realidad: la belleza de nuestra tierra, su riqueza ecosistémica y los riesgos que se corren frente a los desafíos del Cambio Climático.
Y todavía más: Los estándares tecnológicos y de sostenibilidad para hacer de este un evento «carbono neutral» demanda innovación, ingenio, creatividad y un esfuerzo más allá de lo que estamos acostumbrados que desde luego nos harían dar «un salto adelante» y quedaría como un valor agregado de gran impacto al sector turismo, energético, de transporte y -claro que sí- ambiental.
Porqué debe importarnos tanto? Bien, CUMBRES POR EL CLIMA alcanzaron quizás su punto de esplendor en PARIS, en 2015, en ella se lograron algunos de los acuerdos más transcendentes de la grandes potencias sobre cómo y cuando pautar un desmonte de los gases de efecto invernadero y otras acciones lesivas a la salud del planeta, en particular LA COP21 se hizo famosa por lograr el llamado «Acuerdo de París», el más ambicioso compromiso de la humanidad, hasta ahora.
Luego de París vino la COP22 de Marruecos en 2016, la COP23 de BONN en noviembre de 2017 y justo tras ella, en diciembre, una especie de «llamado urgente» del presidente Francés Enmanuel Macron convocando una nueva cumbre climática en París donde advirtió y admitió «“Estamos perdiendo la batalla”.
No era una exageración de su parte: los números van contrastando con la cruda realidad y el ritmo acelerado con los que se evidencian los efectos del Cambio Climático a nivel mundial no coinciden con los compromisos de solución asumidos por los países que más lo provocan: De hecho, la convocatoria de París de 2017 fue tal vez un respuesta política a la decisión del presidente Trump de retirar a los Estados Unidos del Acuerdo de París.
Quienes tuvimos el privilegio de asistir a la COP23 de Alemania, en BONN, pudimos ser testigos de primera fila de como la «delegación oficial» de los Estados Unidos jugó un rol más que pálido en las discusiones y decisiones de la cumbre, en contraposición con la amplísima y contundente delegación de ONGs y representantes del mundo empresarial y autoridades de diversos Estados de la Unión Americana que acudieron literalmente «a dar la cara por su país».
Lo propio ocurrió en la denominada «Cumbre de Macron por el clima», realizada con apenas semanas de distancia, el despliegue de filántropos, líderes del sector empresarial, tecnológico y científico coparon la atención del conclave Francés como si se tratara de un afán por declarar: «El presidente Trump se retiró, nuestro país sigue comprometido».
A nosotros, habitantes de estados insulares y países más vulnerables, debemos ser los más interesados en el que el tema no caiga en un punto muerto, tenemos que hacer lo necesario para mantener el ritmo, el interés y la atención. Además, bien podría el calor caribeño derretir un poco de la fricción polar que le ha impregnado la vieja Europa a “las COPs”
Por esa razón y otras muchas, somos de opinión de que la visión que en su momento tuvo Francisco Domínguez Brito de ofrecer nuestro país como sede, es una iniciativa que podemos y debemos ponderar: Una COP para el Caribe, nos podría hacer mucho bien.
¡A ver si se animan los tomadores de decisión!
Fundación Acción Verde, Inc.